REFLEXIONES SOBRE UN ARTÍCULO DE MARTÍN TANAKA
Gonzalo Gamio Gehri
Ayer, Martín Tanaka ha publicado un interesante artículo, Intelectuales y política, en la página de Opinión de La República. Tanaka recoge los comentarios de Juan de la Puente sobre la Encuesta del poder de Apoyo, en su sección sobre los intelectuales, y plantea una posicón sobre el particular. El texto contiene agudas reflexiones sobre un tema que no suele discutirse en los medios de comunicación. Paso a comentar algunos de sus pasajes centrales.
La definición de “intelectuales” que ofrece Tanaka puede convertirse en un buen punto de partida para la discusión. Sostiene que se trata de aquellas personas que “parten de una legitimidad obtenida en las artes, ciencias o humanidades en general, para desarrollar también una reflexión sobre los principales problemas y desafíos de su tiempo, que establecen pautas de acción política”. El autor se refiere entonces al llamado intelectual público, el académico que proyecta su influencia sobre la esfera política y sobre la sociedad civil (y que nada tiene que ver, afortunadamente, con el "intelectual orgánico" marxista). Luego añade:
“El intelectual así definido no existe propiamente en los Estados Unidos, por ejemplo, donde parece primar el criterio de que a problemas específicos se debe recurrir a expertos específicos. Por el contrario, en Europa en general, existe una sólida y larga tradición de intelectuales interviniendo en la esfera pública; de allí surgió la figura del “intelectual comprometido”, que ha impactado tanto en América Latina.”
Evidentemente, si uno piensa en Sastre, en Russell o en Habermas tiene que darle la razón a Tanaka en torno al perfil del intelectual europeo, y su abierto interés por la política. No obstante, creo que se equivoca cuando se refiere al caso norteamericano. Por décadas, John Dewey fue el intelectual público de los Estados Unidos, un pensador con una amplia y poderosa influencia en diversos círculos políticos y culturales. Lo mismo puede decirse - aunque acaso con menor intensidad - de William James. En los últimos años, académicos que trabajan en Norteamérica como Richard Rorty, Noam Chomsky, Amartya Sen y Michael Walzer han asumido una presencia importante en la esfera pública estadounidense, para elaborar “una reflexión sobre los principales problemas y desafíos de su tiempo”. Sus puntos de vista sobre la administración Bush, la guerra de Irak, o los conflictos culturales han sido abiertamente discutidos en espacios de política activa y en la sociedad civil. La figura del académico-profesional-con tema puntual- y sin interés especial por la visión de conjunto no es una figura excluyente y solitaria en los Estados Unidos.
Pero Tanaka apunta a discutir la situación del intelectual peruano. Señala que en el pasado, ciertos académicos contaban con actores políticos e instituciones que perseguían la difusión y encarnación de sus ideas. Sin embargo, en la escena política actual, “con políticos personalistas, partidos no ideológicos, que desdeñan la importancia de contar con diagnósticos y programas de gobierno, y que se amparan en la tecnocracia global y local predominante, los intelectuales han perdido peso”. Tiene toda la razón, sin duda. En el Perú actual constituye casi un exceso verbal hablar de “Partidos políticos” en escenarios políticos en los que – particularmente en períodos pre-electorales – individuos con una bolsa bajo el brazo se pasean buscando un partido o movimiento inscrito en el JNE que les permita postular al Congreso. Si no existen programas ni idearios, ni siquiera militancias en sentido estricto, plantear una conexión interesante entre los intelectuales y la vida pública carece de sentido, al menos dentro del sistema político.
Lo que llama la atención del texto de Tanaka son sus reflexiones finales, así como las preguntas que deja pendientes. Está convencido de que la relación entre los intelectuales y la política está variando sustancialmente. Constata que las reflexiones de aquellos ya no cuentan con agrupaciones que las lleven a la práctica. Uno podría preguntarse si el intelectual público requiere necesariamente de ese correlato institucional, o si sus cuestionamientos al poder o sus interpretaciones en torno a los asuntos públicos al interior del espacio de opinión pública pueden tener un valor por sí mismos (o no). Pienso en los casos de Vargas Llosa, de Soto y Cotler, que el propio Tanaka cita. Poner sobre el tapete determinadas cuestiones (p.e., las críticas de Vargas Llosa a los ‘nacionalismos’) puede generar corrientes de opinión que tengan impacto en el espacio público sin tener que convertirse en parte de un ideario partidario.
