domingo, 10 de febrero de 2013

GOETHE Y LA EXPERIENCIA DE LA NADA





Gonzalo Gamio Gehri


Estos breves apuntes pueden considerarse una continuación de El instante, una nota que resume mis apreciaciones generales sobre el Fausto de Goethe. Ahora quiero desarrollar una reflexión sobre la experiencia de la negatividad y de la nostalgia en esta obra extraordinaria. Generalmente, los comentaristas ponen énfasis en la desolación del científico y en el pacto que Fausto celebra con Mefistófeles – que, como se recordará, es un ‘espíritu que niega’, en el léxico del propio Goethe -, sin embargo, el pathos que empuja al viejo sabio a firmar el pacto demoníaco y la disposición que explica su actitud vital frente al complejo viaje de autodescubrimiento que emprenderá luego los encontramos en esta conmovedora declaración:

“FAUSTO

Choquemos esos cinco. Si alguna vez digo ante un instante: «¡Deténte, eres tan bello!», puedes atarme con cadenas y con gusto me hundiré. Entonces podrán sonar las campanas a difuntos, que seré libre para servirte. El reloj se habrá parado, las agujas habrán caído y el tiempo habrá terminado para mí.”


Como se sabe, estas líneas constituyen un pasaje que enlaza la primera y la segunda parte del drama. Con estas palabras, Fausto manifiesta su voluntad de cerrar el acuerdo con el espíritu maligno, pero también expresa lo que realmente desea y hace explícito el criterio por el cual considerará satisfecho ese deseo y señalará el momento en que entregue su alma inmortal a Mefistófeles. El científico abandona la theoría en nombre de la experiencia sensorial – por eso requiere de un cuerpo vigoroso que Mefistófeles le brinda, al devolverle la juventud – y se dedica a la búsqueda de nuevas vivencias que lo nutran, pasando de una experiencia a la siguiente.

El instante es aniquilado y deja su lugar al instante que le sigue. Fausto es consciente de la fugacidad de las vivencias y está bastante a gusto con la  multiplicidad de situaciones que le ofrece la vida. No carga con el dolor de la pérdida ni con el sentimiento de vacío que deja la ausencia de lo amado. La nada que experimenta Fausto no es una “nada abstracta” que abarca toda la existencia, sino la “nada determinada” – la negación de esto o de aquello, en el lenguaje del joven Hegel –, la vivencia de la desaparición del instante ante el advenimiento del siguiente. A diferencia de la conciencia natural en la Fenomenología del espíritu (1807), que afronta dolorosamente la experiencia de la negación como un real  ‘camino de desesperación’, Fausto vive con aparente desdén la desaparición del instante.

No obstante, esta suposición es inexacta y requiere de precisiones importantes. La formulación de Fausto en el pasaje citado revela que guarda en su corazón el re-cuerdo de la originaria vulnerabilidad de su existencia, la pérdida de su juventud, la vacuidad de las ciencias que procuró desarrollar, el carácter esquivo del absoluto, todas expresiones de una negatividad profundamente dolorosa. La alusión a la fugacidad del instante revela cuán intensa es para el viejo Fausto la experiencia de la retirada del mismo. Luego del pacto, Fausto afronta un camino de acumulación de vivencias, sin que alguna de ellas domine su ánimo. No tiene una patria a la que regresar, como Ulises. Ni siquiera el amor por Margarita y la posterior fascinación por Helena de Troya – que le llevó al mundo clásico y a negociar con las “Madres del Ser”-  detuvieron su viaje espiritual.  Este viaje está dedicado a enriquecer el horizonte de la subjetividad; a disolver el no-yo en el yo.

Sin embargo, en Fausto encontramos el poderoso anhelo de la plenitud. El acceso a la vivencia de lo intrínsecamente valioso, una vivencia que trasciende la voracidad del yo. Anhela afrontar el instante que le brinde plenitud, un instante que desee – infructuosamente – detener. Es decir,  aspira a vivir aquella experiencia que acabe con el deseo de acumular  experiencias. Una experiencia fundante. Aquella vivencia que acabe con este proceso de negaciones.

Como recordará el lector, esa vivencia es la experiencia del servicio. El viejo científico descubre la alegría y la paz que producen el compromiso con el bienestar de los demás. Fausto consigue arrebatarle tierra al mar, y convertirla en tierra fértil. En la apertura al otro encuentra la posibilidad de vencer la falsa omnipotencia del yo. 

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