jueves, 10 de septiembre de 2009

¿UN NUEVO ÁGORA?




Gonzalo Gamio Gehri



Dos imágenes dominan el horizonte abierto por la filosofía política clásica. La primera es la descrita por la alegoría de la caverna de Platón, el retrato de un mundo sumido en la confusión y el prejuicio, una humanidad que vive entre las sombras hasta que el filósofo inicia su camino hacia la luz, cuyo resultado permite que cada cosa sea vista y revele su lugar en un orden mayor de significados. La condición inicial del ser humano es aquí la de una criatura cautiva en una red de apariencias tejida por los sofistas y los tiranos, que manipulan su conducta imponiendo a los prisioneros una concepción falsa de la realidad y de sí mismos. La liberación de estas ataduras pasa por la parificación del pensamiento, que abandona por fin las opiniones y se dispone a conocer lo que en sí mismo constituye lo que es bueno y mejor para la vida.

La segunda imagen corresponde al ágora, el espacio público que convocaba a los ciudadanos atenienses a discutir en torno a la justicia y a la calidad de las instituciones políticas. Más precisamente, el Areópago, otrora lugar de culto a Ares y a la violencia, que se convierte finalmente por obra de los hombres en el escenario de las asambleas cívicas y en la sede de los tribunales. Se trata de un espacio para el discernimiento público, para el libre intercambio de argumentos que orientan nuestra vida común. Se trata de forjar consensos racionales y provisionales, tanto como expresar disensos racionales que puedan ser fructíferos para el debate y para la defensa de las libertades. El objetivo es producir la metánoia (el cambio en el modo de pensar y de sentir) entre los agentes políticos. Esta clase de práctica dialógica también está expuesta a la manipulación – qué duda cabe -, pero no disponemos de un saber de privilegio (“objetivo”) para denunciarla. Se la desenmascara in situ, merced a las habilidades dialécticas y al ejercicio del espíritu crítico de los participantes.

A pesar de la profundidad y el heroísmo de la primera imagen, siento mayor afinidad por la segunda. Pienso en el tribunal que absolvió al príncipe Orestes, y lo libró del yugo de las erinias, servidoras de la justicia cósmica y divinidades de la venganza. El ágora simboliza el locus de la racionalidad pública, de la justicia que hemos fundado los seres humanos gracias a nuestra capacidad de entendimiento común. El proceso de deliberación y construcción del juicio político es también de tipo correctivo - promueve el esclarecimiento de los problemas, la conversión de los “prejuicios” en “juicios” -, pero no postula un camino ascendente que (al menos en la interpretación tradicional), supondría el abandono de la perspectiva del mundo ordinario, sus afanes, sus conflictos. El diálogo que se cultiva en el ágora pretende ser horizontal; la verdad y la justicia que se pretende conquistar son inseparables de la experiencia encarnada de la discusión y la acción política. Parafraseando a Michael Walzer, la caverna platónica es un escenario del que no debemos salir; es un mundo que debemos saber habitar.

La segunda imagen celebra la idea de ciudadanía, la capacidad humana de actuar en concierto conforme al cultivo de la deliberación. En un mundo como el actual - para el cual la proyección del comportamiento económico y la razón instrumental hacia todos los rincones y facetas de la vida se ha convertido en una suerte de “sentido común” – la vindicación de la acción cívica constituye en una fuente de reflexión crítica especialmente valiosa. Nos invita a buscar lo que nos involucra en actividades cooperativas, y no sólo aquello que nos convierte en meros agentes competitivos, concentrados en el logro de intereses privados. En el plano político, nos convoca a buscar interpretaciones que no se agotan en aquello que se declara o relata desde los medios de comunicación. Nos anima a organizarnos para construir opinión pública, fiscalizar a nuestras autoridades, y vigilar que el poder se distribuya, y no se concentre en pocas manos.

Me he preguntado muchas veces si Internet constituye un escenario propicio para el surgimiento de una suerte de “nuevo ágora” y si concretamente los blogs constituyen espacios públicos de esta clase. La respuesta es compleja, sin duda. De un lado, la red hace posible que las opiniones se contrasten y se configuren casi en tiempo real, lo cual fluidifica la constitución de una esfera de opinión pública que incluso trasciende las fronteras nacionales. Por otro lado, ella permite que el número de interlocutores en la discusión se incremente notablemente, en contraste con décadas anteriores, en las que los llamados “líderes de opinión” formaban una élite compuesta por los políticos, otras autoridades sociales, y los periodistas e intelectuales que colaboraban con los medios de comunicación de masas. Hoy el usuario de un blog puede someter a crítica las declaraciones de estos personajes, o introducir un nuevo item en la agenda de la discusión.

Sin embargo, el tema también cuenta con algunas áreas oscuras. El acceso a la comunicación virtual está restringido, lo cual dificulta que mucha gente en condiciones de precariedad económica pueda intervenir como ciudadano en los debates sobre asuntos de interés común. De otro lado, no existe en nuestro medio una cultura de la argumentación, que valore especialmente la construcción de consensos, o que admita la discrepancia como algo valioso. La década de los noventa trajo consigo el pathos del ‘destape farandulero’ - que ha intoxicado al propio periodismo – y la lógica violenta del reality show como técnica (y “retórica”) para el tratamiento de los conflictos. El abuso del anonimato tiende a distorsionar la dinámica de la conversación. Aún con todas estas limitaciones, Internet contribuye a configurar un espacio amplio para la reflexión y la crítica. Depende de nosotros que algún día los espacios que ofrece la red puedan transformarse en una forma de ágora.



