miércoles, 11 de julio de 2007

LA UNIVERSIDAD CATÓLICA. IMPRESIONES PERSONALES SOBRE MI ALMA MATER


Gonzalo Gamio Gehri

¿Qué significa la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) para quienes nos hemos formado en sus aulas, y tenemos hoy el honor de ejercer la docencia en ellas? Podemos decir que pertenecemos a una comunidad de investigación y educación humanista, que cultiva el pluralismo y la libertad de pensamiento en el marco de la promoción de la cultura de los derechos humanos y los valores cristianos. Hoy, en tiempos en que se predica por doquier el modelo de la “universidad-empresa" – que promete a sus estudiantes concentrarse en la adquisición de un número limitado de capacidades y nociones que logren insertarlo “eficazmente” en el mercado laboral -, la PUCP procura honrar la modernidad y a la vez cultivar la tradición; es una institución que promueve la creación de nuevos conocimientos e ideas en el terreno de las ciencias, las humanidades y las artes, pero no descuida el cuidado de su misión originaria. Desde su fundación, la PUCP se ha preocupado por formar ciudadanos comprometidos con los principios democráticos; ella ha educado hombres de razón y de fe dispuestos a pensar los grandes problemas que inquietan la mente y el corazón humanos desde los contextos y retos que plantea nuestra situación nacional y latinoamericana.

Ingresé a la PUCP en Agosto de 1988. Entonces me veía como un futuro abogado; no sospechaba que los dos años de Estudios Generales Letras me llevarían por el camino de la filosofía. Las libros, las clases y las conversaciones con mis compañeros y mis profesores me permitieron tomar contacto con la obra de los clásicos: Aristóteles, Erasmo, Kafka y Tocqueville, pero también hicieron posible que examinemos juntos – desde diversas disciplinas y enfoques conceptuales - la crisis de paradigmas suscitada por la caída del Muro de Berlín y la precariedad política vivida entonces en el Perú. Los estudios filosóficos de pre-grado y Maestría confirmaron la vocación de mis compañeros de especialidad por la vida del concepto y el ejercicio del espíritu crítico, sin descuidar la exigencia – planteada por nuestros maestros en la Facultad - de poner el pensamiento al servicio de nuestro país. Luego vendrían las protestas estudiantiles contra el régimen autoritario de los noventa, que expresaron el compromiso de los jóvenes estudiantes con el retorno del Estado de Derecho. Entre los años 2001 y 2003 estuve en Madrid, realizando mis estudios de Doctorado en la Universidad Pontificia de Comillas, para luego volver a Lima y reincorporarme a la enseñanza en filosofía en las aulas del Fundo Pando.

He sido testigo en las casi dos décadas de vida en la PUCP como alumno, y ahora como profesor, del férreo vínculo de lealtad que ha mantenido la Universidad con los principios que ha jurado defender: la búsqueda de la verdad, la construcción del bien común y la apertura dialógica a los múltiples modos de interpretar el mundo y la vida. Jamás la PUCP ha avalado la imposición de alguna forma de “pensamiento único” o de manipulación ideológica; su compromiso básico con la ética, con la reflexión científica y con la búsqueda de la verdad son incompatibles con cualquier forma de dogmatismo. Esta vocación por la transparencia intelectual y la vigencia de los principios fundamentales de la paz y la justicia permitieron que muchos de sus profesores – entre los que destaca Salomón Lerner, entonces Rector de la PUCP – contribuyeran con el proceso de transición democrática a través del proyecto de la Comisión de la Verdad y de la Reconciliación, organismo que en el año 2003 entregara a la ciudadanía una de las investigaciones más rigurosas sobre la violencia y la exclusión en el Perú.

La PUCP se ha comprometido, a lo largo de sus noventa años de existencia, con la promoción del conocimiento y los más altos valores humanos, en estrecho diálogo con la fe y la tradición cristianas; ha sido también un foro plural para la construcción de la civilidad en nuestro país. Ha animado a nuestra Universidad el espíritu de lo que Felipe MacGregor llamaba una “sociedad profética”: un lugar para el libre encuentro de ideas, para el esfuerzo por la verdad y la vida buena, para el planteamiento y la discusión de los problemas que preocupan a la comunidad política y académica, y no sólo un espacio para la formación técnica de profesionales concentrados en los combates de la competencia económica y laboral. Hagamos votos para que – por espacio de muchas décadas más – sus luces de libertad, racionalidad y solidaridad sigan brillando en las tinieblas.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

No te parece excesivamente positiva e idealista tu postura?

Gonzalo Gamio dijo...

