Gonzalo Gamio Gehri
La censura perpetrada en contra de la obra de Piero Quijano constituye un atentado inadmisible contra la libertad de expresión, y es un signo más de lo relativa que sigue siendo la afirmación de que se respetan los principios democráticos en el Perú. Todo parece indicar que esta medida provino del INC - en coordinación con el Ministerio de Defensa -, y ha contado con el aval del Presidente de la República, según sus propias declaraciones a un diario local.
Resulta penoso constatar cómo García proyecta sobre su gestión presidencial el manejo caudillesco y autocrático que ostenta en el seno del partido aprista (en el que es llamado “Zeus” y “el Titán” por sus sumisos correligionarios, según una reciente revelación periodística). Sin el menor pudor señala que apoya la medida de censura porque supuestamente los dibujos de Quijano “insultan a las Fuerzas Armadas”. Indica que el dibujante puede publicar sus trabajos “en su hogar o en las calles”. Cuando El Supremo habla, los mortales tienen que callar. Los artistas e intelectuales no pueden ejercer la crítica en ‘espacios públicos’. El Estado es su “chacra”; él decide qué puede o no presentarse como arte en exposiciones patrocinadas por el Estado (a través de organismos que tienen el deber, no lo olvidemos, de promover la cultura en un clima de libertad). Y nosotros - ¡Qué ingenuos! – pensábamos que el Estado era de todos los peruanos. Me parece profundamente lamentable y sorprendente que la Directora del INC, Cecilia Bákula – quien, dicho sea de paso, fue mi profesora de Historia Universal 2 en la Universidad (dio un excelente curso, pero esa es otra historia) – haya permitido que se mutile de esa forma una exposición artística: su misión es velar porque el arte y el conocimiento se cultiven en el Perú sin trabas externas ni controles de origen político, pero ha demostrado no estar a la altura de esa misión. Lo digo con profunda tristeza.
Pero eso no es todo. Los dibujos de Quijano apuntan a denunciar los atropellos cometidos por sectores de las Fuerzas Armadas en los años del conflicto armado interno. Que muchos agentes del Estado perpetraron crímenes de lesa humanidad que están probados y documentados no es una novedad, lo sabemos por múltiples investigaciones y por el propio Informe Final de la CVR, que el gobierno de García procura silenciar. Aparentemente, si el Presidente y los directivos del INC así lo desean, entonces debemos guardar silencio frente a lo evidente. Como tantas veces, lo que se busca es urdir una “historia oficial” para ocultar la verdad sobre el proceso de violencia que vivimos. Muchos efectivos de las Fuerzas Armadas combatieron heroicamente al terrorismo, pero otros muchos mancillaron el mandato que recibieron, y cometieron abusos contra poblaciones indefensas. A los héroes le corresponde nuestra gratitud, a los criminales que degradaron el uniforme les corresponde el castigo de la ley. Purificar las instituciones militares separando a quienes han cometido delitos debería ser una exigencia moral. Sin embargo, los malos elementos suelen escudarse en el inadmisible espíritu de cuerpo que con frecuencia impera en estos organismos, buscando impunidad. Los dibujos de Quijano retrata bien lo que algunos malos militares hicieron en las zonas de emergencia; la mayorìa de ellos no ha sido procesada ni castigada: pregúntenle a las víctimas que todavìa esperan justicia. El Presidente y algunos sectores del Ministerio de Defensa y del INC prefieren soslayar la verdad antes que enfrentarla.
Pero no debemos ser condescendientes frente a esta clase de actitudes autoritarias. Esta clase de situaciones no pueden ocurrir sin el concurso de nuestra complicidad o de nuestra indiferencia. Actitudes como las de García (y quizá las de Bákula, no lo sé: esperemos que ella manifieste claramente su posición frente a este inaceptable incidente; que diga de una vez por todas si está del lado de los censores o si rechaza este hecho en nombre de los principios democráticos.Ya veremos si coherentemente renuncia en protesta frente a esta lamentable situación) se amparan en la tesis antidemocrática de que existen “instituciones tutelares” – generalmente las Fuerzas Armadas y la Iglesia Católica – que supuestamente son “guías morales” para el país, y que son “intocables” para el resto de la sociedad. Nuevamente la vieja ideología de la Alianza entre trono y del altar (que nada tiene que ver con el cristianismo, dicho sea de paso). Hay que decirle a García, a los directivos del INC, y a los del Ministerio de Defensa – y a quien fuere – que están equivocados. En una democracia los ciudadanos no necesitan “tutores”: se autogobiernan como agentes autónomos. Las Fuerzas Armadas tienen como única misión proteger a los ciudadanos y la soberanía nacional respetando (de un modo incondicional) la Constitución. Los fueros del Estado y los de las Iglesias están (o deben estar) nítidamente separados. Una república no tiene súbditos, sino ciudadanos. Tampoco reyes. No permitamos que se violen nuestros derechos irrestrictos de pensamiento y de expresión.
No me sorprende de García. Su talante autocrático tiene larga data. No es casualidad que recientemente se haya aliado con lo más cavernario del conservadurismo político, económico y religioso. Los que quieren controlar las ONG, los que difamaron a los miembros de la CVR, los que pretenden tomar por asalto la Pontificia Universidad Católica del Perú, los que ahora vilmente le ponen cortapisas a la libertad en el ejercicio del arte. No temamos al rayo de Zeus: en los espacios públicos de una auténtica democracia no existe el Olimpo, sólo la pólis. Si García y los suyos pretenden recortar nuestros derechos, habrá que usar los canales que establece la ley para protestar públicamente contra este atropello.
Ahora sí, comienzo con la buena noticia: La Culpable está exhibiendo la obra de Piero Quijano desde el viernes en la noche. Jr. Sucre 101 Barranco.
ResponderEliminarBákula también tiene que responder a un pequeño cuestionario, por una sencilla razón: El INC es administrativamente independiente de cualquier ministerio; supuestamente se trata de una cabeza ultrailustrada de la PUCP, lo que hace aún más surrealista el asunto (Ya no Kafka, ahora Buñuel hubiese sido un cineasta costumbrista y hubiese rodado Chicha tu Madre).
Y es que no sólo se trata de qué muestra PQ, sino cómo lo hace. A diferencia de muchos otros comunicadores y humoristas que se pretenden negros (incluyo las gracias sosas de las periodistas de las 11), estos dibujos representan una crítica muy corrosiva, intolerable para cualquiera que cuide su corrección social y su "límite" de aprovechamiento de la libertad de expresión. Por ejemplo, en una publicación de izquierdas progres, bien financiadas e ilustradas con intenciones políticas (léase caviar, si se desea), jamás hubiese aparecido; es por eso que en ciertas épocas, los dibujos de PQ (y otros) aparecían en fanzines de los bien subtes.
Lo más triste del caso es que sólo, en momentos de censura, se toman "en serio" a las caricaturas, las historietas o los dibujos animados.
ResponderEliminarSi son tan importantes y rotundos en comunicar sus contenidos, sería mejor apoyarlos constantemente.
Un abrazo, Gonza,
Raschid