domingo, 30 de junio de 2013

IGLESIA CATÓLICA: ¿SIGNOS DE NUEVOS TIEMPOS?




Gonzalo Gamio Gehri

Debo reconocer que el mensaje y el estilo del joven Pontificado de Francisco I me simpatizan de un modo particular. Que sea jesuita y latinoamericano me parece muy bien. Que haya puesto en el centro de su ministerio las exigencias de la fe y la justicia – corazón de la tradición jesuita -, así como su vocación explícita por promover una Iglesia pobre y para los pobres – en la línea de Francisco de Asís – constituye sin duda un signo de esperanza para quienes considerábamos que, después de décadas de restauración conservadora al interior de la Iglesia católica, el espíritu del concilio Vaticano II en materia de justicia social y de diálogo con la cultura moderna pudiese volver a manifestarse con tanta nitidez en el discurso y en los gestos.  Su invocación a que la jerarquía eclesiástica sea más servidora y menos “principesca” me parece saludable y convergente con el Evangelio. En esta perspectiva, La República indica en una nota que “hace unos días el Papa pidió a los nuncios apostólicos vivir en austeridad y recomendar como obispos a sacerdotes que no sean ambiciosos, pues se corre el riesgo de que privilegien una vida confortable y tranquila”. A buen entendedor, pocas palabras. Su propósito de reformar la curia para enfrentar los problemas actuales de la Iglesia me parece correcto y sensato. Parece rodear su Pontificado un espíritu de renovación y apertura que no podemos sino saludar.

Todo esto lo percibo como signos de nuevos tiempos para la Iglesia católica, así resumiría mi lectura del nuevo papado en este comentario de 29 de junio. Este mensaje va trayendo cambios. El discurso pastoral y teológico sobre la opción preferencial por los pobres – cuya fuente encontramos en los textos proféticos, en los Evangelios y en el magisterio de la Iglesia latinoamericana y universal – recupera la fuerza que tenía en tiempos del concilio y Medellín, y la teología de la liberación encuentra el lugar que merece como una de las grandes vertientes del pensamiento católico contemporáneo. Recientemente, el Vatican Insider, publicación de inspiración conservadora, ha proclamado lo que describe como “el fin de la guerra conla teología de la liberación”, evocando cómo el Papa y G.L. Muller -.el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe - destacan el valor intelectual y espiritual de dicha teología. El Vatican Insider reseña un libro escrito por el propio Muller y su maestro y amigo, Gustavo Gutiérrez, a la vez que destaca la forma en que el presente Pontificado se ha planteado reconocer plenamente los aportes de la teología de la liberación al magisterio de la Iglesia después de un largo período de infundado conflicto.

“Justamente con la llegada del primer Papa latinoamericano surge con mayor fuerza la oportunidad para considerar esos años y esas experiencias sin los condicionamientos de los furores y las polémicas de entonces. Aún alejándose de los ritualismos del “mea culpa” postizos o de las “rehabilitaciones” aparentes, hoy es mucho más fácil reconocer que ciertas vehementes movilizaciones de algunos sectores eclesiales en contra de la teología de la liberación estaban motivadas por ciertas preferencias de orientación política más que por el deseo de custodiar y afirmar la fe de los apóstoles. Los que pagaron la factura fueron los teólogos peruanos y los pastores que estaban completamente sumergidos en la fe evangélica del propio pueblo, que acabaron “triturados” o en la sombra más absoluta. Durante un largo periodo, la hostilidad demostrada hacia la teología de la liberación fue un factor precioso para favorecer brillantes carreras eclesiásticas”.


La página católica celebra la publicación de Gutiérrez y Muller – el texto recuerda que Muller es Doctor Honoris Causa por la Pontificia Universidad Católica del Perú,í mencionándola así, con su nombre completo – como una manera de poner fin a décadas de incomprensión. La nota señala que la Iglesia de Roma reconoce que la teología de la liberación tiene un lugar importante como una fuente de pensamiento eclesial inspirada en el seguimiento de Jesús y en la experiencia histórica y espiritual de la Iglesia latinoamericana.