Tanaka se pregunta si nos acercaremos al presunto “modelo norteamericano”, el del profesional-con tema puntual, reacio a discutir sobre los asuntos públicos. Espero que no. Ya me he topado con esa clase de "intelectuales". Críticos literarios especialistas en consideraciones estilísticas y estéticas que no conocen cabalmente el contexto teórico-político de sus objetos de investigación, o investigadores de movimientos religiosos y partidos políticos que conocen al dedillo la presencia de éstos en regiones y Estados – y las cifras de los militantes y desertores – pero no son capaces de decir una palabra acerca de las imágenes religiosas o de las ideologías que mueven a sus líderes y adeptos. El precio de tal atomización del trabajo intelectual es que la idea misma del conocimiento se disuelve sin remedio. No necesitamos ese academicismo parcelario que se muestra vano y estrecho de miras frente a una reflexión más amplia respecto de los problemas humanos. Si la idea del profesional-con tema puntual fuese llevada a su extremo más radical, textos importantes como Densidad del presente de Gustavo Gutiérrez no habrían sido escritos jamás. Me parece perfectamente natural que los intelectuales se ocupen de los problemas que los circundan, incluyendo los problemas políticos. Después de todo, la 'cosa pública' nos pertenece a todos.
No puedo evitar pensar que aquí dos planos tienden a confundirse. Por un lado, el tema de la especialidad del académico, en el que el grado de rigor conceptual y el manejo de fuentes y datos deben ser estrictos. Por otro, la presencia de los académicos en el debate público. Si uno es un especialista en la literatura del Siglo de Oro – por poner un ejemplo – no podrá reflexionar con el mismo dominio conceptual el proyecto de Igualdad religiosa que sobre los versos de Lope y de Quevedo. Es obvio. No obstante, el académico es un ciudadano que puede sentirse involucrado con la idea de este proyecto, y puede proponerse examinar su naturaleza y alcances en una columna de opinión o incluso en una entrada de blog. Es evidente que los intelectuales no tienen garantía de lucidez en su aproximación a los problemas nacionales (tampoco la tienen en temas científicos y humanísticos, susceptibles de crítica y abiertos a nuevos descubrimientos). Quizá los académicos cuentan con un valioso acervo de conceptos y metáforas que tienen a mano; asimismo, poseen una cierta experiencia en el ejercicio de la argumentación que los lleva a desdeñar firmemente las falacias y galimatías. Es seguro que la mayoría de los intelectuales aprecian las razones antes que las acrobacias retóricas o el recurso a la fuerza, la burda apelación a la “mano dura”. Se trata de cuestiones de sophrosyne antes que de epistéme. Pero ese entrenamiento no los convierte en algo parecido a figuras oraculares que expresan 'la verdad definitiva' sobre la vida pública. Son interlocutores en una conversación mayor que concierne a los ciudadanos en general.
No creo que tengamos que elegir entre el académico comprometido y el especialista sin interés en la discusión pública. Se trata de un dilema cuestionable, quizá de un falso dilema. La propia posición de Tanaka al respecto no es clara, se manifiesta ambigua. Se insinúa una cierta simpatía por el supuesto “modelo norteamericano” (por sus niveles de especialización), pero parece echar de menos las “visiones de síntesis” que, a su juicio, los intelectuales peruanos ya no formulan. Incluso sugiere que sería preciso que los intelectuales reconozcan su escasa disposición a pensar las transformaciones que el país ha experimentado en los últimos años. Se trata de una sugerencia importante, máxime si ha sido planteada por un académico riguroso como Tanaka, quien periódicamente comparte con sus lectores sus opiniones sobre el curso de la vida pública. Porque es evidente que Martín Tanaka es un intelectual público que ejerce la crítica, y que dialoga con la mejor disposición (Véase su excelente post, Crímenes de odio y columnas de opinión, sobre el vergonzoso premio conferido a Correo, hecho que comentaré pronto). Con todo, su inspirador artículo nos deja con algunas interrogantes. Es posible que el autor haya querido llevarnos más allá del dilema, pero quizá el reducido espacio que permite el formato de la columna de opinión no se lo haya permitido. Esperemos que retome el tema en una próxima oportunidad, y que se detenga en ese punto.
