Gonzalo Gamio Gehri
He insistido muchas veces en destacar el enorme poderío moral de las tragedias griegas. Entre ellas, Las Suplicantes de Eurípides brilla con luz propia. Se trata de una obra que exalta las virtudes de la política ciudadana frente a los horrores de la violencia. Las Suplicantes plantea desde el inicio la tesis de la absoluta esterilidad de la guerra cuando se trata de resolver los conflictos humanos, y llevar a los hombres a un “estadio superior” de su desarrollo. La obra narra la historia de las madres de los argivos que lucharon con Polinices en la guerra civil que azotó Tebas, y murieron en la refriega. Estas mujeres piden a Teseo - gobernante de Atenas, que aparece como democrática gracias a la pluma de Eurípides - que interceda ante Creonte para poder recuperar los cadáveres de sus seres queridos, y lograr la paz para ellos. Constituye un dato importante el constatar que el autor convierte a estas madres que claman por justicia en el coro trágico - el coro representa la voz de la razón práctica, la perspectiva de la phrónesis (la prudencia), posición tradicionalmente reservada a los ciudadanos de la pólis (varones, evidentemente).
Inicialmente Teseo se muestra reacio a acceder a lo que las mujeres argivas le solicitan: conoce la tozudez y el espíritu vengativo de Creonte, y es perfectamente consciente del carácter injusto de la aventura que llevó a Polinices y a un ejército invasor ante los muros de Tebas. Es su madre Etra la que lo convence con duras palabras. Los lamentos de las mujeres de Argos la han conmovido. Ella sabe que constituye una ley no escrita en la Hélade el cumplir con brindarle a todo ser humano – incluyendo al enemigo - “su tumba debida y exequias” con el fin de reconciliar al muerto con la tierra que bebió su sangre. En esta línea de pensamiento, persuadir a Creonte para que devuelva los cadáveres de los guerreros constituye una empresa justa y piadosa; esta convicción lleva a Teseo a hacer suya la exigencia de las suplicantes. Siguiendo estrictamente las tradiciones políticas de la ciudad, el rey consulta a la asamblea para obtener el consentimiento del demos frente a la campaña que comandará. Al conocer la negativa de Creonte a entregar los cuerpos, los atenienses se preparan para la guerra. Teseo no tiene otra opción que obligar a Creonte a ceder aquello que ya pertenece por derecho propio a los dioses subterráneos. Es aquí dónde podemos reconocer el penetrante juicio de Eurípides sobre la violencia, último recurso frente a lo que es sabio y correcto.
Inicialmente Teseo se muestra reacio a acceder a lo que las mujeres argivas le solicitan: conoce la tozudez y el espíritu vengativo de Creonte, y es perfectamente consciente del carácter injusto de la aventura que llevó a Polinices y a un ejército invasor ante los muros de Tebas. Es su madre Etra la que lo convence con duras palabras. Los lamentos de las mujeres de Argos la han conmovido. Ella sabe que constituye una ley no escrita en la Hélade el cumplir con brindarle a todo ser humano – incluyendo al enemigo - “su tumba debida y exequias” con el fin de reconciliar al muerto con la tierra que bebió su sangre. En esta línea de pensamiento, persuadir a Creonte para que devuelva los cadáveres de los guerreros constituye una empresa justa y piadosa; esta convicción lleva a Teseo a hacer suya la exigencia de las suplicantes. Siguiendo estrictamente las tradiciones políticas de la ciudad, el rey consulta a la asamblea para obtener el consentimiento del demos frente a la campaña que comandará. Al conocer la negativa de Creonte a entregar los cuerpos, los atenienses se preparan para la guerra. Teseo no tiene otra opción que obligar a Creonte a ceder aquello que ya pertenece por derecho propio a los dioses subterráneos. Es aquí dónde podemos reconocer el penetrante juicio de Eurípides sobre la violencia, último recurso frente a lo que es sabio y correcto.
“¡Fatuos mortales que tendéis el arco más de lo oportuno y recibís de la Justicia innumerables males! Tomáis lecciones de los hechos, ya que no de los amigos. Y vosotros, Estados, que podéis conjurar el mal por la palabra, dirimís vuestros asuntos con la sangre, no con la palabra”[1]
La justicia es concebida como la observancia de un orden – todavía de tonalidades cósmicas - que genera armonía en las relaciones humanas, la misma que es quebrada por la desmesura (hybris) presente en las acciones y los deseos de los hombres (“tender el arco más de lo debido”). El resultado de estas imprudencias es el mal, el daño. El hecho del mal re-vela la injusticia humana. La metáfora educativa no es gratuita; recuérdese que la sabiduría trágica consiste en el aprendizaje a través del dolor, que contribuye a formar –por medio de la experiencia – el juicio prudente, basado en la comprensión de la correcta ‘medida’ humana. Esta clase de comprensión práctica busca tomar lecciones de los amigos (philói, esto es, amigos, amantes, conciudadanos). En cuanto a la actitud de las ciudades (póleis), la obra las confronta categóricamente: en lugar de dirimir los conflictos a través de la palabra – aquel elemento característico de la vida humana que constituye el horizonte que posibilita el entendimiento común y la construcción de la propia comunidad – recurren a la violencia. La desesperación ante la muerte y el desamparo lleva a menudo a los seres humanos a perder la fe en el poder de la palabra. En el otro extremo del dilema, Teseo usa la fuerza como último recurso, sólo para arrebatarles los cadáveres argivos a los hombres de Tebas. Una vez lograda la victoria, el rey de Atenas no cede a la tentación de entrar en la ciudad, a pesar que la tiene a su merced. El texto es elocuente para explicar las razones del soberano:
“Y aunque estaba en sus manos invadir las murallas, Teseo se contuvo, pues decía que no había ido a arrasar una ciudad, sino a reclamar unos cadáveres”[2].
Sin duda, una impresionante lección de racionalidad práctica.
me parece una obra muy interesante y muy buena....bye
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