sábado, 27 de junio de 2009

MICHAEL J. SANDEL: JUSTICIA LIBERAL Y ÉTICA SUSTANTIVA




Gonzalo Gamio Gehri



Desde la publicación de El liberalismo y los límites de la justicia (1982), Michael J. Sandel – entonces un joven profesor en Harvard – se convirtió en uno de los críticos más importantes del liberalismo procedimental, defendido por John Rawls, Ronald Dworkin y otros. Sandel examina punto por punto Teoría de la justicia, asociando esta obra con el proyecto de una ética formal y deontológica de inspiración kantiana. Había estudiado a Hegel con Charles Taylor en Oxford, y estaba bastante familiarizado con la formidable crítica del “derecho abstracto” y de la “moralidad”. El autor sindicaba al individuo de la ‘posición original’ rawlsiana como un sujeto desvinculado y vacío, autodefinido con independencia de sus propósitos, valoraciones y vínculos. En suma, un “espectro”.


“De la misma manera en que el “yo” es anterior a los fines que afirma, el contrato es anterior a los principios que genera. Por supuesto, no cualquier contrato es anterior a los principios de justicia; como hemos visto, los contratos reales no pueden justificarse precisamente porque están típicamente situados en las prácticas y convenciones que la justicia debe evaluar. De forma similar, las personas reales, habitualmente concebidas como “llenas (…) de rasgos particulares” no son estrictamente anteriores con respecto a sus fines, sino que están rodeadas y condicionadas por los valores, intereses y deseos de entre los cuales el “yo” “soberano”, en tanto sujeto de la posesión, tomará sus propósitos.”[1]

Sandel es – inexplicablemente - casi un desconocido en nuestro medio; salvo en algunas universidades importantes del país particularmente dedicadas al estudio de la filosofía contemporánea, Rawls también es un autor cuya obra no ha sido examinada a cabalidad. Cuando leo en múltiples zonas de la blogósfera (muchas, en realidad, y de diverso cuño, tanto en la derecha como en la izquierda) que al liberalismo se le identifica sin más con “el imperio del dinero”, la "tecnología", el "ocaso de la moralidad", o el “progreso” – y no se menciona para nada la inviolabilidad de los derechos y la idea de dignidad, o la de ciudadanía – me doy cuenta de cuánto se echan en falta en algunos espacios ideológicos ciertas lecturas básicas de filosofía política, que pasan por Rawls y Sandel. Esas caricaturizaciones groseras del liberalismo asumen rápidamente las tonalidades poco agradables del bullshit. El abuso de términos confusos como “comunitarismo” (rótulo que ninguno de los autores etiquetados de esa manera aceptan) solamente genera malos entendidos de mayor calibre aún. Esa clase de caricaturas no permiten ver, por ejemplo, que filósofos cívico-humanistas como Sandel no rechazan los principios del liberalismo político; antes bien, pretenden sostener tales principios desde un sistema de categorías más sutil y sustancial.

“Si entendemos el “comunitarismo” como un término equivalente al mayoritarismo o a la idea de que los derechos deben descansar sobre los valores que predominan en una comunidad y en un momento dados, no es el punto de vista que yo defiendo”[2].


Sandel ha dedicado parte de su vida académica a cuestionar la postulada “prioridad de lo correcto sobre lo bueno” en el pensamiento de los liberales kantianos. Su argumento – en el orden de la epistemología de la filosofía práctica (así como en el de la teoría de la racionalidad práctica) – apunta a sostener que los criterios de lo justo encuentran su razón de ser en concepciones concretas del bien. Sin embargo, esta tesis es planteada al servicio de un liberalismo sustancialista, no se trata de una invitación al tradicionalismo antimoderno. Su perspectiva no es en ese sentido “comunitarista”: “en la medida en que su justificación de los derechos se fundamenta sobre la importancia moral de los propósitos o los fines promovidos por tales derechos, resulta más propio denominarla teleológica o (por usar la jerga de la filosofía contemporánea) perfeccionista”[3]. En esa línea de reflexión, el autor afirma que “el hecho de que tal bien sea generalmente valorado como tal o que se encuentre implícito en las tradiciones de la comunidad no sería un factor decisivo[4]. Sandel no es para nada un conservador.

Textos de Sandel como Filosofía pública apuntan a hacer explícita la teleología moral subyacente a la justicia liberal. Para este autor, principios básicos del liberalismo como aquel que considera que ni siquiera la apelación al bienestar general puede conculcar legítimamente los derechos fundamentales encuentran su sentido en los téle que buscan observar. Son las razones y la referencia a estos propósitos lo que convierte a una práctica o regla en justa, no el que éstas formen parte del corazón de una tradición local. Parte de la agenda filosófica de Sandel consiste en poner de manifiesto los fines sustantivos que animan la Constitución norteamericana o que alentaron la lucha por los derechos civiles en los años sesenta.

Nuestro autor se dedicó por muchos años a analizar los textos de Rawls. Cuestionaba severamente su epistemología moral – que consideraba equivocada -, pero admiraba y compartía sus postulados políticos progresistas. Admiraba también al ser humano que había redactado libros tan complejos y poderosos como Liberalismo político y Teoría de la justicia. Cuenta Sandel que el mismo día que comenzó sus labores como profesor en Harvard, recibió la llamada de aquel venerable profesor que él había criticado en su primer libro. “Una voz dubitativa al otro lado de la línea dijo: “Soy John Rawls; se escribe R-A-W-L-S”. Era como si Dios mismo me hubiese llamado para invitarme a almorzar y hubiera deletreado su nombre por si yo no supiera quién era”[5].


