LA OTRA PASIÓN
Gonzalo Gamio Gehri [1]
¿Alguien puede escuchar aun la voz de las víctimas – que siguen exigiendo justicia a sus autoridades y conciudadanos - pasados más de nueve meses de la entrega del Informe Final de la CVR? El tema parece haber desaparecido de la agenda pública. El estremecedor diagnóstico de nuestras fracturas sociales, así como la elaboración de una propuesta seria y bien documentada de reformas institucionales y reparaciones – conducentes a plantear y resolver estos problemas – parece haberse hundido sin más en el silencio político.
En efecto, fuera de la iniciativa de un Plan de Paz y Desarrollo y la formación de “una Comisión de Seguimiento” – medidas de las que apenas se tiene noticia – el tema de la CVR parece estar condenado al olvido. El tardío discurso presidencial señalaba con claridad la tibia actitud del gobierno frente a una investigación que se tornaba incómoda para él. Por ejemplo, para referirse a los casos en los que agentes del Estado habían cometido delitos contra la vida o la integridad de las personas, el presidente empleaba la equívoca expresión “excesos dolorosos” en lugar de “violaciones sistemáticas contra los Derechos humanos”, término empleado por la CVR, justificado por cientos de páginas en las que se probaba con testimonios y documentación la participación de malos efectivos de las Fuerzas Armadas y Policiales en casos de tortura y desapariciones forzadas. Se trataba de un guiño innecesario a los sectores militares más intransigentes, señal que acaso revelaba la lentitud y la inoperancia con la que el gobierno se ha ocupado de las recomendaciones de la CVR desde entonces.
Pero estos gestos de frialdad se extienden a otros ámbitos de la sociedad. La mayoría de los parlamentarios y en general los partidos no han leído ni discutido el Informe Final; ellos han preferido mantenerse atentos a las encuestas de opinión y a no desatender la tan antigua práctica del canibalismo político. Es curioso que ni siquiera hayan caído en la cuenta que al revisar el Informe Final hubiesen podido reparar en la inminencia de brotes de violencia como el caso de Ilave, en el que la situación de desamparo estatal y la pobreza ha alimentado las posibilidades de la barbarie y la manipulación. Completa el panorama el evidente desinterés de los medios de comunicación por ocuparse del trabajo de la CVR: su fascinación por el escándalo y la inmediatez de la coyuntura política lleva a la mayoría de los medios a considerar el tema como una “noticia vieja”, incapaz de generar rating o ventas. Al fin y al cabo, la configuración de la agenda pública - fuera de los periodos electorales - no vende periódicos ni incrementa el número de televidentes.
La indolencia y la ceguera voluntaria de nuestros representantes, organismos sociales (y no pocos ciudadanos) ha desterrado el tema de la recuperación de la memoria y la exigencia de justicia del ámbito la discusión pública. Muchos ciudadanos no hemos reconocido lúcidamente la necesidad de la inclusión social y política como condición para una auténtica reconciliación democrática; Por desgracia, muchos cristianos hemos preferido ver el rostro de Jesús en la película de Mel Gibson antes que en la persona concreta de cada una de las víctimas humanas de la injusticia y la crueldad. No hemos llamado las cosas por su nombre, no hemos actuado oportunamente; ahora el silencio frente al trabajo de la CVR alimenta la gravedad de la hora presente. Esta vergonzosa situación no hace sino confirmar plenamente el juicio del Dr. Salomón Lerner – en el Discurso de entrega del Informe - acerca del modo en que en todos estos años la indiferencia ciudadana frente al dolor de las víctimas ha conspirado en favor del escándalo de la violencia y la impunidad en el Perú ¿Cuantos Ilaves tienen que desatarse en el Perú para que los políticos y los medios dirijan su atención a un estudio sólido sobre las causas y secuelas de la violencia? El Informe de la CVR y sus propuestas buscan contribuir con un proceso político que impida que nuestro país enfrente nuevamente la fractura social y la muerte de inocentes.
Nuevamente – como tantas veces en nuestra historia - nuestra autodenominada “clase dirigente” delibera, negocia y toma decisiones de espaldas al país. Entregada a la discusión menuda y al juego de fuerzas mediático y partidario, deja de lado, expresamente y sin mayores escrúpulos, los problemas políticos y sociales de fondo. Si dependiese exclusivamente de la iniciativa de nuestro gobierno y la mayoría de los representantes parlamentarios de todas las tiendas políticas, el Informe de la CVR terminaría sus días en los anaqueles de las bibliotecas universitarias y en los archivos de los organismos de Derechos Humanos. No obstante, nos queda aun otra salida: plantear con firmeza, desde los foros de la sociedad civil, aquello que el gobierno y los partidos irresponsablemente soslayan, para lograr, a partir de la movilización democrática y el diálogo ciudadano, que el tema de la justicia y la reconciliación pueda ser incorporado en la agenda nacional.