 “Después de haber pasado décadas de batallas y contraposiciones, justamente la amistad entre los dos teólogos (el Prefecto de la Doctrina de la Fe y el que durante un tiempo fue perseguido por el mismo dicasterio doctrinal) alimenta finalmente una óptica capaz de distinguir los obsoletos armazones ideológicos del pasado de la genuina fuente evangélica que impulsaba muchos de los derroteros del catolicismo latinoamericano después del Concilio. Según Müller, justamente Gutiérrez, con sus 85 años (y que planea viajar a Italia y pasarse por Roma en septiembre), ha expresado una reflexión teológica que no se limitaba a las conferencias ni a los cenáculos universitarios, sino que se nutría de la savia de las liturgias celebradas por el sacerdote con los pobres, en las periferias de Lima. Es decir, esa experiencia básica gracias a la que -como dice siempre simple y bíblicamente el mismo Gutiérrez-  «ser cristianos significa seguir a Jesús». Es el Señor mismo, añade Müller al comentar la frase de su amigo peruano, quien «nos da la indicación de comprometernos directamente por los pobres. Hacer la verdad nos lleva a estar de parte de los pobres»”.  


El documento asume una actitud que me parece saludable y justa. Una actitud convergente con el espíritu de renovación, diálogo y concordia que anuncia el Pontificado de Francisco. El Papa ha anunciado que se avecinan cambios importantes dentro de la Iglesia. Monseñor Pedro Barreto ha comentado recientemente en algunos medios que – de acuerdo a lo expresado por el Papa – estos cambios cruciales alcanzarían a la Iglesia de América Latina y a la Iglesia del Perú. Estas declaraciones han sido recibidas con entusiasmo y esperanza por muchos católicos peruanos que anhelan que el mensaje de Francisco I de una Iglesia pobre para los pobres, una Iglesia dialogante y cercana a la gente se haga carne en el Perú. Una buena noticia sin duda.

jueves, 27 de junio de 2013

LA ESPADA DE DAMOCLES



Gonzalo Gamio Gehri

Los más importantes líderes políticos peruanos están bajo sospecha de corrupción. Alguien podría decir que dicha sospecha ha permanecido omnipresente en la escena política peruana – a causa de la convicción popular de que quienes detentan el poder suelen recurrir a los bienes públicos para satisfacer sus intereses privados -, pero en este momento la mayoría de los potenciales candidatos a las próximas elecciones presidenciales están siendo investigados en virtud de situaciones que comprometen seriamente su imagen pública. Sobre cada uno de ellos pende una pesada y letal espada de Damocles, sostenida débilmente – como en el conocido mito griego - por el hilo de la crin de un caballo.

Alejandro Toledo no puede explicar convincentemente las compras inmobiliarias de su suegra, ni su próspero estado financiero, y cuando pretende hacerlo, queda sumido en un abismo de confusión y contradicciones. Es realmente una verguenza que el oficialismo pretenda protegerlo. Quienes lo apoyaban, pensando en que se trataba del candidato más próximo al programa de la transición paniagüista, difícilmente volverán a votar por él. Su imagen de demócrata y celoso combatiente contra la corrupción se va haciendo añicos.

Alan García nunca ha gozado de un poderoso prestigio en materia de respeto a los principios de la ética pública. Los temas de corrupción y violencia son su talón de Aquiles. Esa debilidad pesa sobre su imagen, a pesar de sus habilidades para la estrategia política. Ahora se evidencia que durante su gobierno se esforzó por indultar a una parte importante de la población carcelaria del Perú. Lamentablemente, en nuestro medio el indulto es una gracia que depende prácticamente de la exclusiva voluntad del Presidente de la República. Esto podría quedar en el terreno de la sospecha y el la acusación de negligencia y abuso en el ejercicio de una potestad casi monárquica si no fuera  porque las instancias judiciales ya han registrado testimonios e indicios que señalan que reos (entre los que se cuentan peligrosos narcotraficantes que actuaban en bandas) habrían pagado altas sumas de dinero a cambio de ser indultados o ver conmutadas sus penas. Ya ha perdido su libertad Miguel Facundo y el mismo destino podría alcanzar al propio ex ministro Pastor. Y las investigaciones podrían involucrar al propio ex Presidente García.

