Gonzalo Gamio Gehri
¿Qué convierte una protesta personal en una ‘causa cívica’? Creo que ésta es una importante cuestión ética y política. Leo en otro blog que – para algunos – la indignación motivada por el despido del Director de Perú 21 y la salida de su grupo de columnistas no resulta significativa porque (a su juicio, y sin ningún argumento de respaldo) no contaría con el apoyo de las mayorías, que quizá no leen Perú 21 y no están interesadas por el destino de su Dirección. Como colofón, la declaración de una ex candidata presidencial de que cancelará su suscripción a El Comercio y que no leerá más Perú 21 se gana las burlas de algunos jocosos blogueros: los peruanos “no van a identificarse” con esas iniciativas "caviares".
Si fuese cierta la hipótesis – ciertamente discutible – de que a la gran mayoría no le interesa lo sucedido en Perú 21 - ¿Ello descalificaría la actitud de quienes (en tanto lectores y ciudadanos) consideran preocupante que se saque del medio a un diario crítico e independiente? ¿Convierte en absurda la idea de cancelar la suscripción de quien la tenía? Creo que miramos (e imaginamos) demasiado lo que supuestamente piensa “la mayoría” – así, planteada falsamente como una entidad homogénea y unánime -, y meditamos menos en el punto de vista que cada uno tiene del asunto. Creo que un ciudadano responsable se forma una opinión razonada sobre algo, antes de plantearse si su opinión “enganchará” con la perspectiva de los demás. Y si no “engancha”, pues ¡Qué se le va a hacer! Pero estos cibernautas piensan que si uno no tiene esta sintonía-permanente-y-casi-mística-con-la-mayoría “no es de izquierda”. Esto es absurdo (además de profundamente antidemocrático).
“Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él", decía Vallejo. ¿Tenía razón, o no? ¿Tenemos las personas que coincidir siempre con la mayoría, para asegurar la “corrección” de nuestras convicciones? Quizá no. Que la mayoría de las personas respalde una posición no significa que ésta necesariamente sea 'verdadera'. Recordemos que existe la falacia ad populum, aunque algunos ‘especialistas’ no reparan en que se trata efectivamente de una falacia (¿Desecharán la lógica formal por “impopular”? ¿La eliminarían después de un referéndum?). Creo que esta clase de apelaciones a lo que suscita “identificación” tiende a debilitar el sentido crítico, y la búsqueda de autonomía. Podríamos llamarlo el Síndrome de la vanguardia, la creencia de que tenemos que guiarnos por los objetivos de la mayoría (o de las “clases revolucionarias”) para suscribir una creencia con sentido, o que los “líderes” tienen que invocar “causas” que convoquen y que “organicen” a las “masas” (esta expresión es nefasta). Sólo las personas inmersas en el “mundo popular” saben lo que le interesa a la gente, según este planteamiento (en esto nuestros "deterministas locales" van más allá del marxismo, que consideraba que los miembros de otras clases podrían asumir - en virtud de un proceso de metánoia - el ideario y propósitos de las 'clases oprimidas'). Este prejuicio viene de una lectura peculiar de Rousseau, quien identificaba la “voluntad general” con una voz unánime e indivisa. Esta postura ‘vanguardista’ conduce a la disolución de la discrepancia y de la pluralidad de formas de vivir, y nos introduce en formas perversas de "liderazgo". La unanimidad puede ser tiránica. Isaiah Berlin lo ha planteado de la siguiente manera, describiendo críticamente esta clase de perspectiva, supresora de las libertades más elementales:
“Puesto que yo conozco el único camino verdadero para solucionar definitivamente los problemas de la sociedad, sé en qué dirección debo guiar la caravana humana; y puesto que usted ignora lo que yo sé, no se le puede permitir que tenga libertad de elección ni aun de un ámbito mínimo, si es que se quiere lograr el objetivo. Usted afirma que cierta política determinada le haría más feliz o más libre o le dará más espacio para respirar; pero yo sé que está usted equivocado, sé lo que necesita usted, lo que necesitan todos los hombres”[1].