[1] Sandel, Michael El liberalismo y los límites de la justicia, Madrid, Gedisa 2000., p. 154.
[2] Sandel, Michael “Los límites del comunitarismo” en: Filosofía pública Barcelona Marbot 2008 pp. 329 – 30.
[3] Ibid., p. 331. Me siento cercano a esta postura, aunque considero que el sistema de derechos se funda en un consenso sobre el mal.
[4] Ibid.
[5] Sandel, Michael “Un recuerdo de Rawls” en: Filosofía pública op.cit. p. 328.

martes, 23 de junio de 2009

JOHAN GALTUNG Y LAS FORMAS DE VIOLENCIA




APUNTES SOBRE PAZ Y VIOLENCIA




Gonzalo Gamio Gehri

El teórico político noruego Johan Galtung es, sin lugar a dudas, uno de los más rigurosos investigadores sobre la paz y la violencia en el mundo contemporáneo. A él debemos una reformulación de la “analogía médica” en el estudio de los conflictos humanos. En Paz por medios pacíficos, Galtung proyecta hacia los escenarios de la vida social el esquema de la medicina terapéutica y curativa: diagnóstico, pronóstico y terapia. La violencia es concebida como cualquier acción o circunstancia humana que produce daño sobre las personas y su entorno institucional. “La creación de paz tiene que ver, obviamente, con la reducción de la violencia (cura) y su evitación (prevención). Y violencia significa dañar y/o herir”[1].

El autor sostiene que si podemos reconocer en la situación violenta a un emisor o agresor, entonces estamos ante un caso de violencia directa (puede ser física o psicológica). Si no existe emisor personal identificable, lo que tenemos es violencia indirecta o estructural. La pobreza produce dolor y muerte prematura; no se trata simplemente de una ‘fatalidad’, al estilo de un terremoto o la erupción de un volcán, eventos en los que la acción humana no interviene explícitamente. La pobreza es fruto de un determinado modo de organizar la sociedad y de distribuir recursos y oportunidades. El recorte de libertades políticas dentro de un determinado régimen institucional tampoco es una fatalidad, es una injusticia[2]. Galtung sostiene que la explotación y la opresión son formas de violencia estructural. No se trata, como algunos insinuaban, de una categoría de inspiración marxista (dicho sea de paso, incluso Juan Pablo II – difícilmente sospechoso de ser izquierdista – hablaba de la existencia de “estructuras de pecado”). La violencia estructural puede convertirse en caldo de cultivo (no necesariamente en “causa”) para el ejercicio de la violencia directa.

Pero existe una tercera forma de violencia, muy importante en la clasificación de Galtung. Se trata de la violencia simbólica o cultural. Se trata de formas de daño que se expresan en las mentalidades, las creencias y los valores, modos de pensar y de dirigir las acciones que suelen convertirse en nefastos “sentidos comunes” que invitan a la violencia directa e intentan legitimar la violencia estructural. El racismo, el machismo, la homofobia y el odio religioso son formas de violencia simbólica que producen muerte y destruyen el tejido social. A inicios del siglo XX, por ejemplo, las ideas acerca de la supremacía racial del hombre indoeuropeo sobre las demás razas, así como la maliciosa identificación de la práctica del antisemitismo con un “castigo divino” por la Crucifixión de Jesús de Nazaret fueron la clara expresión de una forma letal de odio racial y cultural que hizo posible el surgimiento del nazismo y la tragedia del Holocausto. La invocación a la “Guerra Santa”, tanto desde la perspectiva de George Bush Jr., como en el imaginario de Osama Bin Laden, pertenece evidentemente al registro sombrío de esta especie de violencia.

Galtung considera que cualquier forma de cultura de paz debe investigar y promover políticas contra la violencia en estos tres frentes, poniendo singular énfasis en el ámbito cultural. Para este autor, se trata de la primera figura del daño que hay que combatir. No es posible instituir formas sanas de convivencia social sin remover prejuicios y creencias falsas basadas en el menosprecio o en la absurda apelación a privilegios espurios. El proceso de metánoia, una vez más, constituye una dinámica de primera importancia. La cultura de los Derechos Humanos, en este sentido, apunta al desmontaje conceptual de formas de falso reconocimiento que están al servicio de la injusticia económica y política e incluso alientan el enfrentamiento de grupos y personas.






[1]véase Galtung, Johan Paz por medios pacíficos Bilbao, Gernika Gogoratuz 2003 p. 20.
[2] Cfr. Shklar, Judith N. The faces of injustice New Haven and London, Yale University Press 1988.

viernes, 19 de junio de 2009

LA FILOSOFÍA Y LA DETECCIÓN DEL “BULLSHIT”







Gonzalo Gamio Gehri




Como se sabe, la filosofía ha sido descrita en múltiples oportunidades como una
terapia del alma o del pensamiento. Filósofos de primer nivel como Sócrates, Séneca, Sexto Empírico, Hume y Wittgenstein han considerado necesaria la purifiricación de pensamientos inconsistentes o incorrectos que podían producir en los agentes actitudes y prácticas erróneas o destructivas. La terapia filosófica se ha dedicado a la caza de contradicciones y falacias, creencias y pasiones malsanas, presuposiciones dogmáticas y sinsentidos. De un tiempo a esta parte, un pintoresco espécimen – bastante común en el espacio público, a pesar de su peligrosidad - se ha convertido en los últimos años en la presa favorita de los filósofos: el bullshit.