Gonzalo Gamio Gehri [1]
¿Alguien puede escuchar aun la voz de las víctimas – que siguen exigiendo justicia a sus autoridades y conciudadanos - pasados más de nueve meses de la entrega del Informe Final de la CVR? El tema parece haber desaparecido de la agenda pública. El estremecedor diagnóstico de nuestras fracturas sociales, así como la elaboración de una propuesta seria y bien documentada de reformas institucionales y reparaciones – conducentes a plantear y resolver estos problemas – parece haberse hundido sin más en el silencio político.
En efecto, fuera de la iniciativa de un Plan de Paz y Desarrollo y la formación de “una Comisión de Seguimiento” – medidas de las que apenas se tiene noticia – el tema de la CVR parece estar condenado al olvido. El tardío discurso presidencial señalaba con claridad la tibia actitud del gobierno frente a una investigación que se tornaba incómoda para él. Por ejemplo, para referirse a los casos en los que agentes del Estado habían cometido delitos contra la vida o la integridad de las personas, el presidente empleaba la equívoca expresión “excesos dolorosos” en lugar de “violaciones sistemáticas contra los Derechos humanos”, término empleado por la CVR, justificado por cientos de páginas en las que se probaba con testimonios y documentación la participación de malos efectivos de las Fuerzas Armadas y Policiales en casos de tortura y desapariciones forzadas. Se trataba de un guiño innecesario a los sectores militares más intransigentes, señal que acaso revelaba la lentitud y la inoperancia con la que el gobierno se ha ocupado de las recomendaciones de la CVR desde entonces.
Pero estos gestos de frialdad se extienden a otros ámbitos de la sociedad. La mayoría de los parlamentarios y en general los partidos no han leído ni discutido el Informe Final; ellos han preferido mantenerse atentos a las encuestas de opinión y a no desatender la tan antigua práctica del canibalismo político. Es curioso que ni siquiera hayan caído en la cuenta que al revisar el Informe Final hubiesen podido reparar en la inminencia de brotes de violencia como el caso de Ilave, en el que la situación de desamparo estatal y la pobreza ha alimentado las posibilidades de la barbarie y la manipulación. Completa el panorama el evidente desinterés de los medios de comunicación por ocuparse del trabajo de la CVR: su fascinación por el escándalo y la inmediatez de la coyuntura política lleva a la mayoría de los medios a considerar el tema como una “noticia vieja”, incapaz de generar rating o ventas. Al fin y al cabo, la configuración de la agenda pública - fuera de los periodos electorales - no vende periódicos ni incrementa el número de televidentes.
La indolencia y la ceguera voluntaria de nuestros representantes, organismos sociales (y no pocos ciudadanos) ha desterrado el tema de la recuperación de la memoria y la exigencia de justicia del ámbito la discusión pública. Muchos ciudadanos no hemos reconocido lúcidamente la necesidad de la inclusión social y política como condición para una auténtica reconciliación democrática; Por desgracia, muchos cristianos hemos preferido ver el rostro de Jesús en la película de Mel Gibson antes que en la persona concreta de cada una de las víctimas humanas de la injusticia y la crueldad. No hemos llamado las cosas por su nombre, no hemos actuado oportunamente; ahora el silencio frente al trabajo de la CVR alimenta la gravedad de la hora presente. Esta vergonzosa situación no hace sino confirmar plenamente el juicio del Dr. Salomón Lerner – en el Discurso de entrega del Informe - acerca del modo en que en todos estos años la indiferencia ciudadana frente al dolor de las víctimas ha conspirado en favor del escándalo de la violencia y la impunidad en el Perú ¿Cuantos Ilaves tienen que desatarse en el Perú para que los políticos y los medios dirijan su atención a un estudio sólido sobre las causas y secuelas de la violencia? El Informe de la CVR y sus propuestas buscan contribuir con un proceso político que impida que nuestro país enfrente nuevamente la fractura social y la muerte de inocentes.
Nuevamente – como tantas veces en nuestra historia - nuestra autodenominada “clase dirigente” delibera, negocia y toma decisiones de espaldas al país. Entregada a la discusión menuda y al juego de fuerzas mediático y partidario, deja de lado, expresamente y sin mayores escrúpulos, los problemas políticos y sociales de fondo. Si dependiese exclusivamente de la iniciativa de nuestro gobierno y la mayoría de los representantes parlamentarios de todas las tiendas políticas, el Informe de la CVR terminaría sus días en los anaqueles de las bibliotecas universitarias y en los archivos de los organismos de Derechos Humanos. No obstante, nos queda aun otra salida: plantear con firmeza, desde los foros de la sociedad civil, aquello que el gobierno y los partidos irresponsablemente soslayan, para lograr, a partir de la movilización democrática y el diálogo ciudadano, que el tema de la justicia y la reconciliación pueda ser incorporado en la agenda nacional.
[1] Profesor de filosofía de la PUCP.
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