sábado, 7 de abril de 2007

EL TEMOR A LA VERDAD




EL TEMOR A LA VERDAD


Gonzalo Gamio Gehri [1]


Resulta penoso constatar que – a más de dos años de publicación del Informe Final de la CVR – la vergonzosa campaña de demolición y difamación contra los comisionados y contra el proyecto de justicia transicional que han defendido sigue en marcha, e incluso ha renovado su poder destructivo. A sus enemigos de siempre (por lo general políticos conservadores en campaña, o antiguas autoridades civiles o militares en tiempos del conflicto armado interno), se han unido los virulentos y malintencionados ataques de ciertos directores noveles de medios escritos, de discurso socarrón, escaso ingenio y abundante mala fe. En las últimas semanas, esta campaña ha asumido formas realmente perversas, primero con la seguidilla de denuncias judiciales en contra de Salomón Lerner Febres (hechas por militares en retiro, vinculados con crímenes contra los Derechos Humanos, y por algún congresista fujimorista), y luego, con la serie de cobardes amenazas que ha recibido el propio ex presidente de la CVR.

La ciudadanía debe estar alerta frente al desarrollo de esta lamentable campaña, y el Estado debe tomar todas las precauciones necesarias para proteger la vida de quienes, por encargo suyo, impulsaron – con coraje, desprendimiento y lucidez –el proceso colectivo de reconstrucción de la memoria histórica del período más oscuro de la vida nacional, con el propósito de lograr justicia y reconciliación para una sociedad herida y fragmentada, que busca recuperar sus lazos y vivir en democracia. Frente a esta situación – para variar – prácticamente el grueso de la “clase política” ha guardado un deshonroso silencio, que la pinta de cuerpo entero: dada la coyuntura pre-electoral, y dadas sus ambiciones, casi la totalidad de los potenciales candidatos a la presidencia o al congreso han preferido seguir la estela difamatoria de cierta prensa, o no pronunciarse sobre el tema, acaso para no perder cobertura mediática.

No olvidemos que esta grotesca campaña prospera justo en el momento en que se inician los juicios contra los militares involucrados en crímenes de lesa humanidad (probablemente esa sea, hoy, la madre del cordero). Tampoco debemos perder de vista la patética actitud que subyace a la virulencia de unos y a la condescendencia de otros frente a las amenazas y las calumnias. Detrás de estos gestos se esconde el temor a la verdad, el miedo de la autoproclamada “clase dirigente” a mirarse en el espejo de su propia historia, en el curso de sus errores y debilidades, incluso en el de sus aciertos en la época de la violencia. Se trata de una cerrada renuncia a recuperar la memoria, a colaborar con el esclarecimiento público de la verdad. Por eso consideran un signo de debilidad – y no de auténtica fortaleza moral, como debiera ser – el reconocimiento de su responsabilidad política frente a la funesta abdicación del poder civil en las zonas de emergencia, y al abandono del Estado frente a las víctimas. Pedir perdón para seguir adelante hubiese sido un gesto significativo y honorable, pero parece que los políticos no están a la altura de las circunstancias (ni a la altura de los principios que dicen defender).

La CVR se ha enfrentado tanto al terror de Sendero Luminoso como a aquellos sectores de las Fuerzas Armadas y Policiales que cometieron delitos contra la vida y la integridad de las personas. Hoy se pretende intimidar a sus ex miembros, en nombre de la impunidad de los perpetradores y de la manipulación de la historia. Al lado del temor a la verdad, se cultiva contra ellos el temor a la justicia. La CVR ha actuado en nombre de las víctimas, anónimas y empobrecidas, denunciando la indolencia y la negligencia de los sectores influyentes y poderosos del país: la verdad que nos invita a desenterrar juntos resulta incómoda e inoportuna para los intereses de la “clase dirigente”, así como para los que acolitan la causa de los violadores de Derechos Humanos. Es preciso que rompamos el círculo vicioso del temor y el silencio, y que honremos juntos – como ciudadanos de una democracia – las exigencias de la justicia.



[1] Profesor de humanidades de la PUCP.

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