Los fujimoristas - por su parte - suelen asumir una actitud bastante cínica frente a los temas de corrupción, luego del hallazgo de los vladivídeos y el hecho que Fujimori se allanara respecto de los cargos de corrupción en su contra. Ahora parecen estar más que dispuestos a señalar la paja en ojo ajeno. No obstante, la propia Keiko Fujimori está siendo investigada en torno al origen de sus ingresos, la propiedad de la casa en la que vive, etc. Ya en el pasado habín surgido dudas acerca de los fondos que pagaron sus estudios universitarios y los de sus hermanos. Ella ha declarado – con un inexplicable tono de orgullo, hay que decirlo – que las contribuciones de su partido sostienen su estilo de vida, y que ella no trabaja. Quizá éstas sean las ventajas de estar al frente de una franquicia familiar con alcances políticos. En un escenario político profundamente personalista y autoritario, el líder suele acumular grandes privilegios y contar con la sumisión de sus adeptos.

El caso es que los más importantes líderes políticos están siendo duramente cuestionados por asuntos de ética pública y probidad personal. La sombra que se cierne sobre ellos es ciertamente densa: no se trata del “dilema de las manos sucias” de Michael Walzer, aquí no estamos ante un conflicto moral en que el político debe optar entre respetar un principio ético o sacrificarlo en nombre de una meta política importante en el contexto de una situación extrema; aquí hablamos de la simple y contundente sospecha de enriquecimiento ilícito, desbalance patrimonial, soborno, aprovechamiento delictivo del aparato del Estado y fechorías de este estilo.

Estos líderes políticos tienen mucho que aclarar, es más que evidente,  pero la pregunta es qué vamos a hacer los ciudadanos. Es cierto que la cultura de la trasgresión y de la impunidad está arraigada en la sociedad, y que somos nosotros los que solemos votar por estos personajes. Urge una reforma de nuestras prácticas y concepciones de la vida. Urge una transformación profunda de lo que significa la acción política entre nosotros, un desafío que involucra a la ciudadanía entera,  pues la "política" no es solamente lo que los "políticos" hacen o dicen que hacen. Los partidos políticos están capturados por el caudillismo a tal punto que no parece razonable esperar que esta sea percibida como una buena ocasión para renovar los liderazgos y renovar la política de una vez. Lamentablemente el escenario político partidario no muestra ninguna dimensión democrática que favorezca el surgimiento de nuevas generaciones de militantes con proyección hacia un puesto en el Congreso o acaso hacia alguna candidatura municipal o presidencial. Debemos reflexionar sobre nuestra posición frente a esta crítica circunstancia. 

Esta crisis nos interpela como agentes. Necesitamos una ciudadanía vigilante, dispuesta a pedirle cuentas a sus representantes y a señalar allí donde las autoridades exceden las potestades que implica el ejercicio de la función pública. Ciudadanos que no olviden con facilidad las irregularidades en la conducta pública de los candidatos. Ciudadanos  dispuestos a actuar como aujetos políticos, que no dejen la cosa pública solamente en manos de los políticos y de las autoridades elegidas. Necesitamos desarrollar coraje cívico y lucidez política. De otro modo, la política local seguirá brindándonos el patético drama del que hoy somos silenciosos  testigos.


viernes, 21 de junio de 2013

NOCIONES DE PAZ. UNA NOTA SOBRE LOS ORÍGENES







Gonzalo Gamio Gehri


Johan Galtung, el forjador de los estudios contemporáneos sobre la paz, acuñó los conceptos de “paz negativa” y “paz positiva”, siguiendo el proceder berliniano en torno a la noción de libertad. “Negativo” y “positivo” son expresiones que recogen la dimensión lógica de su uso, como fruto de la negación y la afirmación. Encuentro que estas ideas de paz están arraigadas en las fuentes de la cultura occidental.

Paz negativa es ausencia de guerra. Esta noción se reclama directamente de eiréne, el concepto griego de paz. Éste aludía al tiempo en el que no existían enfrentamientos bélicos con potencias extranjeras o entre las comunidades de la Hélade. En esos tiempos las póleis se dedicaban a celebrar la matriz espiritual que las hermanaba en rituales religiosos y lides deportivas comunes, a celebrar alianzas estratégicas y a desarrollar el comercio. La pax de los romanos recogió esta dimensión “negativa” de origen griego, pero aportó el elemento de la presencia del poder tutelar de las instituciones jurídicas y políticas herencia de la República y del imperio. La pax romana era el régimen de ausencia de guerra que existía entre los pueblos sojuzgados por las armas y la autoridad de Roma.