Leer el artículo en la Revista Nudo.

Imagen tomada de: http://images.google.com.pe/imgres?imgurl=http://exterior.pntic.mec.es/hrag0000/imag/naveg/stoa2.jpg&imgrefurl=http://exterior.pntic.mec.es/hrag0000/&usg=__6BffsBFj_Nm4bi6qo4pwaYA_imQ=&h=333&w=500&sz=34&hl=es&start=49&sig2=VCaSiSTXXsBNoXgP7nR6dw&tbnid=B4-gM72AqJ-zoM:&tbnh=87&tbnw=130&prev=/images%3Fq%3Dagora%2Bde%2Batenas%26gbv%3D2%26ndsp%3D20%26hl%3Des%26sa%3DN%26start%3D40&ei=n26pSoH-HILhlAfQs_XhBg

5 comentarios:

  1. Gonzalo
    Soy seguidor de tu blog, siempre con notas interesantes. Te cuento que he abierto un blog, donde intentaré reflexiones sobre política, conflictos, derechos humanos. Ojalá lo puedas visitar: http://palabrasyviolencias.zoomblog.com/
    Saludos
    Jairo Rivas

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  2. Estimado Jairo:

    ¡Una magnífica noticia, amigo! Te leeré con sumo interés.

    Un abrazo,
    Gonzalo.

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  3. De momento, puedo decir que es muy interesante. Luego haré un comentario mayor, dado que lo amerita.

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  4. Hola a todos:

    Gonzalo, muy interesante tu visión de la racionalidad política, pero no puedo acompañarte en tu decisión final de suscribir la afirmación parafraseada de Walzer.

    Ciertamente captas la heroicidad y oteas la profundidad de la decisión de salir de la caverna, pero abdicas de ello, por temor, un temor de inspiración noble sin duda, pero equivocado. Encuentras una relación de antagonismo entre ambas imágenes, sin embargo deberíamos intentar tender puentes entre uno y otro, una solución de continuidad, esa sigue siendo la labor del ciudadano (polites) filósofo.

    Dices ser consciente que "Esta clase de práctica dialógica también está expuesta a la manipulación", pero "no disponemos de un saber de privilegio (“objetivo”) para denunciarla", al mismo tiempo que no renuncias a denunciar tal manipulación, confías en desenmascararla, apelando a "las habilidades dialécticas y al ejercicio del espíritu crítico de los participantes."

    He aquí el puente buscado y necesario, tal confianza, solo es posible, si subsisten al interior de la comunidad de participantes, según tu afirmación, las habilidades que caracterizan en principio a sofistas y a filósofos, respectivamente: habilidades dialécticas y espíritu crítico. Esto significa, ni mas ni menos, que la pericia en el ejercicio de la racionalidad técnica (dialéctica) no es suficiente para evitar tal manipulación, mas bien probablemente pueda hacerla mas poderosa (actitud sofista); respecto del espíritu crítico, solo es posible criticar si se tiene una visión comparativamente mejor a la realidad existente, ciertamente esta visión puede ser -usando una terminología teológica- catafática (afirmativa) o apofática (negativa; esta es propiamente una actitud filosófica (en cuanto que la purificación del pensamiento implica la renuncia a un uso manipulador del mismo):
    "-Pero ¿conoces -dije- otra vida que desprecie los car­gos políticos excepto la del verdadero filósofo?
    -No, ¡por Zeus! -dijo.
    -Ahora bien, no conviene que se dirijan al poder en calidad de amantes de él, pues, si lo hacen, lucharán con ellos otros pretendientes rivales." (PLATÓN. La República, 521b)

    Puesto que el espíritu crítico, implica "que cada cosa sea vista y revele su lugar en un orden mayor de significados." parte de este camino emprendido por el filósofo hacía la luz implica el abandono de las opiniones y la perseverancia en la disposición a "conocer lo que en sí mismo constituye lo que es bueno y mejor para la vida."

    Lo que genera la decisión, respetable pero equivocada del blogger, es que a partir de este punto, supone solo un camino posible, que el filófo asuma su pensamiento como el único posible (objetivo) sobre la "luz", por lo que devendrá en manipulador, ciertamente esta es una tentación permanente... para el pensamiento no genuinamente purificado. Pero no es la única posibilidad, la genuinamente filosófica será aquella, que purificada (cuyo signo de purificación será la renuncia a la manipulación y al poder) aceptará en principio, el inacabamiento de su particular traducción de la "luz".

    Con la venia del blogger, leer mas en: http://jhcs-otromundoesundeber.blogspot.com

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  5. Julio:

    Pues aquí discrepamos. Comparto la distinción platónica entre amantes del saber y amantes del poder, pero también es cierto que el saber ya no es concebida en términos platónicos. La perspectiva crítica proveniente de la fenomenología, el pragmatismo y Wittgenstein apunta en otra dirección. Nos acercamos más a la dialéctica aristotélica que a la dialéctica platónica.

    Saludos,
    Gonzalo.

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