Dos imágenes dominan el horizonte abierto por la filosofía política clásica. La primera es la descrita por la alegoría de la caverna de Platón, el retrato de un mundo sumido en la confusión y el prejuicio, una humanidad que vive entre las sombras hasta que el filósofo inicia su camino hacia la luz, cuyo resultado permite que cada cosa sea vista y revele su lugar en un orden mayor de significados. La condición inicial del ser humano es aquí la de una criatura cautiva en una red de apariencias tejida por los sofistas y los tiranos, que manipulan su conducta imponiendo a los prisioneros una concepción falsa de la realidad y de sí mismos. La liberación de estas ataduras pasa por la parificación del pensamiento, que abandona por fin las opiniones y se dispone a conocer lo que en sí mismo constituye lo que es bueno y mejor para la vida.
La segunda imagen corresponde al ágora, el espacio público que convocaba a los ciudadanos atenienses a discutir en torno a la justicia y a la calidad de las instituciones políticas. Más precisamente, el Areópago, otrora lugar de culto a Ares y a la violencia, que se convierte finalmente por obra de los hombres en el escenario de las asambleas cívicas y en la sede de los tribunales. Se trata de un espacio para el discernimiento público, para el libre intercambio de argumentos que orientan nuestra vida común. Se trata de forjar consensos racionales y provisionales, tanto como expresar disensos racionales que puedan ser fructíferos para el debate y para la defensa de las libertades. El objetivo es producir la metánoia (el cambio en el modo de pensar y de sentir) entre los agentes políticos. Esta clase de práctica dialógica también está expuesta a la manipulación – qué duda cabe -, pero no disponemos de un saber de privilegio (“objetivo”) para denunciarla. Se la desenmascara in situ, merced a las habilidades dialécticas y al ejercicio del espíritu crítico de los participantes.
A pesar de la profundidad y el heroísmo de la primera imagen, siento mayor afinidad por la segunda. Pienso en el tribunal que absolvió al príncipe Orestes, y lo libró del yugo de las erinias, servidoras de la justicia cósmica y divinidades de la venganza. El ágora simboliza el locus de la racionalidad pública, de la justicia que hemos fundado los seres humanos gracias a nuestra capacidad de entendimiento común. El proceso de deliberación y construcción del juicio político es también de tipo correctivo - promueve el esclarecimiento de los problemas, la conversión de los “prejuicios” en “juicios” -, pero no postula un camino ascendente que (al menos en la interpretación tradicional), supondría el abandono de la perspectiva del mundo ordinario, sus afanes, sus conflictos. El diálogo que se cultiva en el ágora pretende ser horizontal; la verdad y la justicia que se pretende conquistar son inseparables de la experiencia encarnada de la discusión y la acción política. Parafraseando a Michael Walzer, la caverna platónica es un escenario del que no debemos salir; es un mundo que debemos saber habitar.
Leer el artículo en la Revista Nudo.
Imagen tomada de: http://images.google.com.pe/imgres?imgurl=http://exterior.pntic.mec.es/hrag0000/imag/naveg/stoa2.jpg&imgrefurl=http://exterior.pntic.mec.es/hrag0000/&usg=__6BffsBFj_Nm4bi6qo4pwaYA_imQ=&h=333&w=500&sz=34&hl=es&start=49&sig2=VCaSiSTXXsBNoXgP7nR6dw&tbnid=B4-gM72AqJ-zoM:&tbnh=87&tbnw=130&prev=/images%3Fq%3Dagora%2Bde%2Batenas%26gbv%3D2%26ndsp%3D20%26hl%3Des%26sa%3DN%26start%3D40&ei=n26pSoH-HILhlAfQs_XhBg
Gonzalo
ResponderEliminarSoy seguidor de tu blog, siempre con notas interesantes. Te cuento que he abierto un blog, donde intentaré reflexiones sobre política, conflictos, derechos humanos. Ojalá lo puedas visitar: http://palabrasyviolencias.zoomblog.com/
Saludos
Jairo Rivas
Estimado Jairo:
ResponderEliminar¡Una magnífica noticia, amigo! Te leeré con sumo interés.