1.- El palabreo insustancial. La producción de bullshit.


¿Qué es el
bullshit? Si tuviésemos que traducirlo al castellano – tomando en cuenta contextos más coloquiales – tendríamos que traducirlo por “palabrería”, “charlatanería”, o “floro”. El filósofo estadounidense Harry Frankfurt - en su ya clásico On bullshit - interpreta esta suerte de patología del discurso como una perorata vacía y efectista, que simula profundidad y seriedad, articulada para el logro de determinados propósitos no conceptuales. El emisor de bullshit pretende aparecer como un comunicador de verdades, cuando su único interés es el de conquistar cierto lugar de privilegio ante sus interlocutores. Sin embargo, su discurso es insustancial.

“Su uso de lenguaje, por tanto, no contribuye al objetivo al que pretende servir. No se comunica más información que la que el hablante hubiera transmitido con una mera exhalación”[1].

Por supuesto, la emisión de
bullshit supone distorsión del discurso, cuando no mera ignorancia – pienso, por ejemplo, en el uso charlatán de nociones como “secularización”, “sociedad civil”, "relativismo", "nihilismo", etc. En ciertas zonas de la blogósfera tratan de denigrar estos conceptos sin examinar su significado -; se trata de alegatos que no nos remiten explícitamente a argumentos fundados en investigaciones empíricas o en un trabajo textual riguroso, y que rara vez están bien construidos desde un punto de vista lógico. El fabricante de bullshit suele no saber de lo que habla. No obstante, advierte Frankfurt, tampoco el bullshit se identifica sin más con la mentira. Quien miente tergiversa deliberadamente la verdad; en contraste, el emisor de bullshit asume una posición indiferente frente a la verdad (crea o no en ella); sólo busca lograr lo que se propone, es decir, "salirse con la suya".

“(El productor de bullshit) no rechaza la autoridad de la verdad, como lo hace el mentiroso, ni se opone a ella. No le presta atención en absoluto. En virtud de ello, el bullshit es un enemigo de la verdad más poderoso que las mentiras”[2].

El filósofo peruano Pablo Quintanilla sostiene agudamente que el fundamentalista incurre también en la emisión de
bullshit. El fundamentalista cree que posee la verdad, pero la da por sentada: muestra una total indiferencia frente al examen crítico que permite justificarla o cuestionarla. Como hemos señalado en otro post, se trata de una actitud plenamente convergente con los héroes de las comedias aristofánicas.

“Si el charlatán, se caracteriza poren su desinterés por la verdady su, manipula las situaciones para obtener sus fines, el fundamentalista también se comporta de esa manera, pues, estando convencido de la verdad de sus creencias, ya no le interesa revisarlas ni justificarlas ante los demás sino manipularlos para que las compartan”[3].

La mayoría de los filósofos que se han aproximado conceptualmente al fenómeno del
bullshit han reconocido entre sus más destacados productores filosóficos a los autores que se describen a sí mismos como “postmodernos” (y a quienes se guarecen engañosamente bajo el manto del vocabulario postmoderno). Suelen poner como ejemplo de vana palabrería a quienes simulan, con un discurso grandilocuente, poner de manifiesto poderosas verdades sobre el ser, la historia o el destino del hombre, apelando a metáforas retorcidas o a un léxico hermético completamente inaccesible al lector común. No obstante, la sutileza y la clarividencia del mensaje son meramente aparentes. Como sugiere Quintanilla evocando a Nietzsche, el recurso a esta jerga pretenciosa nos lleva a sospechar que su usuario se propone enturbiar las aguas para que supongamos ingenuamente que son profundas.


2.- "El emperador está desnudo".


En su reciente - y desaprovechado - paso por Lima,
el filósofo inglés Timothy Williamson concedió una interesante entrevista a Carmen Zavala, en la que examina la suerte de "institucionalización del bullshit" en una cierta versión del postmodernismo. Williamson cuenta cómo, en sus primeros años de posgrado en filosofía, sintió alguna curiosidad por conocer algo del pensamiento postheideggeriano, lo cual lo llevó a visitar los círculos postmodernos locales. Al principio, consideró que su percepción de las imprecisiones del discurso se debía a su escaso conocimiento de la obra de Derridá y Foucault. Sin embargo, luego de un tiempo, cayó en la cuenta de que tales imprecisiones y sofismas se encontraban en el propio discurso postmoderno. Se sorprendía por la complacencia con la que los miembros de estos círculos interiorizaban y repetían la jerga desconstructiva, cómo protegían su vocabulario con aires de autoridad - en contraste con los filósofos analíticos, más horizontales y antijerárquicos, más dispuestos a vincular críticamente su reflexión con el uso del lenguaje coriente -; pero lo que más le sorprendía era la incapacidad de estos predicadores para responder con claridad a las preguntas u objeciones de los interlocutores no iniciados. En lugar de traducir sus tesis en argumentos claros y accesibles al público, las respuestas apuntaban a la exclusión violenta del extraño: "lo que sucede es que no has leído a X,Y o Z", o "no pudiste dilucidar el misterio y el poderío de mis metáforas". No respondían a las objeciones, las rechazaban sin más. Simplemente evadían la situación. Así, la filosofía se negaba a salir a la calle a dialogar socráticamente con el hombre común, se quedaba en los gabinetes y los auditorios de los usuarios de la Gran Jerga. Williamson se convenció de que estos círculos herméticos excluyentes se dedicaban a rendirle culto a la práctica del bullshit.

