Gonzalo Gamio Gehri
Hace nueve días que el Portal
virtual La Mula reveló que la artífice de la campaña
violentista Chapa tu choro, y déjalo
paralítico, es fujimorista y estaría en los planes de este grupo para lapostulación al Congreso. Más recientemente aún, los apristas le han hecho un
guiño a esta campaña. No es un secreto
que este tipo de iniciativas pueden resultar interesante a una población que se
siente impotente frente a la escalada de la delincuencia y a los insuficientes
recursos que el Estado ha mostrado para detenerla y prevenirla con eficacia. No
obstante, incitar a los peruanos a capturar a un ladrón, lincharlo y provocarle
daños de por vida constituye una clara invitación al delito.
Con todo, esta propuesta no
sorprende, y su manejo político es tristemente previsible. Nuestros políticos
más conservadores – y los medios de prensa que les son afines – intentan
instalar dos ideas básicas en la opinión pública: a) Todos los políticos son - en
principio - corruptos; b) siendo ese el escenario, habrá que elegir al candidato
que imponga “el orden y la autoridad”, a sangre y fuego. Eficacia más violencia
manifiesta, esa es la fórmula. Este no es un mensaje nuevo: recuerden la
emoción con la que nuestros políticos y periodistas evocaban la figura de Lay
Fun, el perro que mató a mordiscos a un delincuente, y cómo un columnista
neofascista solicitaba construirle un monumento. Hace unos días, un ladrón robó
un celular y recibió una brutal golpiza. Es preciso estar alerta y prevenir el
uso desmedido de la violencia (1). Una cosa es que la población se organice para
vigilar el vecindario y denuncia cualquier amenaza, y otra promover el
linchamiento.
No es de extrañar que
sean el fujimorismo y el aprismo las organizaciones que celebran estas
iniciativas y estas reacciones entre la población. Cabe preguntarse qué problemas
podrían resolverse con esta irresponsable
apología de la violencia. Probablemente ninguno, no ciertamente el problema de
la seguridad. Se trata de provocar una virulenta y riesgosa catarsis que puede
traducirse en apoyos electorales a las candidaturas que la alientan. La
política con vocación autoritaria se fortalece con esta prédica que sólo invoca
el uso de la fuerza y no atiende las causas de la criminalidad. Se apunta sólo
a la represión y no a la prevención del delito. Se opta por la demagogia y no
por el trabajo de una política seria de seguridad en el marco de la legalidad democrática..
Esta clase de propuestas generan
formas de visceralidad extrema en la población de las distintas localidades del
país. En cualquier momento, transeúntes desprevenidos acabarán sufriendo esta
improvisada explosión de justicia callejera. Se trata de una iniciativa muy
peligrosa que encuentra un terreno fértil en la evidente desconfianza que manifiestan
los peruanos frente a las instituciones que tienen la misión de defender la ley
en las calles, así como en la incredulidad frente a la importancia de respetar
los derechos humano,. Los medios observan – divertidos – cómo la población cede
a la tentación de usar la violencia sin control oficial como método para
enfrentar la delincuencia, y los políticos se frotan las manos pescando en río
revuelto. El problema no es abordado con seriedad ni responsabilidad, importa
más generar un discurso impactante que incendie la pradera. El tema del trabajo
preventivo en temas de seguridad no se plantea siquiera como punto a debatir;
nadie dice nada sobre las formas de violencia simbólica y estructural que
propician esta situación de inseguridad. El Perú se convierte en una parodia del Far West, mientras que en el escenario político el mensaje radical –
“Déjalo paralítico” – se abre paso y gana nuevos adeptos.
(1) Véase sobre este punto, el artículo de Salomón Lerner Febres aparecido hoy en La República.
(1) Véase sobre este punto, el artículo de Salomón Lerner Febres aparecido hoy en La República.
Impulsar la violencia, el desorden, la transgresión de las leyes y la violación de los derechos humanos, me hace pensar que una gran parte de nuestra sociedad y nuestra clase política se ha detenido en el proceso de evolución; compartir, sumarse o estar de acuerdo con este tipo de campañas o actividades al margen de las leyes es una clara característica de involución. En nuestro país ejemplos donde se ha utilizado la violencia como medio para reprimir o solucionar un problema social sobran y siempre han habido hechos que lamentar. Si en efecto como lo menciona el autor de este artículo detrás de esta campaña mediática esta el fujimorismo, pues de la clase dirigente de esta agrupación política no podría esperarse más, no me extraña que quieran aprovecharse de la pésima situación gubernamental que atraviesa nuestro país, de la debilidad y la corrupción de las instituciones encargadas de administrar justicia y finalmente del cansancio de la población insatisfecha de justicia que tiene que afrontar y soportar día a día esta ola delicuencial. La delincuencia es un tema complejo que no solo se trata de una mala costumbre o que el delincuente se acostumbre, vea o sienta que esta actividad es una manera de ganar dinero fácil, porque si lo analizamos un poco más nos damos cuenta que ponen en riesgo su libertad, su familia y hasta su propia vida. La idea es buscar soluciones no incentivar el caos, por ejemplo una manera se solucionar esta problemática sería aplicando políticas que incluyan mejoras en la cultura educacional, campañas o programas que incentiven la práctica de valores éticos, se creen más espacios públicos, se promuevas los deportes, se implemente talleres en los colegios de acuerdo a las expectativas del lugar y obviamente el fortalecimiento de las instituciones afines a guardar el orden y la administración de justicia eligiendo a personal idóneo que no cedan ante el poder y la corrupción.
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