REFLEXIONES EN TORNO A LA FIESTA DEL CHIVO
Gonzalo Gamio Gehri
Uno de los temas recurrentes en las tragedias griegas y en las novelas latinoamericanas contemporáneas es la crítica de la concentración del poder y sus efectos funestos en la personalidad del tirano. Esquilo y Eurípides establecen agudos contrastes entre el ethos democrático y el autoritarismo del déspota oriental de aquellos tiempos. Asturias, García Márquez y Vargas Llosa muestran la ferocidad, la corrupción y el servilismo presentes en las dictaduras de esta parte del continente. Y ponen énfasis en la inexorable soledad del poder, así como en la ruina final de estas aventuras autocráticas.
El asunto es complejo, dado que en América Latina contamos aun con democracias precarias, y con una cultura autoritaria poderosa. Todavía existen muchas personas que suspiran por los terribles tiempos de la represión bajo Pinochet, o que tienen la oscura “esperanza” de garantizar la impunidad de Fujimori con subterráneos golpes de timón o amnistías ordenadas desde el poder. El servilismo de muchos “periodistas” frente a los dictadores latinoamericanos ha sido famoso, e incluso no faltan los espíritus extravagantes que (como narraban algunas tragedias antiguas) podrían rendirle culto hasta a los monarcas asiáticos. La novela latinoamericana ha sido siempre una trinchera moral e intelectual para la denuncia de la represión de la libertad, la violación de los Derechos Humanos y la corrupción, aún en medio del concierto de voces cortesanas – e incluso voces populares – que se inclinan ante el dictador de turno, predican la “abolición de la democracia” o abogan por el silencio frente a los crímenes de lesa humanidad. Esta clase de novelas ha cuestionado – muchas veces desde la periferia – nuestra reiterada práctica de entregar nuestros derechos políticos a un líder carismático, renunciar a la ciudadanía y convertirnos en súbditos….con una sonrisa, y una venia.
La Fiesta del Chivo es una de estas novelas importantes. En ella, Vargas Llosa describe con maestría la miseria del poder despótico. A pesar de que los aduladores repiten al dictador Trujillo que es omnipotente e invulnerable, él no puede evitar constatar que está envejeciendo. Cada sesión de entrenamiento físico constituye una lucha singular contra una realidad que se va deteriorando: su cuerpo, pero también su régimen. Reconoce como un signo infaltable la huella de su prostatitis, pero también la multiplicación de los opositores dentro y fuera del país, que han descubierto sus múltiples delitos. Su entorno, el jefe de la policía secreta, los generales del ejército, sus cuadros políticos, e incluso algunos personajillos intelectuales, pintorescos y de patética complexión moral – me refiero a Henry Chirinos y “Cerebrito” Cabral, personajes seminovelescos cuya descripción narrativa es siempre implacable desde la pluma de Mario Vargas Llosa -, le rinden pleitesía. Incluso, como si se tratara de un dios pagano, le brindan en sacrificio ritual a sus esposas y a sus hijas. El dictador aparece no solamente como un ídolo sediento de sangre, sino también como una criatura hambrienta de sumisión.
Urania Cabral es el personaje que representa a la víctima de la tiranía que otros aceptan con alegría. Tiene en la actualidad más de cuarenta años, es una profesional exitosa que vive en el extranjero desde que fue sacada de República Dominicana. Vuelve a su patria para confrontar a su padre - “Cerebrito” Cabral – que se está muriendo. Quiere ajustar cuentas con él, ya que fue entregada a los quince años, para el disfrute de Trujillo, en un encuentro sexual cruel, violento e inconcluso, el mismo día en el que el decrépito déspota fue asesinado. Quiere narrar su tragedia mirando directamente a su verdugo. Después de ese episodio, ella no ha podido conocer el placer ni el amor con un hombre. Urania simboliza lo que las dictaduras producen, seres humanos incapaces de dar y recibir amor a menos que enfrenten su dolor – a través de la memoria – y obtengan justicia. Sólo al final de la novela puede divisarse una tímida e indeterminada luz en el túnel de su vida.
