sábado, 26 de enero de 2013

LAS CULTURAS Y LA RAZÓN PRÁCTICA*






Gonzalo Gamio Gehri

Es claro que las culturas – en plural -  constituyen una dimensión del mundo circundante.. Constituyen el trasfondo de significaciones de cara al cual los agentes disciernen y eligen cursos de acción y configuran proyectos de largo alcance para sus vidas. Las grandes distinciones en torno a lo que asigna o priva de valor a la existencia se nutren de rituales, prácticas sociales y tradiciones comunitarias. Están definitivamente presentes en el proceso de conversación y construcción de narrativas que entraña la formación de nuestras identidades. No obstante, estas distinciones y sus referentes culturales son susceptibles de cuestionamiento y no constituyen determinaciones prácticas inalterables. No olvidemos que el concepto estricto de traditio alude - en latín - a la operación de recibir una herencia con el objetivo de hacerla producir. Traditio nos remite a tradere, “transmitir”, “traer”, de aquí y allá un mensaje, acción que nos recuerda – a través de las creencias de griegos y romanos – al proceder del jovial Hermes o Mercurio, el dios mensajero, patrono de la traducción y de la hermenéutica (la divinidad de la conversación, para decirlo con una mayor claridad). La tradición no constituye un credo inmóvil, sino un tejido de interpretaciones que podemos examinar y modificar con nuevos argumentos,  con novedosas descripciones y metáforas. La discrepancia y la heterogeneidad no son ajenas a la dinámica propia de las culturas y tradiciones. Nos apropiamos - a través de la educación - del legado espiritual de nuestros ancestros, pero estos procesos educativos implican la adquisición y el cultivo de la capacidad de considerar reflexivamente este legado. La tradición es conversación viva.

La idea de la tradición como una doctrina monolítica, homogénea e inmune a la crítica no corresponde al sentido del concepto de traditio. Tampoco tiene que ver con la noción de Bildung ("formación" y también  "cultura") de claras resonancias hegelianas (cfr. la la etapa final de la dialéctica del reconocimiento en la Fenomenología del espíritu) . Alude a la actividad que las personas desarrollan en y con el mundo, y consigo mismos. El desarrollo de estas actividades imprime una forma espiritual en las cosas (el obvio ejemplo es el arte), pero este cuidado de las cosas implica el despliegue de capacidades y excelencias  que configura a su vez el intelecto y el carácter de los agentes, y que otorga a las conexiones humanas una mayor sutileza y profundidad. Construimos así un sistema de significaciInes más amplio y dinámico, que se nutre de la expresión y el pensamiento crítico.

La vida de las culturas entraña el discernimiento – público y privado – y, por tanto, la crítica. Es preciso deliberar en torno a qué prácticas culturales pueden promover el ejercicio y logro de una vida de calidad y qué prácticas, en contraste, pueden bloquear el desarrollo de capacidades distintivamente humanas, o incluso generar formas de mutilación. Estos modos de discernimiento no constituyen maneras de actuar ajenas a alguna forma cultural[1], pero implican ciertamente el ejercicio de la razón práctica. Seyla Benhabib ha planteado una metáfora particularmente iluminadora en torno a la conexión hermenéutica entre cultura y reflexión. Las reglas de la aculturación, sostiene, son como las reglas gramaticales que constituyen un idioma. Así como esas reglas nos permiten construir un número ilimitado de oraciones con sentido (sin agotarlas), las reglas de la aculturación no determinan por entero nuestra capacidad de asumir diferentes cursos de acción o rutas posibles para nuestra existencia[2].  En términos de Benhabib, nos convertimos en seres conscientes de nosotros mismos en la medida en que participamos en las redes de interlocución y los relatos que constituyen la cultura. Afirma que “nuestra agencia consiste en la capacidad para tejer, a partir de aquellos relatos, nuestras historias individuales de vida”[3].





