Gonzalo Gamio Gehri
Decía Platón en El Sofista que las actividades fundamentales de la dialéctica son la separación y la unión conceptual: saber hacer las distinciones adecuadas, y elaborar síntesis cuando la ‘naturaleza de la cosa’ así lo amerita. Se trata de una lección fundamental que trasciende el ámbito propio de la filosofía, pues echa luces sobre el quehacer intelectual en general.
Leo con sumo interés el artículo del notable maestro Sinesio López – La derecha en el Perú – en el que hace un retrato crítico de las actitudes y referentes del derechista criollo. Como es peculiar en sus escritos, procede con agudeza y destreza, manejando muy bien la ironía. También se expresa con dureza, con la contundencia de aquel que, además de estar acostumbrado al rigor de las polémicas académicas, conoce el combate ideológico-político. El autor combina el argumento con la sátira:
“En el Perú no existen investigaciones históricas y empíricas que ayuden a definirla mejor. La peruana es una derecha difusa, borrosa, sin perfiles claros. Ella alberga a conservadores y a reaccionarios, a los defensores de la tradición y del statu quo, a los promotores del autoritarismo (la mano dura) y a los arribistas de toda laya. Cuando son católicos pertenecen al Opus Dei o al Sodalitium y, por eso mismo, son fundamentalistas pues fusionan la religión con la política. Son endogámicos: estudian en los mismos colegios, pertenecen a los mismos clubs exclusivos, se divierten en las mismas playas de moda, leen los mismos best sellers y, desde luego, a Vargas Llosa, su novelista favorito”.
Es más que seguro que algunos de los miembros de estos grupos religiosos conservadores protestará por la mención, que sin duda les molestará. Es verdad que la mención puede resultar algo gruesa, dado que existe una “derecha católica” (y también existe una “derecha evangélica”, lo señalo al paso) activa en la política que no necesariamente pertenece a estos grupos; la expresión también se refiere a individuos que se han asimilado a otra clase de colectivos completamente diferente, de tipo más “ideológico-cultural”, para decirlo de algún modo. En realidad, existen numerosos grupos tradicionalistas de extrema derecha religiosa y / o política – particularmente en
Creo que es preciso introducir matices en la lectura de López, y a eso me dedicaré en este post, a hacer distinciones en torno a las diferentes posturas asociadas comúnmente con la "derecha", pues es preciso no confundirlas. No voy a comentar la última parte del texto, en donde se señala a Humala como la "alternativa" a la "derecha", porque me parece que es una 'salida', digamos "política", que es evidentemente más que discutible (ya conocen mi opinión sobre el nacionalismo: no es un movimiento izquierdista). Voy a ocuparme sólo del retrato de la "derecha" que bosqueja el columnista.
Retomemos nuestra exposición. El autor continúa su descripción de los “derechistas”:
“Son liberistas (adoran al liberalismo económico) más que liberales. Aman la molicie rentista y odian el esfuerzo industrial. Son hispanistas, anglófilos o pro yanquis y, por eso mismo, excluyentes y racistas. Buscan la unanimidad y rechazan el pluralismo. Los mueve el miedo a los otros que pueden desbordarlos (los indios, los cholos, los amazónicos). Prefieren el orden al cambio y a la libertad. Son elitistas y están contra toda participación de las masas. Sus sectores ilustrados se inspiran en el pensamiento reaccionario de Louis de Bonald, Joseph de Maistre, Edmund Burke, Lammenais, Donoso Cortés, Carl Schmitt, Bartolomé Herrera, Riva Agüero. La derecha peruana ilustrada de hoy, sin embargo, no ha alcanzado las cumbres de la generación del 900. Son sólo modestos libretistas de ese viejo pensamiento reaccionario, de
Son partidarios de la versión extrema del neoliberalismo (sólo mercado y nada de Estado, exportación primaria sin industrialización, apertura total al libre comercio sin protección de los intereses nacionales, autorregulación del mercado sin protección de la sociedad, libre movimiento de capitales sin regulación, explotación del trabajo sin derechos del trabajador, puro chorreo y nada de distribución equitativa). Son hermanos-enemigos del estatismo. Por eso aman y odian a Chávez. Creen ingenuamente (¿o maliciosamente?) que el estatismo es la única alternativa a su pensamiento único conservador. Son monótonos y monocromáticos. Están incapacitados para pensar otros modelos de desarrollo que se ubican entre el neoliberalismo extremo y el estatismo. No perciben los matices que dan tono y color a la compleja vida social.”