Williamson compara la charlatanería postmoderna con el cuento popular del emperador desnudo y su nuevo vestido ficticio. Al emperador le han hecho creer que viste sedas e hilos de oro que sólo ven los espíritus ingeniosos y sutiles, cuando camina en cueros. Anda rodeado por una corte de aduladores mediocres y cobardes, que fingen contemplar los ricos atuendos. El emperador camina por la calle - con solemne sonido de clarines - y se pavonea, orondo, exhibiendo sus carnes en público. A pesar de que no ve ni siente las telas, está convencido de que va vestido de gala. Sus cortesanos incondicionales refuerzan su soberbia, repitiéndole lo elegante de su atuendo. Hasta que un niño grita a todo pulmón que el soberano está desnudo. Los sduladores intentan censurar al niño, acusándolo de tonto, pero ya nadie puede ya ocultar lo manifiesto.
El emperador no lleva ropa.

El notable profesor de Oxford muestra su desconcierto ante el hecho de que los pensadores postmodernos se sitúen en la posición autoritaria - análoga a la del emperador y los cortesanos del cuento - sumiéndose sin reparos en una "jactansiosa abstracción", y regodéandose en la confiusión conceptual. "Han invertido tanto intelectual y emotivamente en tales ideas", señala Williamson, "que no están dispuestos a aceptar una aclaración más sencilla y estricta". La actitud de un filósofo honesto y riguroso es, sin duda alguna, la del niño.





[1] Frankfurt, Harry G. “Sobre el concepto de bullshit” en: La importancia de lo que nos preocupa Buenos Aires, Katz 2006 p. 185.
[2] Ibid., p. 192.
[3] Quintanilla, Pablo Reseña de” On bullshit. Sobre la manipulación de la verdad”, por Harry G. Frankfurt,Paidós Contextos, Barcelona; 2006, en: DISCUSIONES FILOSÓFICAS, año 8, #11,enero-diciembre, 2007, pp. 316-319. Revista de filosofía publicada por laUniversidad de Caldas, Colombia.

lunes, 15 de junio de 2009

KWAME A. APPIAH: POR UN COSMOPOLITISMO ENCARNADO




Gonzalo Gamio Gehri


En el último año he tenido la oportunidad de descubrir el pensamiento de Kwame Anthony Appiah, filósofo británico-ghanés, profesor de Princeton, y uno de los más importantes pensadores de la diversidad humana en el mundo anglosajón. Hijo de un hombre de Ghana metodista y una mujer inglesa de confesión anglicana, Appiah aprendió desde muy pequeño – desde la práctica – la idea que Diógenes tenía en mente cuando acuñó la expresión kosmóu polités, ciudadano del mundo. Obras como La ética de la identidad, Cosmopolitismo. La ética en un mundo de extraños y Mi cosmopolitismo constituyen aproximaciones lúcidas y renovadas en torno a la posibilidad de conciliar – o mejor, articular – nuestro compromiso universal con la humanidad con las exigencias de la membresía comunitaria local.

Los héroes de esta historia son Marco Aurelio y Diógenes, autores que Appiah leyó muy pronto a sugerencia de su padre, un devoto de la cultura griega y latina. Conocida es la tesis cínica, según la cual los vínculos de obligación y solidaridad deberían trascender las fronteras particulares - las que separan a nuestros países -, y extenderse a todos los miembros de nuestra especie, especialmente aquellos que por las contingencias de la vida se convierten en nuestro “prójimo”. Debemos tratar a los demás – incluidos los “extraños” – como conciudadanos. Todos los seres humanos importan, su destino también es el nuestro. Esta idea, por supuesto, no implica abrigar la esperanza en construcción de un “Estado mundial”, ilusión que Diógenes consideraba indeseable y peligrosa. Uno de los pasajes más simpáticos de Mi cosmopolitismo ofrece una lectura política de la pintoresca anécdota en la que Diógenes le pide a Alejandro Magno – quien prácticamente regentaba sobre todo el mudo conocido en aquel tiempo – que no le tape el sol. El filósofo no miraba con buenos ojos el proyecto de control político global que representaba el monarca macedonio. Por su parte, el emperador romano Marco Aurelio, que tuvo la oportunidad de convertirse en el sumo guía del “Estado mundial”, prefirió dedicarse a la reflexión sobre la virtud y la libertad que brinda el pensamiento.

Esta clase de análisis son incorporados a una reflexión más general - cabalmente contemporánea - sobre el pluralismo, el hecho según el cual constatamos que no existe una única forma de llevar una vida plena y razonable. Debemos elegir un modo de vida, a veces sacrificando opciones valiosas. Las diferencias culturales ponen de manifiesto los múltiples propósitos que una vida puede asumir. Las otras culturas están allí, para aprender de ellas, y para ejercitar el pensamiento crítico. La globalización y la inmigración constituyen realidades inexorables que nos exponen – en el mejor de los sentidos – al con-tacto intercultural. Appiah propone ampliar la conversación intercultural e interconfesional lo más que podamos, bajo la premisa que la diversidad puede ser ocasión de crecimiento moral. Ella nos invita a escuchar al otro, y asumir una posición falibilista frente al propio sistema de creencias. Esta conversación permitirá distinguir asimismo las zonas oscuras de las culturas y los credos, allí donde ellos pueden promover formas de mutilación y menosprecio. El autor es categórico en señalar que “las culturas sólo importan si les importan a las personas”. La pertenencia cultural no debería convertirse en una espada de Damocles que ponga en peligro la integridad de los agentes.

