sábado, 29 de marzo de 2008

LA PAJA Y LA VIGA. COMENTARIOS A UN TEXTO DE M. GHIBELLINI



Gonzalo Gamio Gehri

Leo hoy en Somos un agudo artículo de Mario Ghibellini – La paja compartida – en el que comenta el agrio Sermón de las Siete Palabras de la última Semana Santa y la Homilía del Domingo de Resurrección. Allí celebra la destemplada y escasamente documentada crítica de Monseñor Cipriani al marxismo (“Esa utopía….fracasó, haciendo un daño terrible, no sólo como doctrina política, como doctrina humana”), pero cuestiona su aparente miopía conceptual para reconocer el fracaso de la utopía cristiana. Reconoce, eso sí, que el arzobispo no fundamenta sus críticas (¿Habrá leído acaso a Marx alguna vez?), pero señala su incapacidad para reconocer las deficiencias del catolicismo para configurar un ethos creíble para el hombre de hoy. Por eso afirma que tanta gente en la hora presente se confiesa católica pero no sigue expresamente las directivas de sus autoridades. “Como el marxismo”, concluye, “la moral católica propone un mundo de espaldas a la naturaleza humana: de ahí su declive”.

Lo que sigue son mis impresiones personales sobre las tesis del texto y temas afines; nada más que eso. Confieso que leo siempre a Ghibellini. Escribe muy bien, maneja bien la ironía. La mayoría de las veces no concuerdo con su punto de vista, pero lo leo con gusto. Me parece un exponente de una derecha moderna – no conservadora en lo político – que casi no existe en el Perú. Me parece importante que exista una derecha liberal e inteligente, así como me parece importante que llegue a existir una izquierda plenamente democrática (liberal también en no pocos sentidos), una izquierda con la que yo sí me sentiría identificado. Ghibellini pertenece a esa extraña derecha liberal cuyo nombre usurpan los A. Mariátegui y los Rey (y también Lourdes Flores). Me parece interesante su texto, pero quisiera examinar brevemente dos puntos. Dejo lo de la "naturaleza humana", porque me parece completamente endeble desde un punto de vista conceptual (¿Qué es la naturaleza humana, finalmente? ¿La tenemos? ¿Existe? ¿Dónde están los argumentos que llevan a Mario Ghibellini a postular una "naturaleza humana" inmutable? No los veo). Siguiendo a Arendt, prefiero hablar de "condición" (y de contextos y horizontes).

1) Sobre el marxismo. “Marxismo” no es lo mismo que el pensamiento de Marx. Este filósofo fue un importante crítico del capitalismo, pero poco dijo acerca de cómo sería una sociedad comunista. Dice un par de cosas sobre la desaparición del Estado, la autorregulación de las comunidades, sin ningún estudio de detalle. Y ofrece descripciones líricas de un futuro en el que en el día, el hombre se dedicaría a la tierra y al ganado, en la tarde a la pesca, y en la noche – si lo desea – a la filosofía. Fueron los ideólogos que lo asumieron de manera fundamentalista – Lenin , Stalin, etc. – los que intentaron encarnar parte de su ideario, alterándolo: construyeron un capitalismo de Estado, la dictadura del “partido único”, una burocracia privilegiada, los gulag. Nada de esto está en Marx.

Me explico. Nunca fui marxista – ni siquiera en mi adolescencia – ni lo soy. Siempre anhelé un pensamiento progresista abierto y libre. El determinismo económico de Marx, su lectura dialéctica (pero predictiva) de la historia y su condescendencia con la violencia me resultaban inaceptables. Su dicotomía estructura / superestructura me parecía reductiva e inconsistente. El joven Hegel y los griegos eran y son mi fuente en lo relativo al pensamiento político. Pero encontraba en la descripción del trabajo enajenado y en la crítica de la cosificación de lo humano, desarrolladas por Marx en los Manuscritos de 1844, un material valioso para la crítica del “capitalismo salvaje” (a mi juicio, allí radicaba la fortaleza de Marx). Achacarle a Marx el totalitarismo de Stalin me parece excesivo (aún cuando su silencio frente a una propuesta social no lo exime de toda responsabilidad. En resumen, Marx y el marxismo – a mi juicio – son completamente cuestionables, a pesar de sus innegables aportes a la crítica social en los siglos XIX y XX (particularmente en algunos pensadores importantes, como Adorno, Habermas o Gramsci). Pero evitemos la descalificación simplista. No le endilguemos las siniestras fechorías de Mao y de Stalin, que tienen un lugar de privilegio en la historia universal de la infamia.