Un abrazo,
Gonzalo.
De momento, puedo decir que es muy interesante. Luego haré un comentario mayor, dado que lo amerita.
ResponderEliminarHola a todos:
ResponderEliminarGonzalo, muy interesante tu visión de la racionalidad política, pero no puedo acompañarte en tu decisión final de suscribir la afirmación parafraseada de Walzer.
Ciertamente captas la heroicidad y oteas la profundidad de la decisión de salir de la caverna, pero abdicas de ello, por temor, un temor de inspiración noble sin duda, pero equivocado. Encuentras una relación de antagonismo entre ambas imágenes, sin embargo deberíamos intentar tender puentes entre uno y otro, una solución de continuidad, esa sigue siendo la labor del ciudadano (polites) filósofo.
Dices ser consciente que "Esta clase de práctica dialógica también está expuesta a la manipulación", pero "no disponemos de un saber de privilegio (“objetivo”) para denunciarla", al mismo tiempo que no renuncias a denunciar tal manipulación, confías en desenmascararla, apelando a "las habilidades dialécticas y al ejercicio del espíritu crítico de los participantes."
He aquí el puente buscado y necesario, tal confianza, solo es posible, si subsisten al interior de la comunidad de participantes, según tu afirmación, las habilidades que caracterizan en principio a sofistas y a filósofos, respectivamente: habilidades dialécticas y espíritu crítico. Esto significa, ni mas ni menos, que la pericia en el ejercicio de la racionalidad técnica (dialéctica) no es suficiente para evitar tal manipulación, mas bien probablemente pueda hacerla mas poderosa (actitud sofista); respecto del espíritu crítico, solo es posible criticar si se tiene una visión comparativamente mejor a la realidad existente, ciertamente esta visión puede ser -usando una terminología teológica- catafática (afirmativa) o apofática (negativa; esta es propiamente una actitud filosófica (en cuanto que la purificación del pensamiento implica la renuncia a un uso manipulador del mismo):
"-Pero ¿conoces -dije- otra vida que desprecie los cargos políticos excepto la del verdadero filósofo?
-No, ¡por Zeus! -dijo.
-Ahora bien, no conviene que se dirijan al poder en calidad de amantes de él, pues, si lo hacen, lucharán con ellos otros pretendientes rivales." (PLATÓN. La República, 521b)
Puesto que el espíritu crítico, implica "que cada cosa sea vista y revele su lugar en un orden mayor de significados." parte de este camino emprendido por el filósofo hacía la luz implica el abandono de las opiniones y la perseverancia en la disposición a "conocer lo que en sí mismo constituye lo que es bueno y mejor para la vida."
Lo que genera la decisión, respetable pero equivocada del blogger, es que a partir de este punto, supone solo un camino posible, que el filófo asuma su pensamiento como el único posible (objetivo) sobre la "luz", por lo que devendrá en manipulador, ciertamente esta es una tentación permanente... para el pensamiento no genuinamente purificado. Pero no es la única posibilidad, la genuinamente filosófica será aquella, que purificada (cuyo signo de purificación será la renuncia a la manipulación y al poder) aceptará en principio, el inacabamiento de su particular traducción de la "luz".
Con la venia del blogger, leer mas en: http://jhcs-otromundoesundeber.blogspot.com
Julio:
ResponderEliminarPues aquí discrepamos. Comparto la distinción platónica entre amantes del saber y amantes del poder, pero también es cierto que el saber ya no es concebida en términos platónicos. La perspectiva crítica proveniente de la fenomenología, el pragmatismo y Wittgenstein apunta en otra dirección. Nos acercamos más a la dialéctica aristotélica que a la dialéctica platónica.
Saludos,
Gonzalo.