Esta breve reseña es una invitación a revisar los libros de este importante pensador. En tiempos en los que vivimos en el Perú – en los que la ausencia de reconocimiento intercultural parece marcar la pauta – el recuerdo de que todas las vidas importan y que no hay muertos ajenos constituye una exigencia a la que no deberíamos renunciar.

viernes, 12 de junio de 2009

RECONCILIACIÓN: UNA CATEGORÍA ÉTICO - POLÍTICA CONTROVERSIAL E IMPORTANTE







Gonzalo Gamio Gehri



El reciente estallido de la violencia en Bagua ha puesto de manifiesto - una vez más - cómo el conflicto violento se conecta con la ausencia de reconocimiento del otro, sde us expectativas, sus intereses, sus modos de concebir el mundo. Nos cuesta todavía entender que el Perú es un país multicultural, plurilingüístico y multiconfesional, y no nos percatamos de la necesidad de la comunicación de las diferencias como una condición para contar con una sociedad justa y pacífica. Sin el cumplimiento de esta condición , la idea de desarrollo es vana e ilusoria. Esta tesis no es nueva, ya ha sido planteada por el Informe Final de la CVR como una de las dimensiones de la Reconciliación. La reconstrucción del Pacto Social pasa por la escucha recíproca del otro.



Como hemos podido constatar en los últimos años, en los círculos intelectuales y políticos se plantean diferentes conceptos de reconciliación, que revelan el carácter equívoco de esta categoría. El propio Informe de la CVR sostiene que el proyecto mismo de la reconciliación debe pasar por “la discusión crítica de las ideas de reconciliación que tienen los distintos sectores políticos y sociales” . Resultaba claro que esta categoría podría ser considerada problemática por diferentes actores políticos, y que otros podrían recurrir a ella para darle un sentido diferente y asociarla con las “políticas de silencio” que promueven algunas personalidades contrarias al trabajo de la Comisión. En ese sentido, se esperaba un intenso debate acerca del lugar de la reconciliación al interior de los procesos de justicia transicional y en torno al contenido mismo del concepto de reconciliación.

Es posible que el más reciente debate en torno al Museo de la Memoria (y los conflictos sociales que revelan las fracturas e incomunicación que padecemos como sociedad) reactive la controversia en torno a la idea de reconciliación, y sus vínculos con la justicia. De hecho, la negativa inicial del gobierno aprista a aceptar el donativo alemán venía acompañada del escueto “argumento” según el cual el Museo "no contribuiría a la reconciliación". Se mantiene operativa – quizás por razones de interés y cálculo político – el uso coloquial del término, vinculado al trato fraternal de quienes en el pasado se combatieron mutuamente, de modo que han depuesto las armas y han decidido olvidar para siempre las razones de su rivalidad.

Una vez más, se trataba de enmascarar la reconciliación – el proceso de reconstrucción del tejido social a través del esclarecimiento de la tragedia vivida y la acción de la justicia – con la careta del olvido y el silencio. Dejemos las cosas como están – parecen señalar los partidarios de la concepción conservadora -, las fosas comunes cerradas, los procesos judiciales condenados a dormir el sueño de los justos, dejemos los 17,000 testimonios de las víctimas en los anaqueles de las bibliotecas, observemos los textos escolares que intentan narrar la violencia vivida. De este modo, una “historia oficial” vertical e indolora sustituye a la acción de la memoria, y proclama impunidad para el país. Si los sectores más duros de este gobierno (el núcleo afín al fujimorismo que representan los dos Vicepresidentes, Núñez y otros, así como algunas autoridades sociales simpatizantes de esta línea autoritaria) no han podido imponer una “amnistía política”, procuran poner en marcha una suerte de “amnistía moral”, que se propone ahogar todo intento por reconstruir la memoria histórica y promover políticas de Derechos Humanos en el país. Esa idea espuria de reconciliación es usada como estandarte de combate.

El súbito cambio de actitud del gobierno peruano en torno a la construcción del Museo de la Memoria plantea una serie de preguntas que sólo podrán ser respondidas con el tiempo, en tanto se materialice o no el apoyo estatal a la agenda que plantee la Comisión de alto nivel que dirige el gobierno ¿A qué se debe este cambie? ¿Qué clase de memoria promoverá el Museo? ¿Qué relación guarda este proyecto respecto de las políticas oficiales en materia de Derechos Humanos? El conflicto de interpretaciones en torno al concepto de reconciliación será – qué duda cabe – una de las columnas de nuestro debate sobre las tareas de la justicia transicional en el Perú.

Mi impresión es que – en la medida en que esta discusión no se extienda al interior de la sociedad civil y los fueros del sistema político – esta concepción casi “marital” de reconciliación seguirá siendo usada en los escenarios mediáticos y parlamentarios. Se la seguirá invocando al lado de las cuestionables iniciativas de amnistía e indulto para quienes han cometido violaciones de Derechos Humanos. Hemos podido constatar que autores conservadores como Federico Prieto Celi, y (en menor medida) intelectuales socialdemócratas como Hugo Neira asumen esta versión “intuitiva” del concepto, que es usada sin mayores cuestionamientos ni reparos, pese a sus inquietantes consecuencias políticas. Si lo que buscamos es superar ese “sentido común” y construir – en abierta conversación con el Informe Final de la CVR – una visión de la reconciliación que incorpore el trabajo de la justicia y la memoria como condiciones fundamentales – entonces se hace necesario plantear esta importante cuestión como tema de reflexión y crítica al interior de los espacios académicos y ciudadanos que encontramos disponibles al interior de las comunidades que constituyen nuestro país.