Imagen (John Dewey) tomada de:
http://3.bp.blogspot.com/_MuWNJtJ8XS4/RluCf7laMFI/AAAAAAAAAi8/DrQjg_tOLxA/s400/dewey_john.gif
Estimado Gonzalo:
ResponderEliminarmuchas gracias por tus comentarios, y darme la oportunidad de hacer algunas aclaraciones.
- sobre los intelectuales en Europa y en Estados Unidos. Insisto en la diferencia, aunque fuera de énfasis: tengo la impresión de que en Europa los intelectuales tienen más audiencia e influencia, y mayor llegada a grandes públicos, mientras que en los Estados Unidos se mueven más en círculos académicos y de elite, sin impactar tanto en el gran público. Esto se relaciona también con la naturaleza de esfera pública en Europa y Estados Unidos: en el primer caso hay mucho más tradición de debate intelectual y político, en el segundo la esfera pública está mucho más atravesada por la industria del entretenimiento.
- sobre la relación entre intelectuales y proyectos políticos, simplemente constato que antes, con partidos ideológicos más fuertes, los intelectuales despertaban más interés porque sus ideas de alguna manera eran recogidas por actores políticos y sociales, y eran parte del debate político nacional. Ahora, el impacto de los intelectuales ha disminuido, al no tener interlocución fluida con la esfera política. No es que piense que “el trabajo intelectual requiere necesariamente de ese correlato institucional”. Digo simplemente que si no lo tiene, su impacto será menor, porque depende de las volátiles mareas de opinión. Y por supuesto, esta discusión nada tiene que ver con el valor de las ideas o con la necesidad de asumir posturas críticas.
- sobre el “modelo norteamericano”. En lo personal, me desagradan los académicos solo preocupados por su carrera profesional, que definen sus temas de interés instrumentalmente, en función a las modas o fuentes de financiamiento, que en nombre del rigor y el método terminan trabajando temas intrascendentes, que son indiferentes a las realidades que estudian y a las personas de carne y hueso que viven y padecen los temas que investigan; pero también me desagradan los “intelectuales comprometidos” que se convierten en propagandistas, que creen tener respuestas para todo, que confunden la realidad con sus deseos, que lanzan rollos sin sustento empírico, sin fundamentación lógica, que satanizan a quienes no piensan como ellos, que asumen una postura de “superioridad moral” que por supuesto no merecen.
Me temo que ahora en nuestro país pecamos mucho de lo segundo, y corremos el riesgo de que las nuevas generaciones pequen de lo primero.
La percepción de ambigüedad en mi texto podría explicarse porque no me gusta ninguno de estos modelos, y al mismo tiempo rescato algunos componentes de cada uno. Simpatizo más bien con la idea de un intelectual comprometido con los grandes desafíos de su tiempo, que como ciudadano busca aportar al debate público contribuyendo con algunos valores propios de la academia: el rigor, el método, la fundamentación en la realidad empírica, la apertura a puntos de vista e hipótesis divergentes, el espíritu crítico con las opiniones ajenas, pero también con las propias. Trato de regirme por estas nociones.
Saludos,
Otro aspecto de la intelectualidad es su "uso politico",es decir a nivel de soporte para justificar una determinada acccion.Y en este aspecto tambien entran los "especialistas",como hace poco mostro rendon sobre la relacion ongs y conflictos que presento carlos melendez y que fue usada tendenciosamente por correo.Saludos.
ResponderEliminarMario
Estimado Martín:
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Encantado de dialogar contigo, como siempre. Tus puntods aclaran el argumento. Las dudas que quedan se irán despejando en la medida en que el diálogo avance.
Un abrazo,
Gonzalo.
Es dificil elaborar una vision de sintesis o de imaginar un peru con futuro, cuando en los ultimos 30 años, la politica esta caracterizada por la prepotencia, el transfugismo, la criminalidad, el caudillismo,etc..
ResponderEliminarEl pensamiento de Cotler, MVLL, no abordan este tema moral-juridico, solo hablan de bienestar economico.