2) Sobre el cristianismo. Protesto cuando se identifica sin más la perspectiva cristiana con la prédica de personajes como el citado por Ghibellini. El autor sostiene que el cardenal denuncia acertadamente el fracaso "en el ojo ajeno" - el del marxismo -, pero no es capaz de percibirlo "en el propio". La expresión suscita poderosas dudas ¿Se tratará realmente del "propio ojo", o se están confundiendo discursos y actitudes disímiles, ajenos al cristianismo a pesar de la observancia de las 'formas externas'? Para muchos ciudadanos y creyentes se trata de un asunto altamente discutible, por decir lo menos. Para muchos, las posturas de personajes controvertidos como el interlocutor de Ghibellini tienen poco que ver con el espíritu del cristianismo y mucho con cierta política tradicionalista y represiva, claramente contraria a los ideales de pluralismo, autonomía y justicia universal propios de la cultura democrática. Lamentablemente, las personalidades autoritarias no son monopolio del ámbito político, los encontramos a menudo en el mundo de la empresa, y también – a veces – en los espacios religiosos. No obstante – incluso yendo más allá del caso puntual - las actitudes abiertamente hostiles contra los Derechos Humanos – y los organismos que los defienden -, la simpatía respecto de dictadores (como Fujimori, Pinochet o Franco), un peculiar modo totalitario de entender el sentido de la educación universitaria, no son en absoluto compatibles con el mensaje del Evangelio. F.M. Cornford decía que plantear un ideario en que se sostenía que no sólo de pan vive el hombre podría resultar utópico. Es en cierto sentido contracultural, en el sentido que va contra el sentido común del presente, concentrado en la productividad y el consumo como fuentes de felicidad y realización humana. En efecto, valorar la perspectiva cristiana es nadar contra la corriente en nombre de un Reino de radical humanidad y justicia. Eso lo sabemos quienes nos identificamos con el ethos cristiano sin renunciar al pensamiento crítico y a la autonomía del individuo (valores que echan raíces en la tradición profética judeo-cristiana). Si se quiere discutir el cristianismo, es preciso remitirse al Evangelio, o al testimonio de hombres de justicia como Tomás Moro, Bartolomé de las Casas e Ignacio de Loyola. Pero las rancias veleidades metafísicas, la proximidad frente al poder o la tentación del “pensamiento único” nada tienen que ver con el mensaje de Jesús de Nazaret. Todo lo contrario.

6 comentarios:

  1. Si hay algo que evidencia la crítica de Ghibellini es que los topicazos y falsos "lugares comunes" siguen de moda y que el crítico no se salva de ellos sino todo lo contrario. Cipriani no tiene que ser un "docto" en el marxismo para reconocer, como cualquiera puede hacerlo, que tal pensamiento fracasa por ignorar la llamada "imposibilidad del calculo económico" que no es más que la irreductibilidad del fenómeno humano. Es el mismo problema de la ciencia social que deviene en cientifismo cuando se deja contaminar por taxonomías y categorizaciones.

    Asímismo el Cristianismo no es cosa de meras disposiciones morales, ni "utopías". Ghibellini cae, (como sucedió con la doctrina marxista) en las categorizaciones y juicios ad hominen, reduciendo el mensaje evangelico a cuestiones dialécticas como en el más clásico de los marxismos.

    Parece que Ghibellini no se ha dado cuenta que los tiempos del sambenito y de la clausura conventual han pasado ya (y gracias a movimientos como el propio Opus Dei que proclaman la búsqueda de la santidad en la vida cotidiana). Es eso o, al igual que los "progres" antiliberales desea que la iglesia se calle negandole su derecho a decir lo que piensa recurriendo al varapalo de las formas "democraticas".

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  2. Estimado Guille da maus:

    La Iglesia - junto con otras comunidades religiosas presentes en la sociedad civil - puede hacer sentir su voz en el espacio público, igualitario. Y críticos como Ghibellini pueden hacer lo propio; en el espacio público no hay otra autoridad que la del mejor argumento. Ya han pasado los tiempos de las "sociedades confesionales".

    Dentro de la Iglesia existen diversas tendencias y carismas. Hay espacio para la que menciona, como también para los monjes de clausura o para la teología liberacionista. Lo que algunos objetan es que ciertos personajes puedan representar exitosamente a la institución luego de defender a las dictaduras o pronunciarse de modo soez sobre los DDHH.

    Saludos,
    Gonzalo.

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  3. Gonzalo: Hasta donde yo sé, el catolicismo condena la homosexualidad y el control natal, y los dirigentes católicos (no sólo el cardenal) no pueden ser precisamente tildados de progresistas. Así, no veo problemas en decir que la viga es mutua.

    Guille: ¿No que no eras de Opus?

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  4. Luis Alberto:

    No necesariamente. "Iglesia" es asamblea (ekklesia). Es el Pueblo de Dios, los creyentes, no sólo la jerarquía. Los temas que mencionas siguen siendo objeto de discusión.

    Saludos,
    Gonzalo.

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  5. Sin embargo, cuando uno de los católicos locales dice “Iglesia”, normalmente está hablando de los dueños de la franquicia, no de los comensales. Eso se debe, supongo, a que la mayor parte de la gente no se compromete con el discurso del clero, y dice creer en su dios “a su manera”. Asistí a un colegio católico y tengo la impresión de que si hacemos una encuesta repasando el catecismo, te encontrarás que la mayoría son paganos y que a una buena parte habría que excomulgarlos.

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  6. Bueno, pero esa visión clericalista no es rigurosa. Iglesia es Pueblo de Dios. Hubo incluso un tiempo en que no existía el clero (al menos tal y como lo conocemos). El cristianismo no es solamente el "el discurso del clero". Y es cierto que la educación católica en muchos contextos - no en todos - está muy mal llevada, hacia un conservadurismo medievalizado o banal. Lejos de la preocupación por el Reino y la justicia. El resultado es el autoexilio comprensible de mucha gente.

    Saludos,
    Gonzalo.

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