Yo prefiero la interpretación liberal progresista de la política, para la cual no hay tal “caravana humana”, ni “conciencia unidireccional de clase”, ni “sentido lineal de la historia”. El agente político no es siempre un político en campaña que quiere convencer a su electorado o que pretende ganar elecciones; con frecuencia es un ciudadano que quiere introducir un argumento en el espacio público (ante el Estado, al interior de un partido político, o en la sociedad civil), e intervenir en el debate cívico. Pretende ser fiel primero a su propia conciencia. No está obsesionado con “sintonizar” sistemáticamente con el grupo, aunque sí está interesado en contrastar su opinión con otras perspectivas y generar consensos (o plantear disensos racionales). Le interesa contribuir en la construcción de espacios para la formación de opinión y el cultivo de la autonomía. Combate las desigualdades que conspiran contra la justicia redistributiva y contra la libertad. Le preocupa la preservación del sistema de derechos universales – no por alguna ‘veleidad metafísica’ si no porque se trata de un mecanismo hasta hoy efectivo para la protección de los individuos – que permita el desarrollo de las personas y sus diversos modos de pensar. Desde luego, no considera que su punto de vista sea el único posible (pluralismo) o que sea inmune a la crítica (falibilismo). Un lector precipitado podría considerar que esta postura es "conservadora", pero es al revés: es 'revolucionaria' (en un sentido no marxista) en tanto combate una forzada homogeneneidad y cultiva radicalmente la crítica.
¿Qué convierte una protesta personal en una ‘causa cívica’? Creo que ésta es una importante cuestión ética y política. Leo en otro blog que – para algunos – la indignación motivada por el despido del Director de Perú 21 y la salida de su grupo de columnistas no resulta significativa porque (a su juicio, y sin ningún argumento de respaldo) no contaría con el apoyo de las mayorías, que quizá no leen Perú 21 y no están interesadas por el destino de su Dirección. Como colofón, la declaración de una ex candidata presidencial de que cancelará su suscripción a El Comercio y que no leerá más Perú 21 se gana las burlas de algunos jocosos blogueros: los peruanos “no van a identificarse” con esas iniciativas "caviares".
Si fuese cierta la hipótesis – ciertamente discutible – de que a la gran mayoría no le interesa lo sucedido en Perú 21 - ¿Ello descalificaría la actitud de quienes (en tanto lectores y ciudadanos) consideran preocupante que se saque del medio a un diario crítico e independiente? ¿Convierte en absurda la idea de cancelar la suscripción de quien la tenía? Creo que miramos (e imaginamos) demasiado lo que supuestamente piensa “la mayoría” – así, planteada falsamente como una entidad homogénea y unánime -, y meditamos menos en el punto de vista que cada uno tiene del asunto. Creo que un ciudadano responsable se forma una opinión razonada sobre algo, antes de plantearse si su opinión “enganchará” con la perspectiva de los demás. Y si no “engancha”, pues ¡Qué se le va a hacer! Pero estos cibernautas piensan que si uno no tiene esta sintonía-permanente-y-casi-mística-con-la-mayoría “no es de izquierda”. Esto es absurdo (además de profundamente antidemocrático).
“Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él", decía Vallejo. ¿Tenía razón, o no? ¿Tenemos las personas que coincidir siempre con la mayoría, para asegurar la “corrección” de nuestras convicciones? Quizá no. Que la mayoría de las personas respalde una posición no significa que ésta necesariamente sea 'verdadera'. Recordemos que existe la falacia ad populum, aunque algunos ‘especialistas’ no reparan en que se trata efectivamente de una falacia (¿Desecharán la lógica formal por “impopular”? ¿La eliminarían después de un referéndum?). Creo que esta clase de apelaciones a lo que suscita “identificación” tiende a debilitar el sentido crítico, y la búsqueda de autonomía. Podríamos llamarlo el Síndrome de la vanguardia, la creencia de que tenemos que guiarnos por los objetivos de la mayoría (o de las “clases revolucionarias”) para suscribir una creencia con sentido, o que los “líderes” tienen que invocar “causas” que convoquen y que “organicen” a las “masas” (esta expresión es nefasta). Sólo las personas inmersas en el “mundo popular” saben lo que le interesa a la gente, según este planteamiento (en esto nuestros "deterministas locales" van más allá del marxismo, que consideraba que los miembros de otras clases podrían asumir - en virtud de un proceso de metánoia - el ideario y propósitos de las 'clases oprimidas'). Este prejuicio viene de una lectura peculiar de Rousseau, quien identificaba la “voluntad general” con una voz unánime e indivisa. Esta postura ‘vanguardista’ conduce a la disolución de la discrepancia y de la pluralidad de formas de vivir, y nos introduce en formas perversas de "liderazgo". La unanimidad puede ser tiránica. Isaiah Berlin lo ha planteado de la siguiente manera, describiendo críticamente esta clase de perspectiva, supresora de las libertades más elementales:
“Puesto que yo conozco el único camino verdadero para solucionar definitivamente los problemas de la sociedad, sé en qué dirección debo guiar la caravana humana; y puesto que usted ignora lo que yo sé, no se le puede permitir que tenga libertad de elección ni aun de un ámbito mínimo, si es que se quiere lograr el objetivo. Usted afirma que cierta política determinada le haría más feliz o más libre o le dará más espacio para respirar; pero yo sé que está usted equivocado, sé lo que necesita usted, lo que necesitan todos los hombres”[1].
