Gonzalo Gamio Gehri
Siempre he admirado a quien se dedica al cuidado de la tradición clásica. Me ha persuadido de esa actitud la convicción de que los griegos tienen mucho que enseñarnos acerca del significado de la justicia y la vida buena, y la constatación de que elaboraron una descripción más profunda y refinada sobre la condición humana, marcada por la capacidad de lógos y por su vulnerabilidad frente a las múltiples y misteriosas condiciones de la existencia. Estoy convencido, además, de que los poetas y los pensadores griegos conocían mejor que nosotros la activa conexión entre la razón y las emociones en los procesos de deliberación práctica.
Estas convicciones me permiten abrigar una doble sospecha frente a quienes enarbolan el estandarte de la “tradición clásica” y su recuperación como terapia curativa frente a todos los males que aquejan al ser humano. En primer lugar, porque a menudo se trata de prestidigitadores que con discreta pericia intentan convertir el pensamiento antiguo en un auténtico “cajón de sastre antimoderno” en el que a una imagen simplificada y estereotipada de las reflexiones de griegos y romanos sobre la ‘vida buena’ se le añade tendenciosamente una serie de suposiciones provenientes de la escolástica, de los autores contrarrevolucionarios y de los neotomistas. La referencia a los griegos se torna epidérmica e impostada. Burdamente teatral.
Mi segunda sospecha se inserta en el campo específico de los “estudios clásicos”. Muchos intentos contemporáneos de recuperación de lo griego en el terreno estricto del pensamiento ético-político se concentran en la exploración de la filosofía griega, y dejan de lado la reflexión literaria (y también retórica e histórica). Esa es la impresión que me dejan las lecturas de la ética clásica derivadas de La ciudad y el hombre de Strauss, a pesar de que el propio autor le dedica un capítulo a Tucídides. Hurgar en la filosofía práctica aristotélica – por ejemplo - sin considerar las fuentes líricas y dramáticas con las que discute condena al crítico o al exegeta a una suerte de (inevitable) hemiplejia conceptual. De hecho, cuando actuamos así lo hacemos imponiendo nuestras modernas fronteras disciplinarias, que no eran para nada evidentes ni edificantes en tiempos de los griegos (y yo agregaría que para el pensamiento contemporáneo tales fronteras se han tornado saludablemente cuestionables – pienso en los planteamientos de Nussbaum, Rorty y Derridá en esta materia -). En lo personal, encuentro en las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides un material para la reflexión política tan rico como el que encuentro en la filosofía de Platón y de Aristóteles. El diálogo entre los trágicos griegos y nosotros me ha resultado siempre fecundo. Definitivamente, fue la lectura de la Orestiada y de Las Suplicantes– en general, el marco conceptual que pude extraer de esa lectura - lo que me llevó a esclarecer y afinar la tesis central de Tiempo de memoria.
El diálogo con los filósofos y poetas griegos contribuye a la interpelación de nuestras categorías éticas y políticas. Nos abre a un pensamiento que se concentra en la phrónesis y en la comprensión de la contingencia antes que en la búsqueda de una justificación procedimental de normas. En particular, nos lleva a revisar nuestra infundada fe en el ideal moderno de control instrumental sobre el entorno, y ha reconocer la ineludible presencia de la tyché en nuestro mundo (en nuestro medio, jóvenes helenistas como Rafael Campos y Dante Dávila han aportado reflexiones especialmente iluminadoras e importantes en esta dirección). Esa clase de inspiración la considero intelectualmente fundamental y éticamente nutritiva. No creo en un “regreso a los clásicos” en el sentido paleoconservador o reaccionario de esta expresión (a veces, los propios straussianos escriben en esta senda). Me parece que estos predicadores venden gato por liebre. Dicho “retorno” es imposible. Me siento más cercano a quienes sugieren revistar a los griegos para reexaminar nuestros supuestos y des-cubrir nuevos horizontes de reflexión ético-política. Dicho en términos de Hegel, revisitar a los griegos nos permite rearticular dialécticamente las exigencias de la sustancia y el sujeto en el terreno de la práctica.
Considero que los amigos del “retorno” - en clave "reaccionaria" o "paleoconservadora"- no han comprendido el sentido griego – homérico – del nostos. Tampoco han entendido el sentido originario de traditio, entregar en propiedad algo (para trabajar en él). No se trata de un “regreso” a secas, ni de una “repetición” de lo pasado. Ya he explicado porqué muchos ideólogos contramodernos son en el fondo más devotos de Aristófanes que de Aristóteles. Desde el punto de vista de la dialéctica aristotélica, el que nuestros antepasados valoren determinadas prácticas sociales sólo convierte tales valoraciones en “candidatas razonables” dentro del examen dialéctico, tanto como el punto de vista divergente de algunos poetas o de ciertos filósofos. Está claro, como dice el propio Aristóteles en la Política, que “en general, todos los seres humanos buscan no la forma en que vivían sus ancestros, sino el bien”.
