miércoles, 3 de septiembre de 2014

INFORME CVR: UN AÑO MÁS DE SU PUBLICACIÓN





Gonzalo Gamio Gehri

Hace una semana se cumplieron once años de la publicación del Informe Final de la CVR. El 27 de agosto de 2003 Salomón Lerner Febres entregó el documento al Presidente y a los miembros del Congreso de la República, y, a través suyo, a todos los ciudadanos. Es sin duda una investigación interdisciplinaria promovida por el Estado – durante el proceso de transición - que examina con rigor y compromiso cívico el fenómeno de la violencia y la exclusión durante el conflicto armado interno. El Informe se instala firmemente en el horizonte moral y político de la cultura de los derechos humanos. Aunque todavía un grupo importante de ciudadanos persevera en la tarea de discutir el documento y explorar las posibilidades de realizar sus recomendaciones, particularmente desde algunas universidades, centros de investigación y comunidades religiosas,  el texto ya no suscita un gran interés de parte de la mayoría de los medios ni de la “clase política”, incluido el propio gobierno. No debería sorprender el hecho, dado que muchos políticos en actividad eran en los tiempos de la violencia funcionarios públicos en ejercicio. En muchos casos, su indiferencia – y quizás su cobardía – se explica por sus propios intereses o por las expectativas de los poderes que los avalan. Mientras tanto, las víctimas inocentes del conflicto esperan el día en que se haga justicia y se les trate como compatriotas y titulares de derechos universales no negociables.

Es cierto que el tipo de trabajo de las comisiones de la verdad es doloroso y desafiante – y está bien que así sea -, de modo que la validez de su relato y los alcances de sus propuestas va afirmándose con el tiempo. Así ha sucedido en Sudáfrica y en otras sociedades. Sin embargo, No puedo evitar pensar que las condiciones de la violencia, a nivel estructural, cultural e ideológico, siguen lamentablemente latentes en el país, como lo estaban antes de la época del terror subversivo y la represión. Ni el crecimiento económico ni la precaria estabilidad democrática han logrado conjurar el grado de conflictividad presente en la sociedad de tantas formas. Es un peligro que ya el Informe Final de la CVR y diversas investigaciones especializadas han advertido. El uso de la fuerza y el autoritarismo siguen siendo instrumentos atractivos para no pocos grupos políticos, y tanto el funesto Movadef como la extrema derecha libran una absurda y sinuosa lucha contra la memoria. El buen sentido escasea en materia de justicia, institucionalidad y derechos humanos.  La reflexión de Hubert Lanssiers – que tiene algo menos de dos décadas – tiene una preocupante vigencia:

“Contaban los griegos que Cadmo, fundador de Tebas, mató un dragón y enterró sus dientes en el campo. De inmediato la tierra se cuarteó y, en lugar de espigas, asomaron cascos de bronce, puntas de lanza y, finalmente, hombres armados: todo un ejército fantasmal programado para matar.
 Me pregunto si no estamos, nosotros, sembrando los dientes del dragón sin darnos cuenta de que terminaremos siendo triturados por ellos”.

Examinar y discutir las condiciones de las múltiples dimensiones de la violencia, para combatirlas en democracia, constituye un desafío crucial para el país. No lo olvidemos.



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