Yo prefiero la interpretación liberal progresista de la política, para la cual no hay tal “caravana humana”, ni “conciencia unidireccional de clase”, ni “sentido lineal de la historia”. El agente político no es siempre un político en campaña que quiere convencer a su electorado o que pretende ganar elecciones; con frecuencia es un ciudadano que quiere introducir un argumento en el espacio público (ante el Estado, al interior de un partido político, o en la sociedad civil), e intervenir en el debate cívico. Pretende ser fiel primero a su propia conciencia. No está obsesionado con “sintonizar” sistemáticamente con el grupo, aunque sí está interesado en contrastar su opinión con otras perspectivas y generar consensos (o plantear disensos racionales). Le interesa contribuir en la construcción de espacios para la formación de opinión y el cultivo de la autonomía. Combate las desigualdades que conspiran contra la justicia redistributiva y contra la libertad. Le preocupa la preservación del sistema de derechos universales – no por alguna ‘veleidad metafísica’ si no porque se trata de un mecanismo hasta hoy efectivo para la protección de los individuos – que permita el desarrollo de las personas y sus diversos modos de pensar. Desde luego, no considera que su punto de vista sea el único posible (pluralismo) o que sea inmune a la crítica (falibilismo). Un lector precipitado podría considerar que esta postura es "conservadora", pero es al revés: es 'revolucionaria' (en un sentido no marxista) en tanto combate una forzada homogeneneidad y cultiva radicalmente la crítica.
En fin. En esta clave de interpretación, si un grupo de ciudadanos decide vigilar la conducta de los congresistas o pedirle cuentas a un diario que incurre en arbitrariedades, esta es una “causa cívica”. Que no sea una “causa general” no invalida la iniciativa, tampoco la debilita en materia de justicia. Hay quienes no creemos en que exista una "caravana humana" que haya que "dirigir" o a la que haya que "sumarse" - eso es totalitario -; se trata de expresar libremente argumentos y posiciones ante nuestros conciudadanos. Es valioso que las personas expresen su opinión e indignación de manera fecunda. Quienes opinan de manera diferente - o no les interesa este tipo de propuestas -, siempre pueden dedicarse a otra clase de preocupaciones que los convoque.
[1] Berlin, Isaiah “La persecución del ideal” en: El fuste torcido de la humanidad Barcelona, Península 1998 pp. 33 – 34.
"Pero estos cibernautas piensan que si uno no tiene esta sintonía-permanente-y-casi-mística-con-la-mayoría “no es de izquierda”. Esto es absurdo (además de profundamente antidemocrático)."
ResponderEliminarEl tema con Perú 21 vino cuando se presentó el asunto como que ahí se nos iba la vida a todos los ciudadanos. La libertad de prensa estaba en peligro, había que boicotear al nuevo Perú 21, apoyar al blog de los columnistas renunciantes, etc. No se presentó como el producto de consumo de algunas personas con derecho a ser atendidas con columnas de opinión. Tal vez si alguien veta la importación de alfajores Havana de la Calle Dasso, se perjudique a algunos parroquianos y aficionados a ese consumo. Seguramente que protestarían, y tienen todo el derecho a hacerlo. El tema es cuando nos quieren vender la moto que eso nos interesa a todos. Vargas Llosa lo intentó con los banqueros. Algún éxito tuvo. Otros, no tanto.