Vargas Llosa cuenta cómo, - a la muerte de Trujillo – República Dominicana fue entregada a una curiosa transición política, complaciente con la funesta herencia del dictador. La novela pretende constituirse en una especie de radiografía política y psicológica de las dictaduras latinoamericanas, de su patético círculo de barbarie y sumisión. Las alusiones al Perú bajo el funesto fujimorato son múltiples. Afortunadamente, en nuestro país vivimos una transición democrática decente, aunque hoy las aguas han vuelto a su nivel ordinario: los periodistas le han lavado la cara a los sirvientes de la dictadura, el gobierno actual ha formado una alianza con las fuerzas fujimoristas y sus sucesores dinásticos. Afortunadamente, todavía somos muchos los ciudadanos que conocimos los crímenes de ese funesto régimen, resistimos frente a él, como ciudadanos clamando democracia, y finalmente lo vimos caer.
Uno de los temas recurrentes en las tragedias griegas y en las novelas latinoamericanas contemporáneas es la crítica de la concentración del poder y sus efectos funestos en la personalidad del tirano. Esquilo y Eurípides establecen agudos contrastes entre el ethos democrático y el autoritarismo del déspota oriental de aquellos tiempos. Asturias, García Márquez y Vargas Llosa muestran la ferocidad, la corrupción y el servilismo presentes en las dictaduras de esta parte del continente. Y ponen énfasis en la inexorable soledad del poder, así como en la ruina final de estas aventuras autocráticas.
El asunto es complejo, dado que en América Latina contamos aun con democracias precarias, y con una cultura autoritaria poderosa. Todavía existen muchas personas que suspiran por los terribles tiempos de la represión bajo Pinochet, o que tienen la oscura “esperanza” de garantizar la impunidad de Fujimori con subterráneos golpes de timón o amnistías ordenadas desde el poder. El servilismo de muchos “periodistas” frente a los dictadores latinoamericanos ha sido famoso, e incluso no faltan los espíritus extravagantes que (como narraban algunas tragedias antiguas) podrían rendirle culto hasta a los monarcas asiáticos. La novela latinoamericana ha sido siempre una trinchera moral e intelectual para la denuncia de la represión de la libertad, la violación de los Derechos Humanos y la corrupción, aún en medio del concierto de voces cortesanas – e incluso voces populares – que se inclinan ante el dictador de turno, predican la “abolición de la democracia” o abogan por el silencio frente a los crímenes de lesa humanidad. Esta clase de novelas ha cuestionado – muchas veces desde la periferia – nuestra reiterada práctica de entregar nuestros derechos políticos a un líder carismático, renunciar a la ciudadanía y convertirnos en súbditos….con una sonrisa, y una venia.
La Fiesta del Chivo es una de estas novelas importantes. En ella, Vargas Llosa describe con maestría la miseria del poder despótico. A pesar de que los aduladores repiten al dictador Trujillo que es omnipotente e invulnerable, él no puede evitar constatar que está envejeciendo. Cada sesión de entrenamiento físico constituye una lucha singular contra una realidad que se va deteriorando: su cuerpo, pero también su régimen. Reconoce como un signo infaltable la huella de su prostatitis, pero también la multiplicación de los opositores dentro y fuera del país, que han descubierto sus múltiples delitos. Su entorno, el jefe de la policía secreta, los generales del ejército, sus cuadros políticos, e incluso algunos personajillos intelectuales, pintorescos y de patética complexión moral – me refiero a Henry Chirinos y “Cerebrito” Cabral, personajes seminovelescos cuya descripción narrativa es siempre implacable desde la pluma de Mario Vargas Llosa -, le rinden pleitesía. Incluso, como si se tratara de un dios pagano, le brindan en sacrificio ritual a sus esposas y a sus hijas. El dictador aparece no solamente como un ídolo sediento de sangre, sino también como una criatura hambrienta de sumisión.
