Gonzalo Gamio Gehri
Me llama mucho la atención el “arduo” trabajo que realizan los 'anónimos' en mi blog. Una de las cosas que más me asombra es el esfuerzo que despliegan para encubrir su identidad, cuando resulta tan fácil reconocer quiénes son – por su redacción, su ortografía, sus calificaciones recurrentes, sus obsesiones, los diarios que citan, etc. -, cuáles son sus blogs , etc. En fin, esos son detalles que quedan para la anécdota, para las reflexiones de sobremesa. Finalmente, eso no es tan importante, me figuro, para el lector. Lo que me resulta sorprendente es la acusación recurrente de que quienes valoramos los derechos humanos en el plano del concepto y en el de la práctica somos “activistas fanáticos” que predicamos la “intolerancia” y el “pensamiento único”, que imponemos una “ideología”. En fin, la observación es cacofónica y poco original. También se la puede encontrar en las “Chiquititas”, las “Carnecitas” y en un sinnúmero de monocordes columnas en los diarios de ultraderecha. Sobre este tema quisiera decir un par de cosas hoy.
Es curioso que, cuando uno pregunta al académico conservador cuál es su objeción fundamental al discurso y a la práctica de los derechos humanos – la razón por la que afirma que “no existen” – la respuesta pretende ser ‘filosófica’. Se nos dice que los derechos humanos se fundan en una “metafísica densa” que presupone la idea ilustrada de razón científica, una antropología atomista, una comprensión mecanicista de la naturaleza e incluso, de la sociedad y de la historia. Es decir, una versión moderna, racionalista, del derecho natural. Uno no sabe si tomar en serio esa objeción, porque equivale a sostener que si uno cree en los derechos humanos está obligado a ser un kantiano ortodoxo o un contractualista clásico. Como si la discusión académica se hubiese detenido en los siglos XVII y XVIII, y no existiesen otras posibilidades de justificación filosófica. No debería sorprendernos, si muchos de estos censores de la modernidad política plantean como alternativa el retorno al Estado confesional o al Antiguo Régimen con todas sus formas de discriminación y violencia. Uno siente la tentación de recomendarles a estos críticos bibliografía reciente sobre el tema. Porque es posible encontrar buenas justificaciones de los derechos humanos en clave pragmatista, hermenéutica o postmoderna, o lecturas centradas en las capacidades, en el sentido de Nussbaum y Sen. Es absurdo pensar que quien defiende los derechos humanos tiene que ser necesariamente un iusnaturalista ilustrado.
Pero estos objetores no están buscando un cambio de ontología. Si observamos sus escritos sobre temas públicos, veremos que su crítica a la metafísica moderna, al laicismo, al individualismo, etc., parece tener su correlato práctico local en su rechazo a la recuperación de la memoria, la defensa de los derechos de las víctimas, etc (curiosamente, combinan esta vocación por el olvido y por la impunidad con una presunta preocupación febril por el rigor religioso, combinación bastante contradictoria, la verdad); son los que defendieron la Amnistía en los noventa, y comandaron la campaña mediática contra la CVR y el gobierno de transición. A veces, ellos intentan responder a este cuestionamiento arguyendo que quienes defienden los derechos humanos en el Perú intentan imponer una forma puntual de memoria histórica (el Informe de la CVR) sobre otras posibles. Sin embargo, ellos no han elaborado una investigación detallada sobre el asunto (de hecho, se opusieron a toda exploración de la tragedia vivida). La CVR aportó un estudio interdisciplinario, riguroso, sobre los años del conflicto interno; allí están los testimonios, el diagnóstico, sus conclusiones y recomendaciones. Cuando les pedimos a los políticos y académicos conservadores un pronunciamiento claro sobre el Informe Final, terminamos dándonos cuenta de que simplemente ¡No lo han leído!
En fin. Lo he dicho varias veces. Pienso que el respeto de los derechos humanos constituye un signo de civilización, un valor que tendría que trascender cualquier tipo de cantera ideológica, de derecha o de izquierda. Pienso que el discurso y la práctica de los derechos humanos constituyen herramientas sociales sólidas y eficaces para promover el bienestar y las libertades de los individuos y las comunidades, y reducir el sufrimiento. Pienso que estos derechos pueden convertirse en foco de un consenso intercultural en esta materia. Que no necesitamos comprometernos con el iusnaturalismo medieval o moderno para suscribir los derechos humanos. Y que contamos con todos los recursos conceptuales para reconocer la manipulación interesada de este discurso (p.e., el caso de Bush en Irak). Defender estos derechos – una especie de ‘mínimo normativo’ básico para la convivencia local y global – no me parece un asunto que encienda fanatismos de viejo o nuevo cuño. Me da la impresión de que se trata de una expresión secular de una preocupación elemental por el prójimo.
