Gonzalo Gamio Gehri
El asesinato de cincuenta
personas en una discoteca de Orlando enluta a los Estados Unidos y a la
comunidad internacional. Es una muestra
más de los extremos a los que puede llegarse desde la práctica de la
intolerancia. Las investigaciones todavía no precisan si el crimen constituye
un atentado terrorista perpetrado siguiendo las órdenes del integrismo del Daesh
o si se trató de un delito provocado por la homofobia. El asesino era hijo de
inmigrantes afganos, y se ha dicho que en una llamada al 911 se declaró parte del
Daesh. Sin embargo, su padre ha señalado que su hijo no tenía una
filiación yihadista, pero que sí guardaba creencias hostiles a la comunidad
LGTBI, creencias que implicaban la invocación a la violencia.
En cualquiera de las dos
hipótesis, se trata de un funesto crimen de odio. El homicida provocó la muerte
y lesiones graves a mucha gente por el sólo hecho de no aprobar el estilo de
vida y la orientación de sus víctimas. La intolerancia destruye la vida y anula
la libertad. Existen individuos violentos que simplemente no están dispuestos a coexistir
con personas cuyas creencias y hábitos no comparten o juzgan errados; hay que
castigarlos con toda la severidad que la ley contempla para tales delitos. En
ocasiones, el tránsito de la intransigencia doctrinal a la violencia directa
suele ser de breve plazo.
La estrechez de miras
puede ceder su lugar al menosprecio y al maltrato, incluso al delito. No olvidemos esto cuando
escuchamos que algunas autoridades políticas y religiosas sugieren – sin mayor
conocimiento del asunto, sin contrastar razones y evidencias – que los estudios de género son una “ideología”, o que la agenda LGTBI es contraria a las demandas de lo propiamente humano. El género
es una dimensión identitaria, tan importante como la cultura, la condición
social, entre otros elementos del yo. No tomar en cuenta su relevancia para la
conducción de la vida y la elección sería tan absurdo como no tomar en cuenta
el entorno histórico – cultural.
Defender los principios de una sociedad
democrática y liberal implica asumir que nadie tiene derecho a vulnerar la
integridad y las libertades de otro en razón de sus formas de ver el mundo o de vivir sus vidas. El respeto de la diversidad es un precepto básico de una vida
social razonable y pacífica.
La humanidad se reconoce en la capacidad de identificarse con el otro,.
La humanidad actúa conforme la dignidad se manifiesta y la diversidad da a entender que cada uno tiene una dignidad única que es incapaz de abastecerse a sí mismo, sino es por una complementación. Recién se comienza a ser plenamente consciente al reconocer el valor de la diferencia.
ResponderEliminarExcelente Post
ResponderEliminarMC Politicamente Incorrecto
Interesante post,a pesar que es un tanto confuso.Empiezas comentando un ataque del ISIS
ResponderEliminary concluyes que los individuos que cometen estos atentados hay castigarlos con todo el peso de la ley.
Cuando prácticamente todos los ataques del ISIS incluyen la muerte de los atacantes.
¿qué sugieres para este caso?¿restringir la venta de armas en muchas países como en los EEUU?
¿eliminar por la fuerza al ISIS a cómo de lugar?
la segunda parte de tu post está enfocado a criticar a los intolerantes y discursos violentos,particularmente a
las autoridades o 'líderes de opinión' o gente influyente.En este caso sí creo que la sanción sería una buena idea,pero
no sé si se logre efectuar de manera justa.
Mucha gente se queja que en el Perú el cardenal es homófobo,el opinólogo tal también lo es ,que el candidato fujimoratista es el demonio y luego dicen que en los EEUU o Europa esto no podría pasar,sería imposible. que digan algo así públicamente. Sim embargo Trump , Marine Le pen o Putin mantienen un discurso tremendamente violento y normal nomás no pasa nada,siempre y cuando tengan poder pueden decir lo que se les antoje.
A escala ,en el Perú termina pasando los mismo,quizás en versión folclórica con un lenguaje acriollado y vulgarón pero finalmente la estructura interna es muy similar.