Estas reflexiones se inscriben en un ensayo mayor sobre Identidades culturales.
[1] Cf. Gadamer, Hans – Georg Verdad y Método salamanca, Sígueme 1979, capítulo 10.
[2] Cf. Benhabib, Seyla Las reivindicaciones de la cultura Buenos Aires, Katz 2006 pp. 44 -5.
[3] Ibid.

domingo, 20 de enero de 2013

“METERSE CON LOS MÁS GRANDES”







Gonzalo Gamio Gehri

Philip Butters – comentarista deportivo transformado recientemente en comentarista político – ha concedido una entrevista a Perú 21 en la que se pronuncia sobre la revocatoria a Susana Villarán. Interesante lo que dice, pues parece revelar las razones por las cuales existe un encono tan grande y visceral – entre los políticos y la prensa conservadora – contra la actual gestión municipal. Acaso da en el clavo (involuntariamente).

 “¿Tienes una animadversión personal por Susana? 
En absoluto. Villarán ha cometido muchos errores políticos imperdonables. Al enemigo, puente de plata. Uno no debe ingresar a un cargo público a fusilar al anterior. Si entras, entra a hacer; el alcalde es un ‘hacedor’. Luego se peleó con Alan García, alguien más grande que ella. De inmediato se metió con el Cristo del Pacífico y, al hacerlo, se enfrentó con los católicos del Perú. Seguidamente, por dar una ordenanza gay, continuó insultando a la Iglesia, pensando que así ofendía a Cipriani, cuando en ese tema hasta Bambarén piensa como el cardenal. Después se metió con Humala y apoyó a Santos. Y, como la torpeza no tiene límites, se metió con Fujimori: ella es alcaldesa de Lima, la gente la ha elegido para que mejore el transporte, para que las calles sean seguras, para recoger la basura, no para pelearse con otros políticos. ¿Sabes quién es la mejor amiga de Marco Tulio? Susana Villarán, pues, hermano (risas). ¿A quién le ha empatado Gutiérrez? A nadie. Los principales beneficiados con la revocatoria son él y Luis Favre (risas)”.


Butters no descubre la pólvora – dice algo que algunos periodistas han repetido varias veces – pero el tono virulento de su análisis es revelador. Villarán se ha metido con quienes, en su concepto, “no debía”. Ha investigado presuntas irregularidades en la administración de Castañeda Lossio, un pecado mortal que la ha enemistado con el grupo político del ex alcalde y con las corporaciones que lo apoyaban. No olvidemos las probadas conexiones entre Marco Tulio Gutiérrez y el entorno de Castañeda. Recordemos, asimismo, que fueron Fabiola Morales y Walter Menchola los primeros en deslizar la idea de que Villarán debía ser revocada, a poco tiempo de asumir el cargo. La alcaldesa ha osado cuestionar la pertinencia de la presencia del llamado “Cristo del Pacífico” en un espacio público, granjeándose así la animadversión de Alan García y de la jerarquía eclesiástica conservadora. Se ha atrevido a plantear reglas contra la discriminación por razones de sexualidad, enojando al cardenal. Y osó pronunciarse sobre el indulto a Fujimori. En resumen, se ha metido con quienes son “más grandes que ella”. Un alcalde debe ponerse un casco y un chaleco, supervisar obras. “Hacer” y no “hacer política”. No meterse con los “grandes”.

No creo que haya que descartar sin más la espontánea hipótesis de Butters. Finalmente, es cierto que el comentarista deportivo ha enumerado a los enemigos políticos de la gestión de Villarán: los fujimoristas, Alan García y su partido, Castañeda y los suyos, la ultraderecha religiosa y mediática. Ellos están implicados en la guerra sucia contra Villarán. Todos ellos han intentado consolidar la idea de que el gobierno municipal es ineficaz, sin dejar espacio para que el ciudadano se informe y verifique si esa tesis es falsa o no. El panorama político se hace más complejo si tomamos en cuenta que no pocos analistas pretenden imponer la idea de que en el Perú el “votante promedio” – ojo con el término – es solamente un sopesador de costos y beneficios, un elector ganado de modo inapelable por el “pragmatismo” (sic), un agente que decide a partir de las posibles ganancias antes que por la evaluación de principios. Ya discutiremos esta pintoresca tesis en un futuro post.