Aquí es donde la lección platónica puede sernos de suma utilidad. Separar y reunir son operaciones racionales que echamos un tanto de menos en el texto que estamos reseñando. Estoy de acuerdo con Sinesio López en que los suscriptores de todas y cada una de las ideas y preferencias que menciona suelen ser clasificados como “de derecha”, pero existen diferentes posiciones aquí, que muchas veces son rivales entre sí: no es fácil que de Maistre combine con von Hayek: no se puede identificar a antimodernos y neoliberales. A estas tendencias - en versión criolla - las hermana el rechazo de la democracia política, el pluralismo, los Derechos Humanos, y una cierta condescendencia con quienes detentan el poder (incluso cuando éstos son “masones” o “populistas”), pero las enfrenta la valoración de la modernidad en cuanto tal, de la secularización y del mercado como espacio de realización[1]. Es verdad que reaccionarios, mercantilistas y neoliberales suelen establecer alianzas estratégicas para defender posturas autoritarias o militaristas (p.e., el caso fujimorista), o políticas contrarias a las causas ecologistas (véase el ridículo 'coloquio espiritual' entre el director de Correo y su discípulo más reciente sobre la película Avatar y sus posibles secuelas). Pero es preciso distinguir entrre derechas y derechas. Aquí hay al menos dos posiciones (con frecuencia antagónicas, repito) que el columnista tiende a confundir. López describe el terreno de la derecha criolla como si fuera un valle, una meseta o un desierto. Existen cadenas montañosas y caudalosos ríos que separan diferentes localidades.
Voy a resumir, y a proceder esquemáticamente. Tenemos la derecha “reaccionaria”. Tradicionalista y clerical. La devota de los grandes apellidos, la que suspira por los años de la colonia, las misas tridentinas y las corridas de toros. La de trono y altar, que simpatiza con el franquismo y con los regímenes militares o cívico-militares de facto. Considera que la Fuerza Armada es una institución "totelar", como la Iglesia jerárquica, que merece privilegios legales (y reclama 'leyes de punto final para los uniformados cuando han cometido delitos en conflictos armados o golpes de Estado). Aboga por una sociedad de súbditos (la democracia para ellos es "el gobierno de los inútiles"(sic)). Parece una extravagante reliquia del pasado, pero existe. Cuestiona la “técnica”, pero conoce muy bien Internet y Wikipedia (en algunos casos, demasiado bien). En tiempos del fujimorismo, ocupó algunos puestos clave en el Estado y en los medios de prensa más conservadores. A veces, usurpa las categorías (o asume el disfraz) de la “postmodernidad” o del “socialcristianismo”.
Tenemos también la derecha “neoliberal”. Lo suyo es el catecismo del Mercado y el ¡individualismo utilitario', pues no comparte la fe ultramontana de la posición anterior, que encuentra desfasada. Suscribe los fundamentos económicos del liberalismo, pero no admite sus fundamentos políticos, por eso no le hace gestos a los proyectos autoritarios; de hecho, le ha brindado ‘apoyo técnico’ (y a veces mediático) a los regímenes funestos de Pinochet y Fujimori: "salvo los negocios, todo es ilusión" rezaría su slogan más originario, si hicieran transparente su motivo nuclear. Para esta postura, los "gobernados" son antes que ciudadanos, consumidores y contribuyentes (por eso la noción misma de "sociedad civil" les resulta indigesta). Resulta manifiesto que esta postura también es antiliberal.
Como vemos, hay diferencias, y, llegado el caso, innegables conflictos. Puede incluso ser problemático denominar a ambas posiciones de la misma forma: “derecha”. Para una, la salida peruana consiste en lograr una homogeneidad cultural, construir una “comunidad nacional orgánica” (p.e., bajo la vieja idea conservadora del "país esencialmente mestizo y católico") que recupere sus tradiciones (especialmente religiosas), tarea que involucraría al propio Estado (descrito como confesional y culturalmente monolítico, promotor paternalista de "formas de vida fuertes"). Para la otra, se trata de potenciar el mercado libre y la vida productiva empresarial. La posición integrista reaccionaria y la neoliberal no pueden asimilarse recíprocamente sin más. Aquí existen notorias discrepancias y mutuos cuestionamientos. La primera acusa a la segunda de querer convertir el Perú en un gigantesco McDonalds. La segunda se burla de la disforzada y cortesana opereta rococcó que la primera intenta componer como "proyecto político", pues la encuentra bufonesca y retorcida.
Estas "derechas" contrapondrían un "comunitarismo tutelar", tradicionalista y potencialmente totalitario, a un individualismo economicista. Ambos proyectos, según el autor de la nota, aguardarían a su peculiar líder (a la manera de un "caudillo", o de un "gerente", respectivamente). Dice López:
“La derecha está integrada por los poderes fácticos (los organismos financieros internacionales,
Es cierto que, en numerosas ocasiones, ambas posiciones “derechistas” constituyen su identidad de manera contradistintiva, en oposición a la “izquierda”, los “rojos”, los “caviares”, los “liberales”, los “cívicos”; a partir de este contraste van haciendo explícito su ideario. Y claro, han colaborado con entusiasmo en su lucha contra el proyecto transicional, y en la campaña alcantarillesca contra
[1] He de decir que la descripción de la “izquierda” requiere un análisis análogo a este, en el que la valoración de la democracia, la no-violencia y el aprendizaje de los sucesos de 1989 constituirán criterios a considerar.
Actualización. Ricardo Vásquez Kunze publica una réplica a Sinesio López en Perú 21.