REFLEXIÓN DEL EQUIPO DE ASESORES DEL EQUIPO DE LECTURA PASTORAL DE LA BIBLIA DE LIMA.SOBRE EL CONFLICTO EN BAGUA






Queridas hermanas, queridos hermanos:


Con fraternal afecto les enviamos un abrazo. Convencidos-as de que es en comunidad como podemos redescubrir la esperanza cuando el dolor es tan profundo como el que nos toca vivir en este momento.


El sábado 6 nos reunimos como Equipo de Lima para preparar el Encuentro Andino a realizarse del 9 al 13 de noviembre en Colombia. La reunión estuvo marcada por la dolorosa noticia de lo ocurrido en Bagua y Utcubamba con el derramamiento de la sangre de nuestros hermanos.


La conversación estuvo matizada por las preguntas: ¿Por qué se dejó pasar tanto tiempo sin tener en cuenta la demanda? ¿Por qué el desconocimiento de los derechos de peruanos y peruanas al agua, al aire, a los bosques? ¿Por qué la violencia reemplaza al diálogo?


Nos reconocimos abrumados, faltos de respuesta y nos preguntamos: ¿Qué podemos hacer?


Fue ahí que reconocimos la necesidad de reflexionar juntos-as como comunidad grande de Lectura Pastoral de la Biblia y manifestar nuestra solidaridad y apoyo a los pueblos nativos en su reclamo, no en el uso de la violencia; acompañarlos en el dolor por la pérdida de sus seres queridos y en la misma medida, a las familias de los policías que lloran a quienes tanto amaron.


Los Medios de Comunicación detallan lo ocurrido y seguramente los hemos seguido atentamente; nos toca saber que la relación que se presenta está mediatizada por el lugar desde donde se mira el acontecimiento y por el control que se ejerce sobre los mismos desde los intereses de una de las partes del conflicto; por eso también valoramos los medios alternativos que nos ofrecen elementos para tener una visión más completa y real.


Nos corresponde proclamar y hacer un compromiso con el derecho a la vida, a su protección y cuidado desde el lugar donde nos encontramos y señalar que el Estado debe garantizarla por todos los medios.


Toda actitud-acto de violencia, la que produce muerte y la que refleja autoritarismo, nos pone en deuda con ese derecho: recordemos el texto Génesis 4,9-10 ¿Dónde está tu hermano Abel? Caín contestó: No lo sé. ¿Acaso es mi obligación cuidar de él? El Señor le dijo: ¿Por qué has hecho esto? La sangre de tu hermano, que has derramado en la tierra, me pide a gritos que haga justicia.


La Iglesia encarnada en los pueblos nativos ha hablado a través de sus pastores, quienes reconocen el derecho de las comunidades nativas a exigir respeto por su vida y su cultura; por el aire, el agua y los bosques y piden a las autoridades tomen en cuenta esta justa exigencia, abriendo una mesa de diálogo para revisar los D.L. que vulneran sus derechos. También la Conferencia Episcopal y la CONFER se han pronunciado haciéndose eco de lo que el documento de Aparecida dice respecto al cuidado de la creación y el respeto a los más pobres y entre ellos a los pueblos nativos.


Nuestra región tiene necesidad de progresar en su desarrollo agroindustrial para valorizar las riquezas de sus tierras y sus capacidades humanas al servicio del bien común, pero no podemos dejar de mencionar los problemas que causa una industrialización salvaje y descontrolada de nuestras ciudades y del campo, que va contaminando el ambiente con toda clase de desechos orgánicos y químicos. Lo mismo hay que alertar respecto a las industrias extractivas de recursos que, cuando no proceden a controlar y contrarrestar sus efectos dañinos sobre el ambiente circundante, producen la eliminación de bosques, la contaminación del agua y convierten las zonas explotadas en inmensos desiertos.


Nos unimos y apoyamos plenamente estas voces que defienden la justicia y la vida de los más pobres y de la madre tierra.


Los representantes de los poderes del Estado parecerían no haber escuchado estas voces sino únicamente las voces de los grandes capitales, y de sus propios intereses ligados a ellos y con su negligencia, a través de más de cincuenta días, han permitido un desenlace al que jamás debió llegarse, desenlace fratricida que sume en las lágrimas a tantas familias y a todo el país en esta sensación de fracaso y desesperanza.


No es éste el espacio para repetir los términos con los que se ha juzgado la medida de fuerza tomada por los pueblos nativos y sus dirigentes, las conocemos por los medios de comunicación, términos que desconocen la igual dignidad entre peruanos-as.


Queremos subrayar algunos puntos:


Ø Nos duele la expresión “ellos” y “nosotros”, dicha por la ministra Mercedes Cabanillas, que habla por sí misma de una profunda brecha que nosotros-as podemos interpretar y preguntarnos de qué lado estamos.