¿Villarán ha hecho mal en desafiar el considerable poder que ostentan los personajes mencionados? Estoy convencido de que no. En una democracia liberal no existen “intocables” ni posiciones privilegiadas por tradición. No existen “críticas sacrílegas” ni personalidades a las que no se les deba solicitar que rindan cuentas sobre sus acciones en el Estado. En este punto el gobierno de transición – en el que participó Villarán - tuvo una conducta ejemplar. No existe poder que no pueda ser cuestionado. Una autoridad pública puede (y debe) fiscalizar la gestión anterior si existen indicios razonables de irregularidades. Al interior de un Estado laico y en una sociedad democrática se puede discutir acerca de si es legítimo o no edificar monumentos de carácter religioso en el espacio público. El Estado peruano y la comuna limeña están al servicio de todos sus ciudadanos y vecinos, no sólo de los que son católicos que gustan de las imágenes novedosas. Del mismo modo, el municipio debe comprometerse con la lucha contra la discriminación. Y resulta legítimo cuestionar la posibilidad de un indulto de carácter político cuando este concierne a temas de derechos humanos.

Estas acciones constituirían “errores políticos imperdonables” en una sociedad confesional y arcaica, represiva del disenso y la crítica. En una sociedad democrática se trata de acciones compatibles con el proceder político propio de un Estado constitucional de derecho.

Está claro que el conflicto entre el No y el Sí tiene un poderoso (y explícito) contenido político. Es preciso que el ciudadano se proponga examinar la calidad de la gestión municipal en Lima, poniendo entre paréntesis el juego de fuerzas político y mediático que perturba cualquier diagnóstico serio de la situación. Verificar si las obras realizadas justifican o no una revocatoria de la autoridad elegida, o si esta campaña sólo es expresión de una componenda entre viejos políticos que buscan (a cualquier precio) escalar posiciones de cara a próximas lides electorales y que no dudan en pretender pasar por encima de quienes osan hacerles frente en la arena pública.


(Actualización: Jorge Bruce escribe sobre el tema en La República)
                        Puso la Marrana escribe sobre la campaña del Sí.

viernes, 18 de enero de 2013

LA LUCHA POR LIMA






Gonzalo Gamio Gehri


 Lima cumple un aniversario más de su fundación española en medio de una compleja y difícil batalla entre quienes pugnan por revocar a la autoridad elegida y quienes quieren proteger la gestión  de Susana Villarán contra una campaña que ha exhibido muy malas artes desde el inicio. Los nexos entre Marco Tulio Gutiérrez y  L. Castañeda Lossio – quien aparentemente quiere volver al sillón municipal cuanto antes y a cualquier precio – están demostrados. Apoyan esta campaña un controvertido pastor de talante integrista y algunos “financistas” que cuentan con una trayectoria discutible en nuestra historia reciente (hay que añadir un buen número de firmas falsas en los planillones de los revocadores). Los fujimoristas y los apristas se han sumado con entusiasmo a este planificado festín contra la administración Villarán.

Pero eso no es todo. La campaña a favor de la revocatoria cuenta con el apoyo cerrado de un sector importante de la prensa nacional. Quienes en el pasado hicieron público el caso COMUNICORE curiosamente  hoy defienden a los cuatro vientos la “necesidad” de que Villarán deje prematuramente el cargo. Otros medios de ultraderecha editorializan diariamente contra la alcaldesa y sus colaboradores más cercanos. Primero la acusaban de ser “comunista” y “pro-terrorista” (una infamia que pretendían “documentar” con fotos de Villarán alzando el puño, intentando convertir en invisible el compromiso permanente de la actual alcaldesa con los derechos humanos y con la transición democrática), hoy intentan hacerla pasar por “aristocrática” y “elitista”, han llegado al colmo de sindicar de “exclusiva” la campaña por el No, a la que se han sumado destacados artistas, deportistas e intelectuales. No es el caso de que esta prensa no perciba esa contradicción (y otras): para ella, cualquier suposición o trascendido que contribuya a minar la reputación de Villarán les resulta útil, a pesar de que sea falaz o manifiestamente falsa. Se trata de medios que se dedican a la estigmatización ideológica de sus oponentes y al marketing de los políticos que les son afines. Esa prensa conservadora opera como si el trabajo periodístico se identificara con la práctica propagandística de los lobbies, y punto. No les interesa informar. La verdad les importa poco, o nada. 