Cuando se despeje un poco la pestilencia de la podredumbre moral, creo que recien se puede mirar al peru con mas optimismo. Basta con jueces honestos y el peru empezara a encontrar su direccion.
Hola Mario:
ResponderEliminarHay que distinguir de todos modos el uso que hace el diario de la investigación de la investigación misma. Lo mejor hubiera sido presentar la investigación concluida.
Saludos,
Gonzalo.
Estimado Gonzalo,
ResponderEliminarCreo que es una reflexion interesante la que presentas. La de Martin Tanaka tambien es muy interesante. Sin embargo, yo tambien dudo de que los intelectuales norteamericanos, no tengan un papel en el debate dentro y fuera de su pais. Si pienso como dices, en Noan Chomsky, alguien a quien he leido, me queda claro que tiene un papel que cumplir en todo esto.
Por otro lado, es importante caer en cuenta que efectivamente en nuestra realidad, los partidos y los intelectuales andan cada vez mas alejados. No es de extrañar, si las actuales partidos carecen de ideario y debates ideologicos, sino poseen simplemente una prima de conveniencias e intereses mediaticos, se entienden el porque de esta situacion.
Saludos cordiales,
CZG
Hola gonzalo.Desde luego,pero el impacto que puede tener ese uso en la opinion no cambiara,o se modificara poco,ya que es muy probable que la investigacion concluida sea leida y comentada por un grupo muy reducido.Ademas lo que trataba de decir es que la intelectualidad no solo tiene que ver con posiciones o sintesis, sino tambien con usos y los soportes que se hacen a partir no solo de los escritos sino tambien de los personajes.
ResponderEliminarsaludos.
mario
Hola Mario:
ResponderEliminarTienes toda la razón. La intención de "Correo" es clarísima.
Saludos,
Gonzalo.
Estimado César:
ResponderEliminarMartín ha señalado un matiz importante en su comentario. Los intelectuales estadounidenses también escriben sobre temas públicos, pero no tienen el impacto, la fluidez y la regularidad de sus pares europeos. Es un punto que debe discutirse, pero aclara su punto.
Saludos,
Gonzalo.
Hola Gonzalo
ResponderEliminarCon respecto al presunto modelo norteamericano, te doy la razon en la medida que me he topado tambien con ese perfil en algunas universidades en los Estados Unidos. Un caso claro son los Estudios Culturales donde algunos se vuelven "expertos" en un collage de autores, pero no tienen idea de los fundamentos que sostienen sus citas (mucho Focault, pero no Kant; mucho Ricoeur, Derrida, Bordieu, pero no Husserl). La idea es ser interdisciplinario y aplicar "marcos teoricos" a los temas o problemas a investigar. La idea no es mala en si, pero desgraciadamente sin una buena formacion en clasicos terminas, parafraseando a Platon, navegando por el viento y no con los remos.
Saludos
Renzo
Estimado Renzo:
ResponderEliminarDe acuerdo contigo en la "desmesura" de algunos expertos en estudios culturales. Ahora, hay que decir que la posición de muchos positivistas en el otro extremo no es mejor. No salen de su parcela temática, en muchos casos.
Un abrazo,
Gonzalo.
Estimado Gonzalo:
ResponderEliminarSiempre leo tu blog, ya que tocas temas importantes. Felicitaciones.
Sobre el tema. Es cierto que los intelectuales y los partidos politicos se han distanciado, pero no creo que los intelectuales se hayan distanciado de la politica. Lo que creo ha sucedido en el Perù es que ha falta de partidos polìticos (lo que hay son maquinarias electorales. ejem APRA), ha hecho que otro tipo de organizaciones llene ese vacio. El ejemplo màs claro son las ong, o los movimientos regionales; donde la actividad politica es mucho màs abierta y menos ideologica.
Otro comentario que querioa hacer sobre el tema, es que cuando se critica a los partidos politicos de caudillistas, debemos tomar en cuenta que los intelectuales en el Perù, por lo menos los màs conocidos, son tambien una especie de caudillos o notables.
Hola Walter:
ResponderEliminarGracias por tu comentario y bienvenido al blog.
Comparto tu juicio sobre los movimientos regionales, y tengo la esperanza que tengan un rol mayor en la escena política. No creo que las ONG "llenen el vacío" de los partidos; me parece que su actividad es de otra naturaleza.