En mi caso mi opción preferencial es otra (y no le pido a nadie que la comparta). Mi solidaridad va hacia otras causas, como la censura en youtube al blogger Peruanista por difundir imágenes del "otro Perú" que no vive el actual crecimiento económico, el maltrato a la Primera por Alan García, la prísión de Roque Gonzales, la criminalización de sindicalistas, la contaminación minera, la detención de jóvenes en Trujillo por hacer pintas antigubernamentales.
El Perú no es un país de una gran clase media como la Argentina hace algunas décadas. Es un país de un gran sector muy pobre y angustiado. Respetable el derecho de la señora de clase media de no comprar el diario que antes compraba, pero un mínimo sentido de justicia y proporción nos hará tornar la mirada hacia realidades algo más descarnadas. No estaría mal darles prioridad.
De acuerdo, me parece que la obsecion de un pensamiento unico le ha hecho mal a la sociedad, el sentido de identidad cerrada. Mas la visión de Berlin me parece discutible en cierto punto, por ejemplo cómo es posible saber los verdaderos intereses de un grupo? por ejemplo las famosas "Leyes de la Selva" de este gobierno.
ResponderEliminarPor otro lado, me parece certera la visión de pluralidad, en contra de lo que, por ejemplo, Arent llama el hombre-masa.
Es un clásico el creer, como el blogger al que haces referencia, que uno tiene la posición del pueblo, de la mayoria, y que se tiene el derecho de criticar cualquier otra posición que no vaya contra los intereses de "su" grupo.
estimado Paolo:
ResponderEliminarGracias por tu mensaje. Berlin está invocando una posición que está refutando.
Sí pues, el "vanguardismo" de ese blog es patente.
Saludos,
Gonzalo.
Silvio:
ResponderEliminarDe acuerdo contigo. Cada uno tiene sus opciones. Lo discutible es pretender descalificar - por su origen ideológico, social y "distrital" - una posición respetable.
Saludos,
Gonzalo.
Gracias por la aclaracion
ResponderEliminarEs lamentable que la sana confrontación de opiniones no este en el sentido comun de muchos blogers.
ResponderEliminarCreo tambien que no es correcto pretender descalificar una postura, simplemente por que esta no va de acorde a la de la mayoria, esto es peligroso, quien determina cual es dicha postura? y como has dicho, si se conociera, seria valido desacreditar cualquier otra simplemente por no estar en sintonia con ella?
ademas, es posible sospechar que el estado tuvo que ver en este caso, si esto es verdad este tema nos concierne a todos los peruanos y no solo a los lectores de peru21.
Yo tambien (un joven bueno para nada que tiene un blog) cancelare el trato que tengo con el quisoko mas cercano a casa, ya no leere nada que tenga que ver con el comercio.
P.D. soy un troll cronico y no puedo dejar de hacer spam
www.regresoalimalahorrible.blogspot.com/
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Hola Gonzalo, sobre el comentario de Silvio,es cierto que existen muchas situaciones en las que la libertad de expresión y otros derechos son atropellados,pero en este caso especifico la cuestion a discutir es si la salida de AAR obedecio a ingerencia politica o no y si esto es un precedente para silenciar medios de oposición. Coincido con el resto de causas que Silvio menciona pero en este particular que haya sido Peru21 y AAR los afectados es anecdótico: se nos ha demostrado que la libertad de expresion es oportunistamente utilizada.
ResponderEliminarLuego lo leo. Tú eres peruano, filósofo, liberal, antimilitar o lo que sea. Mira lo de Donayre. Escríbase un artículo sobre eso.
ResponderEliminarBuen post Gonzalo. Tampoco veo la necesidad de algunos de expresar no-solidaridad con lo que otros consideran una causa justa. Yo no he sido muy fan de Peru 21 (ciertamente, la calidad de los articulos era demasiado heterogenea desde mi punto de vista), pero si reconozco que su direccion ejercia un grado de critica al gobierno. El hecho de que haya habido una movida poco transparente para cambiar esta direccion, sobre todo en el contexto de los petro-audios y como parte de una maniobra que ha afectado a otro diario de igual o mayor importancia, me parece personalmente una razon suficiente para protestar de alguna forma. Despues de todo, la libertad de expresion es un bien publico - la comparacion con el mercado de alfajores que hace Silvio Rendon me parece poco afortunada.
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