Existe pues una maquinaria en pleno funcionamiento que pugna por acabar con la gestión de Susana Villarán: a esa consigna responden sus operarios y la prensa que sirve a sus intereses, y los líderes políticos de esa coalición se frotan las manos, esperando ver resultados . Este sector no ha dudado en recurrir a la guerra sucia para lograr sus propósitos. Es cierto que la actual administración municipal ha cometido algunos errores serios particularmente en cuanto a su estrategia comunicativa, no cabe duda de ello. Ha pecado de ingenuidad en este frente. Ha intentado acertadamente darle un perfil democrático a su gestión no introduciendo en un principio, por ejemplo, el nombre de la alcaldesa en los carteles que describen las obras en ejecución, para así evitar los gestos puramente personalistas; como se sabe, los alcaldes suelen – errónea y hasta viciosamente – personalizar las obras, pasando maliciosamente como “grandes benefactores” de la población. Combatir ese estilo autoritario y personalista resulta absolutamente correcto, pero puede promoverse el carácter institucional de la gestión con una estrategia de difusión e información más eficaz.

Me parece que la gestión de Villarán ha intentado combinar con esmero las obras – las que se edifican con cemento – con la promoción de la cultura cívica y el respeto de las diferencias. Ha pugnado porque el lema “Una Lima para todos” constituya un mensaje real y no un slogan cínico e hipócrita. Ha pretendido que Lima se convierta en un espacio en el que las personas puedan dedicarse al trabajo, a la vida cultural, al ocio o a la acción común en un contexto de justicia y buena vecindad. Saludo la probidad de su trabajo, así como el esfuerzo porque la edificación de obras cumpla con todos los procedimientos y condiciones de transparencia. Esa es toda una novedad en la historia reciente de la administración de la ciudad. Esta administración, por poner un par de ejemplos, ha enfrentado positivamente el problema del transporte en la ciudad, e incluso ha construido un mayor número de escaleras que la de su predecesor. Creo que Villarán merece concluir con el período de gobierno para el que fue elegida. Me parece que la revocatoria perjudicaría a la capital, pues sólo favorece a quienes quieren tomar el poder sobre Lima, y a las corporaciones que les han favorecido y los apoyan.
 
Esta iniciativa de la revocatoria nació muy poco tiempo después de la incorporación de Susana Villarán en el gobierno municipal. Resulta falaz atribuir esta campaña a una supuesta “iniciativa vecinal”. No existe tal iniciativa. Marco Tulio Gutiérrez ha actuado en todo momento como un operador político, uno bastante malo – además – porque se ha negado sistemáticamente a debatir con Anel Townsend, o con las propias autoridades capitalinas. No suele dar la cara – salvo en algunas entrevistas en las que queda mal parado – y se rehúsa a confrontar ideas.

Esta situación debería llevarnos a revisar escrupulosamente las reglas que rigen esta clase de procesos. La revocatoria debería contar con causales para plantearse y producirse. De lo contrario, seguirá sucediendo el penoso espectáculo que hoy lamentablemente contemplamos: cómo los candidatos que perdieron – recurriendo a cuestionables operadores políticos  y sirviéndose de cierta prensa afín – recolectan firmas para sacar de sus puestos a las autoridades elegidas, para tentar el cargo sin mayor demora. Esta clase de componendas pueden terminar mermando el núcleo mismo de nuestra (todavía incipiente) democracia. 