Las ideas que han aparecido de manera escueta en este último párrafo voy a desarrollarlas próximamente en dos posts. Me ocuparé de la idea de nostos, y luego la de traditio. Pronto.
Hola Gonzalo,
ResponderEliminarMuy interesante el post. Te agradezco que trates estos temas de los griegos y la tradición clásica como "búnkers" antimodernos. Hay varias cosas para comentar como politólogo (puesto que no soy filósofo). Pero estaré a la expectativa de tus próximos envíos.
Lo que me atrae mucho de Platón y Aristóteles es que cuando se habla de la ética y la política no se hace referencia sólo a un discurso deliberativo, sino más bien a una forma de vida destinada a perfeccionar la virtud. Creo que sí es posible intentar recuperar el camino de la virtud hoy, por lo menos suena interesante el intento frente a nuestro mundo actual. Seguimos en contacto.
un abrazo.
PD: Una nota a pie de página, habría que hacer la referencia más específica al pasaje de Leo Strauss, puesto que el autor está más interesado en estudiar el carácter histórico político de la relación clásica ciudad-hombre. Por eso su interés en Tucídides y no en los trágicos.
Hola Carlos:
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Precisamente, los griegos no separan la deliberación de la virtud, de modo que incluso la recta deliberación es expresión de la prudencia.
Sobre lo de Strauss. Nuevamente, los griegos no compartían nuestras fronteras disciplinarias, y la historia no contaba con esa idea moderna de "objetividad científica". Una aproximación rigurosa sobre la guerra y la justicia no sólo abarcaría a Tucídides, sino a Homero, Esquilo y Eurípides.
Un abrazo,
Gonzalo.
"...sin considerar las fuentes líricas y dramáticas con las que discute condena al crítico o al exegeta a una suerte de (inevitable) hemiplejia conceptual"
ResponderEliminar"en general, el marco conceptual que pude extraer de esa lectura..."
Pregunta: ¿es apropiado hablar de "conceptos" en la fuentes líricas, en particular en la tradición poético-mimética (mímesis) arcaica? Si sí, ¿en qué medida y cómo es posible modernamente esta "extracción" conceptual? ¿qué diferencia en este caso la mencionada abstracción conceptual - abstracción que condenaría al antimoderno a la "hemiplejia" (una metáfora fuerte para tu estilo Gonzalo)-, de la abstracción antigua (aphairesis)?
"Dicho “retorno” es imposible"
Pregunta: ¿Por qué es posible afirmar esto? ¿cuál es el fundamento de esta posibilidad? Desde la concepción judeo-cristiana del tiempo, sin duda alguna. No olvidemos que los antimodernos también manejan el "concepto" de apokatastasis.
cordialmente,
Giovanni
Hola Giovanni:
ResponderEliminarComo siempre, tus preguntas son excelentes.
Uso "concepto" en sentido hegeliano, la apropiación reflexiva (especulativa, concreta) de la experiencia. La poesía, incluso el mito, articulan una serie de experiencias y pensamientos sobre la vida buena que no siempre recogen los filósofos. Prescindir de ese legado nos impide comprender a los griegos. Lo de la hemiplejia conceptual es fuerte, pero lo veo todo el tiempo. Los más grandes helenistas peruanos R. Gutiérrez, F. Camino, Alegría, y los más jóvenes, Dávila, Campos, etc., conocen a los poetas muy bien, tanto como a los filósofos.
Lo segundo. El descubrimiento del principio de la subjetividad hace imposible - a mi juicio - un retorno plano a lo griego, al menos desde una concepción narrativa, no necesariamente cristiana, de la historia. A menos que planteemos una lectura peculiar del "eterno retorno" que resulte plausible.
Los antimodernos criollos asumen la lectura udeo-cristiana del tiempo tal como pone de manifiesto su singular iconografía. Difícil conciliar esa perspectiva con la ilusión del retorno.
Saludos,
Gonzalo.
Gracias por las respuestas más bien.
ResponderEliminar"Los antimodernos criollos asumen la lectura judeo-cristiana del tiempo tal como pone de manifiesto su singular iconografía. Difícil conciliar esa perspectiva con la ilusión del retorno".
Exactamente. Es lo que yo llamo el vicio teista contrapuesto al vicio deista. Nada más evidente y por lo demás desgraciadamente pintoresco, déjame agregar. Lo que el reaccionario criollo escribe con una mano, la hagiografía ilustrada de cadáveres famosos, lo borra inmediatamente. Polvo para el lector finalmente (y un gran Ego para el autor).