Urania Cabral es el personaje que representa a la víctima de la tiranía que otros aceptan con alegría. Tiene en la actualidad más de cuarenta años, es una profesional exitosa que vive en el extranjero desde que fue sacada de República Dominicana. Vuelve a su patria para confrontar a su padre - “Cerebrito” Cabral – que se está muriendo. Quiere ajustar cuentas con él, ya que fue entregada a los quince años, para el disfrute de Trujillo, en un encuentro sexual cruel, violento e inconcluso, el mismo día en el que el decrépito déspota fue asesinado. Quiere narrar su tragedia mirando directamente a su verdugo. Después de ese episodio, ella no ha podido conocer el placer ni el amor con un hombre. Urania simboliza lo que las dictaduras producen, seres humanos incapaces de dar y recibir amor a menos que enfrenten su dolor – a través de la memoria – y obtengan justicia. Sólo al final de la novela puede divisarse una tímida e indeterminada luz en el túnel de su vida.
Vargas Llosa cuenta cómo, - a la muerte de Trujillo – República Dominicana fue entregada a una curiosa transición política, complaciente con la funesta herencia del dictador. La novela pretende constituirse en una especie de radiografía política y psicológica de las dictaduras latinoamericanas, de su patético círculo de barbarie y sumisión. Las alusiones al Perú bajo el funesto fujimorato son múltiples. Afortunadamente, en nuestro país vivimos una transición democrática decente, aunque hoy las aguas han vuelto a su nivel ordinario: los periodistas le han lavado la cara a los sirvientes de la dictadura, el gobierno actual ha formado una alianza con las fuerzas fujimoristas y sus sucesores dinásticos. Afortunadamente, todavía somos muchos los ciudadanos que conocimos los crímenes de ese funesto régimen, resistimos frente a él, como ciudadanos clamando democracia, y finalmente lo vimos caer.
El peor problema en latinoamérica -y obviamente en el Perú- es que a nadie parece atemorizarle la posibilidad de estar bajo un régimen autoritario hasta que este llega. Es más constantemente se escucha la frase "acá falta mano dura" como si esa fuese la pildora milagrosa para acabar con los problemas sociales.
ResponderEliminar"Urania simboliza lo que las dictaduras producen, seres humanos incapaces de dar y recibir amor a menos que enfrenten su dolor – a través de la memoria – y obtengan justicia. "
Esa parte me pareció muy bien puesta.
Saludos.
Paolo
muy bueno el post, regresaré mas seguido a tu blog, el contenido es bastante interesante, buenos temas, saludos....
ResponderEliminarEstimados Paolo e Ítalo:
ResponderEliminarMuchas gracias por sus comentarios. Me alientan decididamente.
Saludos,
Gonzalo.
¿Gonzalo, que opinas de la mudanza de la Pucp? Francamente me afecta bastante la manera como quieren elitizar la universidad. Yo cambié bastante al entablar relaciones con gente de diferente estrato social. Creo que de ahí partió la pluralidad para mí. ¿Yo hubiera cambiado estudiando en Camacho? Posiblemente estaría estudiando derecho y ya no filosofía. Aunque no lo crean, influye demasiado el contacto con otras realidades en un país tan fragmentado
ResponderEliminarEstimado José Carlos:
ResponderEliminarTodavía no manejamos muchos datos sobre esa compra y a qué apunta. Si fuera como dices, estoy de acuerdo. Un punto a favor de la PUCP es su hermoso campus y la pluaralidad de voces y pensamientos que se configuran allí.
Saludos,
Gonzalo.
Gonzalo, que opinas del comunicado que ha sacado la PUCP acerca del nuevo campus??? A mi me parece que es un comunicado que no argumenta nada y hasta miente. Por ejemplo cuando pone como uno de sus "logros" de desarrollo la facultad de arte. Esa facultad no se hubiera podido conseguir hasta ahora si no fuera por los plantones y las demandas de los alumnos en el ciclo 2007-2. Por otro lado, yo no entiendo como puede ser valido poner: "Una posibilidad, ciertamente, es la de hacer en este terreno un Campus Este con facultades de pregrado, que permitiría acceder a parte de la población de Lima que no llega a estudiar hasta San Miguel. Para ello, el terreno debería cambiar su zonificación". ¿que? ¿osea porque la gente de monterrico y esas zonas adyacentes no puede llegar a la PUCP van a hacer un nuevo campus ahi? ¿y las personas que viven lejos de san miguel y tambien de monterrico? ¿no sera mas bien que eligieron esa zona por razones economicas? creo que eso tiene mas sentido.