Anexo:

(Yehude Simon sobre el tema..)

jueves, 10 de enero de 2013

APUNTES SOBRE IDENTIDAD: DELIBERACIÓN Y SITUACIÓN. *






Gonzalo Gamio Gehri



En un post anterior habíamos destacado la noción de identidad plural que Sen desarrollaba en Identidad y violencia, en contra de una imagen monolítica de la identidad que sólo la define desde la inscripción comunitaria y la confesión. La pertenencia a la cultura de la comunidad nativa o la militancia religiosa no tienen que ser forzosamente los componentes medulares de nuestro sentido del yo, aquellos que ofrecen una dirección al curso de la vida. El trabajo de discernimiento del agente mismo – generalmente en diálogo con los otros – permite determinar, en virtud de razones que uno puede compartir o exhibir en espacios sociales, qué compromisos o formas de adhesión priman sobre las demás.

Uno podría preguntarse, no obstante, si en el proceso de deliberación práctica el trabajo corresponde exclusivamente a la razón sin que ésta tenga que tomar en cuenta determinadas condiciones que inevitablemente ponen límites a sus posibilidades de acción. Con esto, me refiero a ciertas situaciones con las que el agente tiene que lidiar y que no puede desconocer sin más. En su correspondencia con Gershom Scholem – quien discutía las tesis de Eichmann en Jerusalén -, al verse interpelada por su condición de judía, Hannah Arendt sostenía categóricamente que el corazón de su propia identidad no reside en el discurso o la práctica religiosa. “Si puede decirse que ‘vengo de alguna parte’”, advierte, “es de la tradición de la filosofía alemana”[1]. Esta aseveración puede acertadamente ser comprendida como una afirmación de la capacidad de agencia de la persona en cuestión: ella reconoce la pluralidad de aspectos, conexiones y compromisos que involucran el concepto de identidad – y que constituyen el curso de la propia vida y sus sentidos potenciales – y manifiesta la decisión de asumir como elemento dominante no la tradición religiosa heredada, sino el movimiento de pensamiento crítico descubierto en la juventud. Arendt elige la vocación antes que el legado espiritual de sus ancestros. No obstante, la propia Arendt señala que la dimensión judía de su vida es una realidad no susceptible de controversia, y que cuando es atacada como judía ella respondía como judía. Con esta declaración, ella está poniendo de manifiesto un hecho, a saber, que aludamos o invoquemos en determinadas circunstancias biográficas una dimensión de la mismidad como jerárquica en contraste con otras no sólo obedece al ejercicio de la razón práctica, sino a la percepción de las exigencias de una situación compleja, como la terrible experiencia de la Shoah. La deliberación opera en diálogo permanente con los contextos vitales en los que actuamos, los escenarios que sólo parcialmente podemos bosquejar y que tenemos que enfrentar.

Considerar esta dimensión propiamente fáctica de la vida implica señalar las condiciones de lo que significa “planificar la vida” o “diseñar o elegir un estilo de vida”.  La libertad no se plantea en abstracto, sino situada, encarnada en un contexto histórico – social. Ella nos remite a las opciones que se plantean desde una mirada lúcida de las circunstancias y de las posibilidades de sentido que desde ellas pueden vislumbrarse. El ejercicio de la razón práctica entraña el cultivo de la capacidad de interpretar de manera perspicaz aquellos escenarios – reales o posibles – en los que actuamos. Carecer de esta capacidad – o no haberla desarrollado adecuadamente – nos condenaría a fracasar en la tarea de llevar una vida con sentido. Sólo adquirimos y ponemos en práctica esta lucidez para comprender y actuar  – que los griegos concebían como phrónesis, la virtud de la prudencia – dialogando y actuando con otros.




* Este breve texto se inscribe en un ensayo mayor sobre Identidades culturales.


[1] Arendt, Hannah  “’Eichmann en Jerusalén’. Intercambio epistolar entre Gershom Scholem y Hannah Arendt”  en: Una revisión de la historia judía y otros ensayos Barcelona, Paidós 2005 p. 144.

miércoles, 9 de enero de 2013

EN TORNO AL NACIMIENTO DE AFRODITA




  
Gonzalo Gamio Gehri


Desde todo punto de vista, Afrodita es una diosa fundamental en el panteón griego. Su nombre es invocado por los asaeteados por los dardos de Eros, y no olvidemos que ella tuvo una participación decisiva en los acontecimientos que narra Homero en La Iliada. Su origen es tan enigmático como el que se atribuye al propio Eros.