Pero bueno, al post:
"La poesía, incluso el mito, articulan una serie de experiencias y pensamientos sobre la vida buena que no siempre recogen los filósofos. Prescindir de ese legado nos impide comprender a los griegos".
Bien. Sin embargo, no debemos olvidar el caso contrario: que la filosofía no sea, bajo ningún modo o forma, la vía adecuada para articular esa precisa experiencia expuesta al mito, que caracteriza la "manía" poética por ejemplo. La tripartición de los roles (poetas-pastores, filósofos, "políticos") en las tres teologías pre-cristianas no era casual. A menos, obviamente, que el filósofo mismo (se) descubra (en) el ejercicio de la poiesis, como en Nietzsche por ejemplo (no como moderna fruición estética-artística, sea obvio este vicio).
Por acá iba precisamente mi pregunta sobre el concepto, la abstracción moderna y demás formas de apropiación. No dudo que una apropiación reflexiva sea posible, pero precisamente, será únicamente una apropiación "reflexiva", una vida buena, sí, pero me temo, "del intelecto". Para apropiarse, por ejemplo, de la poesía (antigua), se hace necesario literalmente poetar a los pies del procusto de la métrica y la rima, no reflexionar en sentido estricto. Educar el odio al ritmo, la métrica y la imagen es completamente una actividad NO-intelectiva (pura sí, no reflexiva seguramente), por lo tanto la apropiación conceptual es ilegítima. Para el caso del mito, exponerse a sus contenidos en términos técnicos-mánticos. Esa apropiación reflexiva que propones entonces, puede ser únicamente, creo yo, reflexividad en su sentido estrictamente literal (me permito otra corrección): es decir reflejo, Mímesis de SEGUNDO grado.
Si consideramos plausible esta tesis, entonces, notemos la inversión: la hemiplejia es efectivamente conceptual, es decir debida a la ilícita apropiación conceptual misma, no al antimoderno (que puede ser hemipléjico por otras razones ;-).
"El descubrimiento del principio de la subjetividad hace imposible - a mi juicio - un retorno plano a lo griego"
Aja. Ahora vemos por qué era importante seguir ese debate sobre la subjetividad-objetividad, no sólo para las ciencias, sino también para todo "el resto", la gnoseología y ese "retorno" posible/imposible a lo griego.
Sobre si sea posible un retorno plano o no, bueno, es obvio que no cronológicamente, muchísimo menos si nos movemos en el horizonte ideológico judeo-cristiano del concepto de tiempo y símiles vicios culturales. ¿pero en su sentido griego? Sobre "el retorno" en este sentido, es decir, en sentido técnico (no exegético-interpretativo, ojo) yo tengo una intuición que quisiera desarrollar con uds. Mi tesis es que el "círculo hermenéutico", la componente CIRCULAR del método principalmente, tenga la misma estructura de la mímesis de segundo grado mencionada en el parágrafo anterior. Gadamer sin duda "suavizó" este aspecto "arcaico" de la hermenéutica heideggeriana. Ya escribo un post al respecto. Para comprender esto es necesario conocer la tesis de Giovanni Reale sobre las "doctrinas no escritas".
nuevamente saludos,
Giovanni
Hola Giovanni:
ResponderEliminarSaludo tu respuesta y celebro la lucidez de tus argumentos. Avizoro un diálogo fecundo sobre este tema. Te doy toda la razón en la oposición intelecdto / poesía en lo que respecta al mundo espiritual post helénico (con mayor razón todavía en la época del racionalismo; cfr. las duras alusiones del poema "El perro cartesiano"), pero tengo mis reservas en el caso griego.
Esta oposición tendría que relativizarse en lo tocante a los griegos. Me explico. Todavía Parménides escribe respetando la métrica de la poesía originaria y recurre a giros que recuerdan a Homero y Hesiodo. Heráclito usa un estilo oracular. Platón compone diálogos que son piezas literarias exquisitamente logradas. Cuando la disputa lógica parece entramparse, Platón recurre a mitos para salir del atolladero. La oposición mythos / logos es relativa, bella y sabiamente relativa. Todavía la reflexión no se ha escindido de la poesía viva.
Suscribo el vínculo que estableces entre reflexión y mímesis. Una mímesis que esclarece (des-oculta).
La excepción es Aristóteles, porque sólo hemos recuperado sus apuntes de clase (se dice que escribía diálogos).
Sobre lo del principio de la subjetividad, pienso en la matriz de la ética kantiana, por ejemplo.
Saludos,
Gonzalo.