Estoy de acuerdo contigo en que muchos intelectuales actúan como caudillos. Incluso los que se describen como "científicos".
Saludos,
Gonzalo.
Deberías añadir el nombre de Paul Krugman, quien, aunque no sea muy conocido en América Latina, sí es influyente en los Estados Unidos. Tiene una columna muy leída en el New York Times y también administra un blog, además de ser el reciente Nobel de Economía, por cierto.
ResponderEliminarEn el mundo anglosajón también destaca el conocido biólogo Richard Dawkins. Sus apariciones en medios escritos, televisivos y radiales son frecuentes. Llama, según dice, a una nueva Ilustración. Y ha dado mucho que hablar en los últimos años difundiendo el ateísmo, incluso publicitando la campaña en autobuses.
Los intelectuales peruanos deberían saber que una forma de hacer política también es callarse en algunas circunstancias y no prestarse al juego del poder. Además creo que entre los intelectuales peruanos mucho prima la amistad con los políticos y los favores que éstos les hacen cuando los toman de asesores.
ResponderEliminarUna chica
Estimado Gonzalo;
ResponderEliminari)Tanaka nos cuenta que le desagradan los intelectuales que en nombre del método trabajan cualquier cosa,pero luego dice que se rinde ante el método como valor propio de la academia…¿?
ii)Tampoco me queda claro a qué le llama ser indiferentes a la ´realidad´que estudian.O sea, un biolólogo que estudia el VIH,¿se debería inyectar el virus para realmente involucrarse con el problema y con la gente de carne y hueso que lo padece?
Además si fueran tan indiferentes ¿no estudiarían esos temas no?y aun así,no tiene cómo saber si a uno realmente le conmueve o no el asunto,ya que es una cuestión muy personal
“que son indiferentes a las realidades que estudian y a las personas de carne y hueso que viven y padecen los temas que investigan”
iii)Finalemente me parece la descripción demasiado esterotipada como si se refiriera por un lado al intelectual de los años 60, sentado en un café de París con bufanda,fumando de manera pensativa,con barba de cuatro días,probablemente psiconalista,marxista,existencialista,fenomenólogo...etc
Y por otro lado, se imagina al modelo ,´modelo gringo contemporáneo´,experto en nanotecnología o software,de origen indú trabajando en el Silicon Valley,vistiendo con zapatillas blancas,jeans, camisa arrugada(a lo Chomsky en el MIT),y cuando e preguntan sobre política,él responde de forma indiferente mascando chicle y con cara de tonto:“!ese no es mi asunto..o.k.!”
un abrazo,
Marcelo
Estimado Marcelo:
ResponderEliminarBienvenido al blog. Siempre con el lenguaje directo que te caracteriza.
Con toda seguridad Martín no plantea el compromiso en los niveles que señalas en el caso radical del VIH. No es lo que postula.
Ciertamente, los modelos supuestamente “europeo” y “norteamericano” aparecen estereotipados, casi ficticios. El propio Martín señala que ambos son criticables en sus figuras extremas.
Un abrazo,
Gonzalo.
Muy interesante tu exposición Gonzalo. Aproveché la mención de Martín Tanaka para visitar su blog y luego dirigirme a la columna de Bedoya donde se refiere intolerantemente a las comunidades de la selva. Espero, de ser posible puedas emitir un articulo al respecto. Sobre los intelecuales en la esfera pública, bueno, cada vez son menos. Parece que el discurso "tecnócrata" tiene más fuerza en nuestra nación. Quizá debido a un falso concepto de intelectualidad generado por los mismos intelectuales. Pero, como ya has señalado en las clases de Ética, la idea no es brindar recetas, eso es difícil de digerir para una sociedad con sesgos utilitaristas
ResponderEliminarEstimado Protestante:
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Ya viene lo de Bedoya y "Correo". El tema del intelectual y la vida pública es complejo e interesante. Acabo de leer en un blog que un comentarista señala que Martín Tanaka y yo somos "de derecha, reaccionarios comprometidos con la maquinaria capitalista". Me he reído mucho, porque este señor comentarista tiene curiosos esquemas en la mente. Los doxógrafos de extremísima derecha, creen, por su parte, que los términos del debate han sido "suaves".