ResponderEliminarVoy a preguntar.
ResponderEliminarSaludos,
Gonzalo.
Gonzalo, solo lee el plan estratégico de la Pucp y ahí claramente dice que se busca atraer a gente de estrato A y B.
ResponderEliminarLo revisaré ahora mismo.
ResponderEliminarSaludos,
Gonzalo.
"Voy a preguntar."
ResponderEliminarDe paso, pregunta también sobre la famosa investigación iniciada a comienzos de año por las actuales autoridades de la PUCP sobre el enojoso caso de filtración de información reservada de un ex-alumno PUCP perpetrada por un empleado del IDEHPUCP, quien hasta ahora sigue laborando ahí como si nada hubiera pasado.
Ya estás desvariando, Alfredo ¿Qué tiene que ver con todo esto?
ResponderEliminar"Ya estás desvariando, Alfredo ¿Qué tiene que ver con todo esto?"
ResponderEliminarTiene mucho que ver, porque a la inconsulta decisión de mudar el campus hacia Surco, se suma la irregular filtración de información de notas de un exalumno PUCP, irregularidad que permanece impune gracias a la actual administración PUCP que tú defiendes en la cholósfera.
ya que dices que vas a preguntar sobre la mudanza, pregunta también qué fue de la famosa investigación iniciada sobre la filtración de notas y que hasta ahora no se ve resultado; penosa situación que ha confirmado que "caviar no come caviar".
Yo no defiendo a la actual administración de la PUCP, yo defiendo a la PUCP, su derecho a ser una institución libre y plural, en contra de las pretensiones de cierto fundamentalismo religioso que quiere capturarla.
ResponderEliminarHola Gonzalo,
ResponderEliminarCreo que se ha deviado el tema del blog y quisiera volver a èste. El problema del Perù con las dictaduras es un tema de idiosincracia y educaciòn. Nuestro sistema educativo desarrollado por las dictaduras hace que el modo de impartir disciplina en los colegios, la infraestructura, el modelo educativo, las interrelaciones personales, etc. estàn hechas para dar seguridad como un valor fundamental, sin importar la libertad. Es un sistema militar en que se exalta al hèroe militar, la obediencia, el trato vertical, la recepciòn memorista de ordenes sin pensamiento crìtico que se interponga. El ideal de ciudadano que se persigue es el pseudomilitar. Obviamente las personas formadas por este tipo de sistema, estàn formadas para buscar seguridad patriarcal y no libertad de pensamiento en democracia. No se forma a las personas para ser libres, asumir riesgos, tener creatvidad, ser crìticos, etc.
Saludos
Interesante como siempre Gonzalo,
ResponderEliminarpero Alfredo como es su costumbre siempre interviene haciendo afirmaciones que no sustenta y desviando más el tema del post. Unos apuntes breves.
-Urania se confronta con su pasado y encuentra que su tragedia fue compartida en mayor o menor grado por otros miembros de su familia.
-Es notable que lo que para algunos como su prima o tia era un suceso natural, inevitable o manejable que no se debia exagerar, para las victimas seguira siendo una marca indeleble tal como apuntas en el post.
-El remedo de intelectuales sumisos al dictador tambien tiene ecos con lo que sucedio en nuestro pais: Enrique Chirinos Soto está solapadamente detrás del constitucionalista beodo Henry Chirinos.
Las multitudes ceden el poder a los dictadores en medio aplausos estruendorosos. La responsabilidad de cierto sector de la sociedad civil tanto durante el conflicto armado interno como durante el fujimorato merecen un amplio analisis
un abrazo
Arturo
Estimado arturo:
ResponderEliminarMuy interesante análisis. Comparto tu perspectiva.
Un abrazo,
gonzalo.