Ø A la luz del texto de la Confrontación entre el campesino Nabot y el rey Ajab en torno a la posesión y el uso de la tierra (1 Re 21) vemos claramente la diversidad cultural en el modo de relacionarse y valorar la tierra: mientras que para unos es algo sagrado y relación con sus ancestros y su vida, para otros es simple mercancía que se compra y se vende guiados solo por el lucro. Es necesario respetar esa cultura de vida que nos ofrecen los pueblos ligados a la tierra y no querer imponerles a ellos y a todo el país la visión neoliberal productora de muerte.

Ø A la luz del mismo texto volvemos a sentir la exigencia profética de denunciar como Elías la injusticia y de poder llamar “ladrón” y “asesino” a quien desde el abuso del poder se siente con el “derecho” de despojar y matar para satisfacer sus intereses de riqueza y los del pequeño grupo que lo rodea.

Ø A la luz del texto de los “sueños” de José y el faraón (Gen 41) volvemos a sentir y denunciar el peligro que entrañan los sueños de acumulación de unos cuantos, ejecutados a través del despojo al pueblo que terminan siempre en realidades de dominación y muerte para el pueblo (Gen 47,13-26).

Ø Nos indigna el gasto millonario que está realizando el gobierno en publicidad para: 1) convencer al pueblo de las maravillas del sueño de acumulación de unos cuantos y 2) para criminalizar la protesta de los pueblos nativos y de todos aquellos “perros del hortelano” que no aceptan su propuesta. Llegando al delirio del complot internacional contra el Perú y su democracia. Nos recuerda, incluso, la misma muerte de Jesús acusado de blasfemo y subversivo (Mc 14; Lc 23) por oponerse a los intereses del sistema y defender a los pobres.


Ø Vemos importante insistir en que durante mucho tiempo la protesta de los pueblos nativos fue pacífica, lo que demuestra cuáles eran sus verdaderas intenciones y actitudes. La violencia que realizaron, sin justificarla, se entiende como respuesta, como reacción a una violencia primera ejercida contra ellos. Si las ejecuciones que realizaron fueron violentas, primero lo fue el ataque policial; si la toma de carreteras es violenta, más lo es la toma de sus tierras y el atropello de sus derechos; si sus gritos son violentos, más lo es la ignorancia y el silencio al que los quieren someter. Violentas son las leyes que los ignoran; violentas son la indiferencia y la burla del congreso y el consejo de ministros; violentas son las destrucciones ocasionadas por la minería y la producción de agrocombustibles. Violenta fue la liberación de los esclavos de Egipto como respuesta a la violencia ejercida por el palacio y su proyecto de esclavitud (Ex 2-3).

Hermanos y hermanas, esta carta no justifica en modo alguno la violencia en los actores nativos, lamentamos, sí, las muertes y el atropello a sus derechos, pero también lamentamos la muerte de los efectivos policiales. Este es un intento de reflexión para motivar a nuestras comunidades en la opción por la vida descubierta a través del encuentro con la Palabra de Dios para leer este acontecimiento con su luz y descubrir un rayo de esperanza en el caminar que nos toca seguir.


Este es el momento para recordar a nuestro querido amigo, hermano y “Patriarca” Pedro Trujillo, quien cruzó el umbral hacia la vida definitiva justamente el sábado 6 en la madrugada, cuando entró en paro ese corazón que latió permanentemente en la defensa de los derechos de los trabajadores en el sindicato, animado por el amor al Señor, comprometido en Iglesia. Con él y con tantos otros y otras que han dado la vida paso a paso redescubramos la esperanza de que aún estamos a tiempo y que en nosotros-as como pueblo se ha de cumplir lo que dice Isaías: “No se volverá a hablar de violencia en tu tierra ni de saqueo o ruina en tu territorio; tu muralla se llamará ‘Salvación’ y tus puertas ‘Alianza’” (60,18).

lunes, 8 de junio de 2009

VIOLENCIA EN LA SELVA



Gonzalo Gamio Gehri

En los últimos días Bagua y otras zonas de la Amazonía se han convertido en escenarios de muerte. La policía nacional ha intentado desbloquear las carreteras – tomadas por ciudadanos peruanos, habitantes de comunidades nativas de la región Amazonas – recurriendo a la fuerza; ha usado helicópteros artillados para lograr tal propósito, según narran los testigos oculares de lo sucedido. El saldo son decenas de muertos, entre policías y protestantes. Hasta hoy, no se puede decir que la paz se haya restablecido en la zona. El primer ministro Simon y la ministra del interior Cabanillas aun no han asumido su responsabilidad y se mantienen en sus cargos a pesar de la gravedad de los hechos. Es preciso ponerse en el lugar de las víctimas, tantos los policías como los aguarunas fallecidos y sus familias.

