Gonzalo Gamio Gehri
El columnista de El Comercio Diego de la Torre – profesor de la Universidad del Pacífico, según tengo entendido - ha dicho en un artículo publicado en ese diario que Vallejo “fue un maravilloso poeta, digno de un Premio Nobel, pero creo que influyó de manera negativa en el subconsciente colectivo de los peruanos”. A su juicio, autores como Vallejo y Ribeyro ponen énfasis en el fracaso y el sufrimiento. “Con una actitud así”, sentencia De la Torre, “no se crea algo grande, menos aun un ciudadano con mentalidad ganadora y sin complejos”. Con esta frase el autor declara la superioridad moral de raquíticos libritos de autoayuda como ¿Quién se ha llevado mi queso? – convertidos en bibliografía básica en ciertas universidades-negocio, eso ya lo sabemos – sobre Poemas Humanos y La palabra del mudo. Después de todo, de lo que se trata es de producir “emprendedores” o “gerentes innovadores”, porque el verdadero “desarrollo” procedería del trabajo esa clase de actores y no de quienes piensan de una manera sombría y pusilánime. Lo que es verdadero es lo que se puede medir, lo que vale (o tiene sentido) es lo que se puede traducir en utilidades económicas (¿Es que hay algo más?). El razonamiento que proviene de esta clase de perspectiva es tan simplista como disparatado.
Las reacciones ante esta ridícula columna han sido numerosas y han coincidido en señalar la conmovedora ignorancia de este personaje. Gustavo Faverón ha reflexionado - con especial contundencia e ironía - sobre lo que significa que El Comercio publique notas de esa pobre calidad y tan poco seso. Estoy de acuerdo con él en que no se trata solamente de que De la Torre sea un ignorante en cuestiones de literatura: el artículo citado en realidad rechaza torpemente el tipo de conocimiento ético que aportan la literatura y otras disciplinas humanas, que se basan en una exploración de la condición humana, de sus grietas y zonas oscuras, y en la denuncia de la injusticia y sus perniciosos efectos en la vida de las personas. De la Torre sostiene que cuentos como Alienación de Ribeyro contribuyen a fomentar el derrotismo nacional – curiosa tesis en un país en el que el sistema educativo no promueve precisamente la lectura -, cuando se trata de un relato que examina los males de la discriminación racial; parece que para estos edulcorados devotos del coaching la configuración de una “mentalidad ganadora” implica reprimir la “queja”, incluso cuando se trata de combatir la injusticia. No es difícil imaginar que De la Torre consideraría a Esquilo, Shakespeare o Benjamín – todos ellos a la vez pensadores trágicos y críticos de la injusticia – como parte de un coro de infelices que conspiran contra el “progreso” y enturbian el “espíritu positivo (vale decir, ganador)”.
Preocupa la chata y unilateral visión de la vida que tienen estos nuevos e improvisados predicadores: sean productivos, o perezcan, la pobreza no tiene causas, los que quieren salir adelante no les importa si la vida es injusta, etc. Para estos gurús de la "superación", el mercado es el espacio más importante de la sociedad, la competencia es el modo natural de interacción humana, la actividad racional consiste en el cálculo costo / beneficio, la "eficacia" es la virtud fundamental; esa clase de presuposiciones pasan como evidencias en el estrecho y monocorde discurso que proclaman aquí y allá, sin perder la sonrisa. Ese ideario podrá permitirles caminar sobre las brasas, pero no contar con una comprensión sensata de la existencia humana. Estos curiosos catequistas de la “motivación” y del “liderazgo” no parecen tener problema alguno con cerrar los ojos a una realidad más amplia y compleja que la que bosquejan sus prejuicios y esquemas. En la novela filosófica Así hablaba Zaratustra, Nietzsche llamaba “omnicontentos” a quienes renunciaban a percibir e interpretar lúcidamente la vida, con sus zonas grises, con una conciencia clara de la propia fragilidad, con la experiencia del vacío. Los omnicontentos se aferran a una alegría bobalicona, que no encierra sabiduría alguna sobre lo que significa vivir. No es difícil percibir en la pobre retórica de la nota que comentamos este pobre espíritu. No sorprende que juzguen la obra de Vallejo como completamente ajena a sus convicciones.
Un dato curioso. Hace unos años me tuve que asistir a uno de esos seminarios de coaching (enfatizo el "tuve"); uno de los aspectos es que el "coach" no debe tomar el papel del que lo sabe todo sino que, mediante la formulación constante de preguntas que cuestionan los supuestos con los que piensa el "coachee", éste logre llegar, por sí mismo, a nuevas ideas. ¿A qué suena eso? A mí me suena a Sócrates. Y esta es la gente que quiere eliminar Filosofía del rol de cursos.
ResponderEliminarAleccionador mi estimado Gonzalo. Los Trujillanos tenemo en Vallejo a la expresion de originalidad, ingenio, y coherencia. Sus notas del colegio y la Universidad,la cultura del debate fertil entre los miembros del grupo norte, donde destacaba tambien Haya, Orrego, Spelucin, Xandoval, , su tesis sobre el romanticismo en la literatura castellana, la valia intelectual de su poesia, trama edificante, radical, y vital, se muestran como argumentos en contra de quienes leen mal a Vallejo o quieren y no pueden categorizarlo en su matriz foda. Ironia y piedad para De la torre, una nos hace la vida mas placentera y la otra nos permite no burlarnos de los imbéciles. Bien hecho Gonzalo.
ResponderEliminarEstimado profesor:
ResponderEliminarEn algún momento escuché entre los pasillos que se decía: "Este trabajo de investigación no vale porque no le veo que venda".
Ese es el problema de los que ven las universidades-empresa, como los "maestros" gestores del razonamiento económico y el Análisis Económico del Derecho.
Saludos cordiales.