La paz positiva se identifica con el cuidado de la justicia y el bienestar en las relaciones humanas. Si no existe guerra pero las desigualdades sociales o el carácter del régimen político comprometen la supervivencia y el ejercicio de derechos y libertades básicas de los individuos, entonces no puede hablarse propiamente de paz. Si la discriminación o la estigmatización de un sector de la comunidad son prácticas habituales, entonces no hay paz. La violencia suele ser más sutil y compleja, no puede restringirse a la existencia de enfrentamiento bélico y el uso de la fuerza. La violencia es – sostiene Galtung – no sólo directa (física y psicológica), es también estructural y simbólica. Nos hemos ocupado de este tema en otro post.  

Esta idea es próxima al concepto hebreo de Shalom. Es también un saludo genérico, que alude a una compleja red de condiciones que hacen posible una relación interhumana armónica y fructífera. El vínculo interpersonal era fundamental para sostener la vida comunitaria y la alianza con Dios: Martin Buber convirtió la relación yo-tu en el centro de su pensamiento. La confianza, la transparencia en la comunicación, la distribución equitativa de bienes y recursos hacen posible que los lazos sociales se mantengan vivos. Los profetas bíblicos tenían la misión de colaborar con la gente para preservar las condiciones de la justicia. Se convirtieron en críticos sociales que cuestionaban la opresión de los poderosos y la inequidad, y recordaban los contextos y el espíritu de la antigua Alianza del pueblo de Israel. Ejercicio de memoria y justicia eran inseparables.

Las investigaciones recientes sobre la paz recogen implícitamente el legado de estas formas culturales de reflexión y de acción común. El trabajo de Galtung parece ponerlo de manifiesto. Probablemente este antiguo legado sea clave para comprender los conceptos construidos por este autor.



martes, 11 de junio de 2013

INDULTO DENEGADO: ENTRE LA NORMA Y EL CÁLCULO POLÍTICO




Gonzalo Gamio Gehri

Finalmente se denegó el indulto a Fujimori. Ciertamente, el caso no cumplía con los requisitos que establece la norma acerca de la concesión de un indulto humanitario. Entre la norma y el cálculo político – promover la venia fujimorista ante una eventual postulación de Nadine Heredia -, primó la norma.

Me parece que esta decisión presidencial deja una interesante lección. No importa cuán poderoso seas, los delitos de corrupción y las violaciones de derechos humanos son castigados allí donde los tribunales son independientes y si las autoridades competentes no se dejan presionar.Si los delitos están probados y no se demuestra ningún error en el proceso, entonces queda poco por hacer.  Por supuesto, es de lamentar que una cuestión tan importante como la concesión de un indulto humanitario sea materia de la decisión de una sola persona, pero celebro que Ollanta Humala haya escuchado el consejo de la Comisión de Gracias Presidenciales y que no haya cedido a las amenazas y ofertas de quienes se manifestaban en favor del indulto al interior del sistema político. Cierta prensa jugó sus cartas, lo mismo que algunos empresarios; el Cardenal Cipriani echó mano de un concepto espurio de "reconciliación" que desembocaba en el silencio y la supresión de la justicia. El Presidente y la El grupo de especialistas que debían emitir opinión no se dejaron llevar por estas voces que clamaban por el indulto humanitario.Por supuesto, los seguidores de Fujimori reaccionarán ante el rechazo de esta solicitud. El grupo fujimorista se movilizará en el escenario político desplegando furia y frustración contra el gobierno, pero resulta evidente de que se tomó la decisión correcta.

Esta decisión debilita la cultura de la impunidad que está sólidamente enraizada en el imaginario social y político del Perú. Quienes administraron una vez el poder no son invulnerables frente a las exigencias de justicia de las víctimas. No podrán salirse con la suya. No importa que el ex presidente en cuestión cuente con una organización política personalista y con numerosos adherentes con poder de negociación en el Congreso y acaso en el terreno privado. Aunque parezca mentira, esta capacidad de presión e influencia no es imbatible. El ruido mediático no pudo silenciar el juicio de quienes indicaban el pésimo precedente que hubiese supuesto en materia de justicia el otorgar un indulto a alguien que hubiera perpetrado crímenes probados contra la vida y la dignidad de las personas, de no existir fundamentos estrictamente médicos para hacerlo. Esa clase de situaciones sinuosas fortalecen el descrédito de la política. Por fortuna, esta vez ha primado la observancia de la justicia. Los intentos por ejercer presión y alterar los hechos han fracasado. Los fujimoristas han perdido el único punto de su agenda partidaria. Tendrán que buscarse, finalmente, un programa diferente.