APUNTES
EN TORNO A UN TEXTO DE VARGAS LLOSA SOBRE EL LIBERALISMO
Gonzalo
Gamio Gehri
Hace unos días, MarioVargas Llosa escribió Liberales y liberales, un artículo en el que examina los
diversos sentidos del término “liberalismo”. El escritor recurre a la historia
intelectual para mostrar cómo los liberales defienden por igual los derechos humanos
y las libertades económicas, que cultivan por igual un frente político y uno
económico. Indica también que ciertos usos de esta noción son clamorosamente confusos o abiertamente manipulatorios. En América Latina esta clase de distorsiones están a
la orden del día:
“El partido del tiranuelo nicaragüense Somoza se llamaba liberal y así se denomina, en Austria, un partido neofascista. La confusión es tan extrema que regímenes dictatoriales como los de Pinochet en Chile y de Fujimori en el Perú son llamados a veces ”liberales” o “neoliberales” porque privatizaron algunas empresas y abrieron mercados”.
El liberalismo es antes
que un cuerpo de doctrina una actitud frente al poder que es profundamente
antiautoritaria. Por eso su énfasis en la defensa de las libertades y los
derechos, su compromiso con la separación entre las instituciones políticas, las Iglesias y el
mercado. El reiterado coqueteo de algunos “libertarios” latinoamericanos con
dictaduras feroces – pero promotoras de mercados abiertos – es claramente
antiliberal. Vean cómo intentan a menudo suavizar el análisis del régimen
represor de Pinochet, y cuán complacientes son con el de Fujimori. En este
punto convergen claramente con la agenda neoconservadora. Deberíamos desterrar
la idea antiliberal del “dictador bueno”: los Castro y Pinochet han encarnado
(en un caso lo siguen haciendo) liderazgos que vulneran la institucionalidad
democrática y la libertad.
Mario Vargas Llosa ha
señalado una serie de cosas que coinciden con algunos argumentos que este blog ha desarrollado desde hace varios
años. El énfasis en los derechos universales y las libertades, la división de
poderes y las fronteras entre instituciones sociales de diferente carácter está
presente desde Locke y otros pensadores. La importancia de abrir espacios de
deliberación pública está presente en Tocqueville y Mill. La exclusiva
mercantilización de la vida social es un fenómeno ideológico posterior,
básicamente antiliberal. Hace un tiempo – diciembre del año pasado - di una
conferencia titulada Conceptos y
contextos en torno a la filosofía política liberal. Discutí allí ciertos
conceptos clave del liberalismo clásico y contemporáneo: libertad, pluralismo,
derechos, justicia procedimental, secularización, autonomía pública y privada,
tolerancia, etc.). En la sección correspondiente a los enfoques contemporáneos
sobre la justicia distributiva, examiné las posiciones de John Rawls y Michael
Walzer, dos pensadores liberales que han marcado los debates teóricos en las
últimas décadas. La incorporación de estos autores motivó los visiblemente airados
comentarios de un abogado, conocido por su adhesión a una versión del
liberalismo más de corte económico, quien aseveraba con un lenguaje agresivo que Rawls y Walzer no eran
liberales – no es la primera vez que escucho esa opinión carente de fundamento en círculos libertarios peruanos -. Evidentemente, el abogado desconocía la
obra de estos autores y sus conceptos fundamentales. Para el comentarista
– a juzgar por sus reiteradas evocaciones, pues se le constituye como el referente
central para juzgar el liberalismo de otros autores -, prácticamente sólo Hayek
y los economistas de su círculo son
liberales y califican como tales en el pennsamiento contemporáneo.
No había escuchado la conferencia, sólo había revisado escuetamente el esquema presentado en el post. Ni siquiera había leído o comprendido el título de mi conferencia. A veces las discusiones de blogs se tornan ácidas, pero en este caso se reveló un elemento peculiar de una parte del "liberalismo" nacional. La anécdota
puso de manifiesto el núcleo fundamentalista del presunto “liberalismo” local. Exigencia de "ortodoxia", la suposición de contar
con una élite de iniciados que afirma tener una autoridad especial en la
materia, la determinación del canon bibliográfico correcto, la obsesión por
señalar quién es o no un "verdadero creyente" y quién es un falso
profeta o un apóstata, todas esas son actitudes antiliberales propias de fanáticos religiosos o ideológicos. Nuestros liberales harían bien en tomar en
cuenta la afirmación de Berlin de que el liberalismo puede asumir diferentes
estandartes, pero entre estos siempre encontraremos la autonomía, el pluralismo
y el compromiso con el falibilismo.
Toda ideología siempre va impregnada de las peculiaridades de su contexto. Que nuestros liberales y nuestro liberalismo enfaticen el mercado y observen con reticencia las libertades políticas evidencia cuán fuerte es la tentación autoritaria en el Perú y América Latina. Una genealogía sobre el sentido del liberalismo tal como los emplean políticos y medios de comunicación nos daría una idea de cómo "liberalismo" y "liberal" fueron en un tiempo términos asociados a la modernidad y el progreso en un contexto de violencia política y crisis económica, y en otro, al autoritarismo del mercado, desempleo, privatizaciones indiscriminadas, abusos laborales, pero muy poco o casi no advertido, como anotas, una postura antiautoritaria. No me parece casual que en un contexto de crecimiento económico, figuras autoritarias tengan gran aceptación popular como Natalia Málaga. Slds.
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