Para criticar a los derechos humanos, no hay que ser conservador. Veamos a Foucault o a Beberly, o en el ámbito peruano a Callirgos.
ResponderEliminarSaludos Gonzalo,
ResponderEliminarun post enérgico y contudente que es necesario saludar. Permíteme citar un pasaje importante de tu texto para marcar una necesaria línea de diferencia entre la vieja derecha peruana, teísta, reaccionaria y pasatista, que bien has criticado, y la nueva derecha política (NDP), joven-conservadora (jungkonservativ), como yo la entiendo y propongo para un diálogo constructivo, pro-transicional e institucionalista. Ya Jorgesp ha puntualizado implicitamente las diferencias en el post anterior. Es necesario, pues, marcarlas explícitamente, a partir del tema que propones en este post:
"Si la izquierda ha profundizado en esta categoría y en sus consecuencias en el espacio público, esto no constituye un obstáculo para que, por ejemplo, grupos de derecha o incluso conservadores 'blandos' no pudieran asumir el discurso y la práctica de los derechos humanos. Deberían hacerlo"
En efecto, así es, y no sólo entre conservadores blandos, también entre realistas "duros". A diferencia de la vieja derecha teísta y reaccionaria, una NDP puede asumir, sin duda, el discurso y la práctica de los DDHH, al mismo tiempo que puede presentar una crítica puntual y constructiva al "universalismo concreto" de los mismos, DESDE un punto de vista no sólo ético-cultural, sino también político, es decir, desde una nueva derecha. Esta crítica anti-universalista no convierte una NDP necesariamente en "reaccionaria" en temas de DDHH, al contrario, la hace promotora de las condiciones para un antagonismo cooperativo y pro-transicional que punte también más allá, es decir, hacia un universalismo de DEBERES a partir de un territorio específico y una comunidad política determinada: un "consenso sobre el bien".
Se trata, pues, de una NDP que toma neta distancia del reaccionarismo teísta pasatista, anclado en una mitología incapacitante, ontológicamente "débil", laxa y amanerada, políticamente anti-transicional. De la misma forma toma distancia del reaccionarismo "pragmático" de la nueva politología de derecha, según el "realismo cínico", por ejemplo, de Barba Caballero (Correo y colaboradores en pocas palabras): ese permanentemente realismo negativo (el anti-caviarismo omnipresente y macartista) delimitado al scoop de coyuntura y la lógica metodológica barrabravista del "dato-manda-chocherita", sin ningún carácter positivo, ni fundacional, ni institutivo. En este último grupo, debe ser considerada, por igual, toda la vieja guardia pre-transicional ex-comunista, "transicional-inconclusa", etno-nacionalista ahora, que ve permanentemente un "Estado predatorio" y enseña al estudiante a alzar siempre el puño contra "una democracia de pendejos" (S.Lopez), para que nadie note (de paso), a los pendejos de la democracia (poderes indirectos y demás).
La NDP es una nueva derecha "gramsciana", por lo tanto su objetivo, a largo plazo, es la creación de un IESP (un instituto de estudios políticos), un objetivo concreto (según el ejemplo de los partidos conservadores alemanes que apoyan a instituciones como la Universidad de Lima, por ejemplo).
Dadas, entonces, estas explícitas diferencias, pienso ahora que es posible una valoración ético-cultural de los DDHH en los términos precisos que defiendes en tu post Gonzalo, por lo mismo estoy igualmente convencido que sea posible un valoración política de los actores que pueden responder a tal valoración no sólo "desde abajo" (ciudadanía, sociedad, universidades), sino también "desde arriba" (Estado, instituciones políticas, nuevas elites). Con esto me refiero a la capacidad educativa de las instituciones políticas (denominado en literatura "rendimento institucional positivo"). Una valoración integral de los DDHH no puede prescindir de afrontar una valoración política de los mismos, en los términos de un "consenso sobre el bien".
saludos,
Giovanni
Estimado Giovanni:
ResponderEliminarEstoy completamente de acuerdo con tu lectura sobre los posibles vínculos entre los DDHH y una nueva derecha, más sólidamente cimentada, como la que describes. Lo de la valoración de los DDHH "desde arriba" y "desde abajo" me parece importante.
Saludos,
Gonzalo.