Saludos,
Gonzalo.
Hola Gonzalo,
ResponderEliminarconcuerdo en parte con Tanaka. El rol de los intelectuales en EEUU es visiblemente distinto en Europa y qué decir en América Latina.
Si bien como dices, Chomsky y tantos otros animan el panorama intelectual en EEUU dudo mucho que sus ideas calen en el ciudadano de a pie en ese país (claro es una opinión desde aquí). Los veo más circunscritos al medio académico y máximo a los entendidos desde los medios.
Otro punto es la distinción entre intelectual comprometido y académico. Considero que sí existe. Terry Eagleton en Después de la teoría distingue entre académico e intelectual. No se implican mutuamente. El primero será un intelectual en la medida que tenga una opinión sobre asuntos que trasciendan su especialidad y que sean especialmente relevantes para y en su época y sociedad. De lo contrario, será solo un especialista en una rama del conocimiento y de ellos hay muchos.
Para mí el intelectual debe "entrometerse donde no lo llaman", es decir, opinar con la autoridad moral que le da saberse experto en lo que sabe para ilustrar a la opinión pública. No se me malentienda: no quiero decir que lance opiniones aventuradas sobre lo que no sabe, sino tomar postura frente a un suceso determinado y dejarla bien en claro se lo pidan o no.
Veo a un intelectual como la reserva moral de su sociedad, alguien que respalda una idea con la impronta de su trayectoria y que puede utilizarla para generar cambios o al menos para sembrar inquietudes o fortalecer resistencias legítimas.
Finalmente, estoy convencido de que la figura del intelectual no es solo autoconstruida, sino que es un sector de la sociedad quien le confiere ese estatus: sino veamos por qué hoy es tan poco influyente la opinión de los intelectuales en la ciudadanía. El discurso de los intelectuales es menos importante para las mayorías simplemente porque no lo entienden y porque los intereses del sujeto dentro de la cultura de masas se han diversificado.
Un abrazo amigo,
Arturo
Estimado Arturo:
ResponderEliminarComo decía, no sólo se trata de Chomsky, sino de muchos más. La dicotomía USA / Europa no funciona demasiado bien. Quizá el punto sea el del impacto en la sociedad, pero allí estamos frente a otra clase de argumento.
Interesante la distinción entre intelectual y académico. Hay que explorarla más a fondo en un futuro post.
Un abrazo,
Gonzalo.
Hola Gonzalo,
ResponderEliminaracabo de linkear tu post y el de Tanaka en Naufrago Digital. aqui te mando el link de
"Los intelectuales y el compromiso social".
http://blog.pucp.edu.pe/item/39050
un abrazo,
Arturo
Estimado Sr. Gamio:
ResponderEliminarEs la primera vez que tengo la oportunidad de accesar a su espacio de comunicaciòn,igual cosa me ha sucedido con el del Sr. Tanaka y si foro virtual que me permitiò conocer el suyo y en contrarme con tan interesante e importante tema.
Si entendì bien, el tema planteado es si el pensador peruano decide convertirse en intelectual orgànico o no orgànico,y entonces orienta su profesiòn hacia los canales de su propia especialidad.
Tanaka,sostiene que ninguna de las dos opciones son vàlidas y ud. sostiene que tanaka propone un falso dilema.
La pregunta que me suscintan ambos comentarios es.¿Existe la posibilidad de que se constituyan espacios pùblicos para el intelectual metapolìtico?
¿Còmo hacerlo si aùn no se plantean con seriedad y publicidad asuntos tan importantes como la redefiniciòn de la polìitica? ¿què significa hacer polìtica? ,etc.
Temas todos abordados con mucho entusiasmo en sus primeros instantes y luego dejados de lado con la misma actitud y disposiciòn.
Me acuerdo por ejemplo,de los trabajos de Norbert Lechner,pero en fin.Ahì lo dejo.
Cordialmente.
RICARDO SEGURA.
Estimado Ricardo:
ResponderEliminarNo creo en que la posibilidad de un "intelectual orgánico" sea saludable para una sociedad democrático.
Tiene que definir al "intelectual metapolìtico", pues en nuestro medio se asocia con el ultraconservadurismo. Ni Tanaka ni yo comulgamos con esa idea.
Saludos,
Gonzalo.