 Su nombre proviene de áphros, “espuma”, precisamente porque una de las historias más sorprendentes alude a que surgió de la espuma del mar. Desembarcó primero en Citera, una pequeña isla. Cuenta la leyenda que su encanto era tal que donde pisaba brotaban flores y plantas, y que por donde caminaba la acompañaban gorriones y palomas. Las hijas de Océano la adornaron para que Afrodita encontrara un lugar para que su culto sea establecido. Pasó por Esparta;  si bien el pueblo lacedemonio le rindió culto de inmediato, ella pensó que quizá esa tierra de feroces guerreros no entendería completamente los asuntos azarosos del eros (cuya poderosa complejidad y profundidad Platón discutirá en El Banquete). Finalmente fijó su hogar en Chipre. Por eso los devotos de Afrodita la llaman  Cipris.

Fascinado por el poder que de Afrodita manaba, Zeus reclamó la paternidad de la diosa. Adujo que él y Dione – la dividinad del roble - eran sus padres, por eso los dos mitos coexisten en el mismo culto, aquel de la diosa que surge de la espuma marina, cuya belleza e inspiración afirma el Orden sobre el Caos - a la manera de Eros -, y el que la señala como hija de Zeus. Incluso no ha faltado quien sugiriera que se trataba de dos manifestaciones de la diosa. Ya en los fines del medioevo, Boticelli  pinta El nacimiento de Venus, que recrea brillantemente el momento en que Afrodita, surgida de las aguas, es vestida y adornada por la Primavera y las oceánidas. El espectáculo del surgimiento de Afrodita sigue conmoviendo el ánimo de los mortales que, perplejos, siguen pronunciando su nombre.


jueves, 3 de enero de 2013

EL LIBERALISMO POLÍTICO Y SUS ROSTROS






Gonzalo Gamio Gehri


Hace unos días, Nelson Manrique escribió el artículo Liberalismo y pseudoliberalismo, que apareció en La República. El texto se enmarca en el debate reciente sobre el liberalismo, y constituye una respuesta aguda y sensata a quienes – desde una perspectiva que quizá se proclama “ortodoxa” – critican que haya establecido una distinción entre “liberalismo político” y “liberalismo económico” como una operación estrictamente liberal. Esta distinción le permite cuestionar certeramente la atalaya ideológica en la que se sitúan quienes se mostraron condescendientes y silenciosos frente a gobernantes autoritarios y corruptos que – como Pinochet y Fujimori – combinaron la represión de libertades y derechos básicos con mercados abiertos; se trata de la misma posición de quienes hoy miran con admiración a China y Singapur. No existe nada menos “liberal” que las violaciones a los derechos humanos y la desarticulación de la democracia.

Me parece (aunque no tengo certeza de ello) que el artículo de Manrique es una réplica a un post de Paul Laurent, Los liberalismos de los no liberales, en el que acusa rudamente al propio Manrique y a otros de “desconocer” la verdadera matriz del pensamiento liberal, la presunta raíz económica de la ciudadanía liberal, etc. En general, en lo que respecta a las cuestiones fundamentales de teoría política, la invocación a una suerte de “pureza doctrinal” me preocupa y me resulta peligrosa: me parece una actitud muy poco liberal, me recuerda a la investigación de “herejías” de la inquisición colonial,  o a la estigmatización intelectual de los “revisionistas” por parte del totalitarismo estalinista y maoísta. El liberalismo requiere de una actitud  falibilista, incompatible con el denominado "espíritu de ortodoxia" y no consiste en una especie de "saber iniciático".  No encuentro intelectualmente edificante  discutir el “canon literario” liberal como si se tratara de una colección de textos sagrados. Laurent dice que John Rawls, Richard Rorty y Amartya K. Sen no son liberales; ante ello, yo sólo puedo mostrar extrañeza, no sólo porque no justifica su aserto, sino  porque se trata de autores que se cuentan entre los filósofos políticos liberales más importantes de los últimos cincuenta años (a los que habría que sumar el nombre de Isaiah Berlin y el de Judith Shklar). Si hacemos a un lado de la discusión el asunto de los elementos específicamente filosóficos de las ideas liberales, entonces algo anda realmente mal. El liberalismo descansa sobre una familia de argumentos que giran en torno a los derechos universales, la libertad individual, el pluralismo, la secularización de lo político y la autonomía racional. No reivindica ortodoxias, enarbola criterios inapelables de autoridad intelectual ni condena herejías. Precisamente, el liberalismo combate  el mundo cultural y sociopolítico en el que la vindicación de ortodoxias, autoritarismos y anatemas era moneda habitual.