Hola,
ResponderEliminarSaludo el post de Giovanni por resaltar la importancia de un Instituto de Estudios Políticos. Es decir, un espacio alternativo y distinto al del "realismo cínico" o al de la derecha reaccionaria pasatista y amanerada. Por supuesto la derecha puede hacer de los derechos humanos un tema sustancial.
un cordial abrazo.
No tiene que ver directamente con su post pero lei esto y me parecio interesante.
ResponderEliminarhttp://www.edge.org/documents/archive/edge323.html#haidt
Que opina sobre la llamada "Ciencia de la Moralidad". Si tiene tiempo y le parece pertinente seria interesante que haga post sobre eso
Saludos
Estimado Gonzalo:
ResponderEliminarMuy interesante tu post y revelador. Recien me he dado tiempo de leerlo. Ciertamente hay un tema complejo de discutir pero es cierto lo que escribes: los conservadores que critican los derechos humanos se abstraen de tal manera intencionalmente, por no ver la realidad. No quieren ver el sufrimiento cotidiano y la vulneración de derechos que se da en la practica. Es una manera de negar su existencia. Algo similar se le había criticado en su momento a Ricardo Milla y otras personas que ensalzan ese tipo de discursos.
En realidad, para el común de la gente- fuera de la necesaria discusión academica- los derechos humanos deben tener una finalidad y un sentido práctico. Deben ser fruto de un consenso practico e historico antes que dogmas cerrados-tu sabes ademas que entre filosofos y juristas los temas polemicos de derechos fundamentales no esta cerrado, sino es un continuo discurrir, por lo que se cae el caracter dogmatico del cual se habla sin mayor argumento-.
De otro lado, como bien afirmas defender un consenso de tal magnitud no significa necesariamente ser un liberal a secas, ni un ilustrado kantiano, o como decimos en derecho un "positivista decimonómico". Nada que ver. Si bien los derechos de la persona nacieron con el liberalismo, sostengo que estos se ha nutrido de distintas contextos y corrientes. Entre las cuales tambien hay que mencionar ciertos socialismos o constituciones del siglo xx. De esta forma, bien visto, los ddhh son un patrimonio universal que ya dejó de pertenecerle sólo ha algunos, y que mas bien ha pasado ha ser el fruto de la modernidad en su conjunto -e incluso de la llamada postmodernidad- y que nos pertece por tanto a todos.
Pero sin duda, la discusión da para mucho mas. Buen tema como siempre mi estimado.
saludos cordiales,
CZG
Estimado Gonzalo:
ResponderEliminarMuy interesante tu post y revelador. Recien me he dado tiempo de leerlo. Ciertamente hay un tema complejo de discutir pero es cierto lo que escribes: los conservadores que critican los derechos humanos se abstraen de tal manera intencionalmente, por no ver la realidad. No quieren ver el sufrimiento cotidiano y la vulneración de derechos que se da en la practica. Es una manera de negar su existencia. Algo similar se le había criticado en su momento a Ricardo Milla y otras personas que ensalzan ese tipo de discursos.
En realidad, para el común de la gente- fuera de la necesaria discusión academica- los derechos humanos deben tener una finalidad y un sentido práctico. Deben ser fruto de un consenso practico e historico antes que dogmas cerrados-tu sabes ademas que entre filosofos y juristas los temas polemicos de derechos fundamentales no esta cerrado, sino es un continuo discurrir, por lo que se cae el caracter dogmatico del cual se habla sin mayor argumento-.
De otro lado, como bien afirmas defender un consenso de tal magnitud no significa necesariamente ser un liberal a secas, ni un ilustrado kantiano, o como decimos en derecho un "positivista decimonómico". Nada que ver. Si bien los derechos de la persona nacieron con el liberalismo, sostengo que estos se ha nutrido de distintas contextos y corrientes. Entre las cuales tambien hay que mencionar ciertos socialismos o constituciones del siglo xx. De esta forma, bien visto, los ddhh son un patrimonio universal que ya dejó de pertenecerle sólo ha algunos, y que mas bien ha pasado ha ser el fruto de la modernidad en su conjunto -e incluso de la llamada postmodernidad- y que nos pertece por tanto a todos.
saludos cordiales,
CZG
hola Gonzalo,
ResponderEliminarte escribo para saludarte y felicitarte por tus publicaciones y tus críticas, al leer me recuerdan las clases que nos dabas en el ISET te acuerdas? pues espero que si, te apreciamos mucho, por que fuimos tus alumnos. te quiero pedir si podriamos hacer una reflexión sobre la secularización en el perú como lo ves ese fenómeno hoy, y pues animarte en todo un abrazo
Gracias buena info
ResponderEliminarGracias buena info
ResponderEliminarGracias y muy buena info
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