Gonzalo Gamio Gehri
Esta es la primera
etapa del proceso electoral, falta una segunda etapa. Tenemos un empate técnico en el segundo lugar.
Definitivamente la izquierda ha recuperado una condición de fuerza política parlamentaria
después de años de ausencia. Según los primeros conteos oficiales, Fuerza
Popular y el grupo de Pedro Pablo Kuczynski
serían los contendientes en la elección de junio.
Si este es el escenario, entonces el espacio de discusión va a situarse
en el plano de la política antes que en el de las medidas económicas. Vamos a
ver si PPK puede hacerse cargo de la agenda de los críticos del fujimorismo:
institucionalidad democrática, derechos humanos, política anticorrupción,
libertades básicas. Muchos de nosotros consideramos que su propuesta es una
alternativa a la vieja opción fujimorista. Deberá asumir una posición más de
centro en lo económico, recoger algunos elementos del mensaje de grupos más
moderados, para contar con mayor apoyo en estos casi dos meses de campaña que faltan. No sabemos si su discurso podrá
lograr esa clase de flexibilidad programática. Esperemos que sea el caso.
La marcha de esta semana – que recordó el funesto autogolpe fujimorista
y que rechaza la candidatura de esa organización – ha destacado que somos
muchísimos peruanos los que no queremos una vuelta al régimen autoritario de la
década de los noventa, y que estamos dispuestos a luchar contra esa alternativa
con todas las herramientas que ofrecen las leyes y la democracia. Nos costó
mucho a todos derrotar al fujimorismo y construir un proceso de consolidación
democrática. Es preciso defender lo que se ha ganado en estos dieciséis años.
Resulta interesante percibir cómo los fujimoristas han usado en fechas
recientes el concepto de “reconciliación” de una manera imprecisa y confusa, en
términos de una especie de “vuelta de página”. Nadie parece haber reparado en
ello. Se ha retomado una idea espuria de reconciliación, que supone la
suspensión de la memoria frente a lo vivido en materia de legalidad y derechos
humanos. Los pueblos no pueden reconciliarse sino se hacen cargo de su pasado
con miras a tomar decisiones en el nivel de las mentalidades y de las
instituciones. La mirada hacia el pasado está regida por la transformación del
presente, pero se requiere de esa perspectiva anamnética. La amnesia moral y
política (y la vocación de impunidad) jamás
reconcilian. Es preciso desenmascarar ese discurso vano y edulcorado. Sobre ese
discurso no se construye ciudadanía ni comunidad política.
No hay comentarios:
Publicar un comentario