La respuesta de Manrique me parece una buena manera de avanzar en este debate sin perder sus elementos centrales (1). Señalar simplemente las supuestas “heterodoxias” se parece mucho a la estigmatización ideológica y al desfile de etiquetas (como  “rojo”, “caviar”, “estatista”, “colectivista”) que encontramos cada día en periódicos como Correo y Expreso. En contraste, Manrique destaca que en América Latina la separación entre “liberalismo político” y “liberalismo económico” ha resultado fundamental para la consolidación de una derecha conservadora y autoritaria con la que muchos actores políticos y “líderes de opinión” están muy contentos. El pensamiento liberal – que suele valorar ambos frentes – brilla por su ausencia en la escena política peruana. Abrir un espacio para la política liberal no implica adoptar necesariamente un credo homogéneo y uniforme, sino tomar contacto real con la familia de argumentos antes mencionada. Es el exclusivo mercantilismo – políticamente conservador - cultivado por la derecha peruana (que sospecha sistemáticamente de la democracia y de los derechos humanos) el punto de vista que aspira a convertirse en una ideología monolítica y dogmática, que asegura acríticamente que las interacciones probadamente "libres" sólo brotan del mercado (o las emulan en otros contextos). Manrique sugiere –  en convergencia con Alberto Vergara – que muchas personas se comprometieron en el pasado con temas propios de la agenda de un “liberalismo intuitivo”, como el sufragio universal o la jornada de ocho horas. Es preciso  recordar que, hablando rigurosamente, lo político no es sinónimo de lo estatal. Se hace política desde el Estado y desde los partidos políticos, pero también desde las instituciones de la sociedad civil. 

Creo que no debemos olvidar la disposición antijrerárquica del liberalismo, su vindicación de laigualdad civil de los individuos. Por ello no sorprende que este debate se haya generado en torno a la medida discriminatoria, practicada por algunos clubes sociales, consistente en  asignar baños especiales a las empleadas del hogar. Sólo una sociedad lastrada por una herencia colonial tan poderosa podría experimentar problemas para reconocer – ver - el carácter antiliberal y antidemocrático de tal medida (que recuerda las políticas discriminatorias en los Estados Unidos antes de la lucha por los derechos civiles que convocó a Luther King y otros).  No obstante, a menudo los problemas prácticos son más complejos y requieren una aproximación conceptual más sutil. Las dos rutas metodológicas que ha emprendido la filosofía política liberal – la hipótesis teórica del contrato y la exploración hermenéutica de las fuentes históricas y culturales del liberalismo – no pueden disociarse de los principios de libertad e igualdad. Se trata de principios que muchas veces se relacionan de manera tensional (Berlin); el planteamiento y posible resolución de tales conflictos constituye una invitación al cultuvo de la deliberación pública (y a la construcción institucional). La cuestión de sus alcances constituye una fecunda área de discusión al interior de la filosofía práctica liberal.



(1) Quizá la lectura que hace Manrique de Hobbes pueda ser discutida con mayor extensión.


ANEXO:

Un Post de S. Caviglia sobre este debate.