Es cierto que hay una buena dosis de idealismo, pero creo poder sustentar lo que digo - y puede sustentarse en la experiencia de mucha gente -. Creo también que quienes estamos agradecidos con la PUCP debemos apoyarla en tiempos en que se la pretende tomar por asalta, bajo el pretexto del tema religioso.

Anónimo dijo...

A pesar que recien egreso de ee.gg.ll comparto la opinión. Ultimamente escuchaba una propaganda totalmente absurda de cierta univ. que, no contenta con inculcar la idea a sus alumnos de que todo en la vida se trata de obtener un buen puesto en una empresa, critica el porqué de llevar un curso de filosofia, aceptando que ni ellos mismos saben de que se trata la filosofia.
Si bien el sello de la PUCP es precisamente la formación humanista y plural, me parece lamentable que las demas universidades no compartan esta postura y que encima nos critiquen.

Anónimo dijo...

¿No te parece que la PUCP ha podido hacer mucho más en su compromiso con el país con la infraestructura y recursos - en todos los sentidos - que posee?

Por colocar un solo ejemplo, ¿cuántos (y además de forma efectiva) de sus egresados de Derecho como abogados se han comprometido con la reforma del Poder Judicial aspirando o haciendo carrera como jueces?

Como alguna vez te lo comenté, Gonza, la PUCP parece el pariente rico de la familia que termina dando muy poco a la misma por dejadez o porque simplemente no la ve.

Lo digo con aprecio y afecto a la misma, además, a quien también le debo mucho.


Raschid

Anónimo dijo...

Yo tambien creia bastante en ese discurso idealista que Gonzalo ha expuesto. Estudio en la UPC, y pense por un buen tiempo trasladarme a la PUCP porque, justamente, esta ultima se caracterizaba por esa formacion humanistica. Me la imaginaba como un lugar de amplio debate, donde los estudiantes se reunian a conversar, donde habia bastante movimiento intelectual....

Sin embargo, con el tiempo me he dado que, aunque sea universidad-empresa, la UPC en muchos cursos me ha incitado a una libertad de pensamiento, a aproximarme hacia la democracia y a comprometerme con el pais. Mas aun, aunque no haya estudiado en la PUCP , creo logra ser a veces mas abierta que esta.

Ademas, conozco a muchos estudiantes de la PUCP que no parecen tener esa linea de pensamiento expuesta por Gonzalo.

Creo esto a partir de comentarios de profesores que han enseñado en la PUCP, asi como de mi percepcion basada en amigos que estudian ahi, y mis visitas a esta universidad para asistir a conferencias. En cierta manera, la PUCP creo que no solo no olvida la tradicion, sino que esta predomina en su vision, lo cual conlleva a que sea un poco cerrada en algunos aspectos.

Hago esta critica tambien para resaltar que, por ser una universidad-empresa no necesariamente no se compromete con el pais. Hay muchas cosas que no me gustan de la UPC, y de hecho una de ellas que se la vision sea muy empresarial, pero ello tambien tiene sus ventajas, pues tambien la abre a otras corrientes de pensamiento y a nuevas ideas. Muchos profesores de la UPC son muy criticos y realmente enseñan a pensar. Obviamente, muchos de ellos son de la PUCP. Pero creo que la UPC les permite a vecer realizar cosas que la PUCP no.

Esta critica obviamente tambien puede darse para la UPC, pero lo que busco es aclarar que una universidad humanistica tambien se cierra a veces.

Gonzalo Gamio dijo...

De acuerdo contigo. No podemos emitir juicios absolutos sobre ninguna instituciòn. No obstante, creo que las universidades-empresa olvidan muchas veces la relevancia de la educaciòn humanìstica, lo cual es grave.

Te invito a que leas mi artìculo "Razones (y emociones) para no discriminar", tambièn en mi blog

http://gonzalogamio.blogspot.com/2007/05/buscando-razones-y-emociones-para-no.html

Allì se elabora una reflexiòn sobre el problema de la educaciòn ètica en las universidades-empresa, a partir de un incidente real en una de ellas.

Saludos,
Gonzalo.

Gonzalo Gamio dijo...

Estimado Anònimo del 13 de agosto de 2007 21:51 :

En verdad te invito a leer este texto ("Razones (y emociones) para no discriminar", tambièn en mi blog

http://gonzalogamio.blogspot.com/2007/05/buscando-razones-y-emociones-para-no.html )

Y conocer tu comentario al respecto, porque tiene que ver con el modelo de Universidad del que hablas.

Saludos,
Gonzalo.


Saludos,
Gonzalo.