Los ciudadanos que protestan lo hacen porque – como señala Diógenes Ampam –“El DL 1090 -Ley Forestal y de Fauna Silvestre-, reduce la definición de Patrimonio Forestal dejando fuera del régimen forestal a cerca de 45 millones de hectáreas de tierras con capacidad forestal, es decir, el 60 por ciento de los bosques del Perú”. El asunto se agrava porque, de acuerdo con lo estipulado por el Convenio 169 de la OIT, los habitantes de las comunidades nativas debían ser consultados antes de proponer cualquier medida legislativa o toma de decisión que afecte su vida e intereses. Es preciso evaluar la inconstitucionalidad de este decreto. Sin embargo, tanto el Congreso como el Ejecutivo han cerrado filas ante la oposición de los ciudadanos nativos frente a estos decretos legislativos, que perciben como una invitación a la deforestación de sus tierras y al tráfico corrupto de las mismas. Después de ocho meses de espera se ha desatado la violencia con trágicos resultados. Los apus aguarunas - sin distinguir entre los verdaderos agitadores que participaron en los actos violentos y los promotores de una movilización comunitaria - están siendo perseguidos como sediciosos, sin ninguna investigación avale tal actitud. A ese funesto límite puede llevarnos la aplicación indiscriminada de la doctrina del "Perro del Hortelano".
La idea fija del gobierno conducente a imponer este Decreto Legislativo ha impedido que el diálogo tenga lugar conforme a lo establecido por la OIT. Es lamentable que la mayoría de los medios de comunicación se aferren a un lado de la información. Los alegatos de García según los cuales los protestantes son “enemigos del desarrollo y la democracia”, así como la sugerencia de que reciben apoyo de países que promueven “ideologías antisistema”, realmente constituyen una ofensa para cualquier ciudadano medianamente informado. El Presidente es conocido por su proclividad a resolver los problemas a través de la represión. Tristemente, no es la primera vez.

La paz debe restablecerse cuanto antes. Del mismo modo, debe esclarecerse la responsabilidad directa y la responsabilidad política de quienes propiciaron o permitieron estos hechos de violencia se desencadenasen sin ningún tipo de prevención. El siguiente paso debe ser el de constituir un espacio para la escucha de los ciudadanos nativos, quienes encuentran en la tierra no sólo un recurso económico, sino el lugar de su identidad e interacción con la naturaleza entera. Los aguarunas no se definen como "propietarios"; de hecho, consideran que son ellos quienes pertenecen a la tierra. Asimismo, resulta imperativo descubrir qué intereses se ocultan detrás del DL 1090 y la intención de no contar con la opinión de quienes habitan estas tierras. La sombra de la corrupción parece anunciarse por allí.




Imagen tomada de http://images.google.com.pe/imgres?imgurl=http://www.rtve.es/resources/jpg/4/0/1244247595104.jpg&imgrefurl=http://www.rtve.es/noticias/20090606/arde-amazonia-peruana/279898.shtml&usg=__ititBfUrWIMagy8P3NAd7uXKhFY=&h=353&w=550&sz=54&hl=es&start=10&sig2=r6yXfeFzsx-x-Ey_Du0TNA&tbnid=3o3wmHq0_tiraM:&tbnh=85&tbnw=133&prev=/images%3Fq%3DBagua%2BPer%25C3%25BA%26gbv%3D2%26hl%3Des&ei=qpAtSvbKMI-FmAeD2dyECw





Lima, 05 de Junio de 2009

JOVENES INDIGENAS UNIVERSITARIOS PIDEN PAZ Y DIALOGO EN SUS NACIONES


Los que suscribimos, indígenas de diversas nacionalidades radicados en la cuidad de Lima, expresamos nuestra profunda preocupación por el acto de violencia promovido por el régimen actual en el Departamento de Amazonas (Bagua, Utcubamba y Jaén); y manifestamos lo siguiente:

1.- Rechazamos contundentemente el acto de violencia organizado por el Gobierno Actual con el fin de eliminar a los pueblos indígenas quienes han venido defendiendo de manera pacífica sus derechos más fundamentales.

2.- Solicitamos la presencia del Relator de los Asuntos Indígenas de las Naciones Unidas y la OEA para que realice una investigación exhaustiva sobre la muerte de más de 100 awajún y wampís en el lugar llamado “curva del diablo” ubicado en la provincia de Utcubamba, Bagua, Departamento de Amazonas.

3.- Los diversos Decretos Legislativos emitidos unilateralmente por el ejecutivo para la implementación del “Tratado de Libre Comercio”, no consideran el Principio de Derecho a Consulta (Convenio 169 de la OIT), ratificado por el Estado Peruano.

4.- Los Indígenas de la Amazonía Peruana somos pacíficos y llamamos a la sociedad civil y a las partes que de inmediato reanuden el dialogo para alcanzar la justicia requerida.
Los abajo firmantes sostenemos este documento:

Euclides Espejo Tiwi (Awajún- Estudiante de la UNMSM)
Venancio Autukai Vílchez (Awajún-Estudiante de la UNE)
Waldemar Nugkun Vílchez (Awajún-Estudiante de la UNE)
Adriano Wajush Paati (Awajún-Estudiante de UNE)
Allan W. Shijap Duire (Awajún-Estudiante de la UNE)
Rider Hernández Flores(Awajún-Estudiante de la UNE)
Dina S. Ananco (Awajún-Wampís-Estudiante de la UNMSM)
Fermín Tiwi Paati ( Awajún-Estudiante de la PUCP)
Fernando Shuar Velázquez Ruíz (Awajún-Wampis-Estudiante de la UARM)
Édinson Tsajuput Anguash (Awajún-Estudiante de la UARM)

Coordinación:
Karen Puertas Reátegui (prensa)
9910910659/ 999118633
Shuar Velásquez Ruiz
999790143/425 03 97




¿PAÍS DE TODAS LAS SANGRES?


Guillermo Valera


“Los indefensos indígenas resultaron ser unos grandes asesinos”, parecería ser la gran conclusión del Gobierno, frente a los luctuosos hechos que resultaron de un pésimo manejo de reclamos que eran recurrentes para las comunidades nativas de la selva. Lo sucedido en Bagua (Amazonas), el 5 de junio, quedará grabado como un día del desencuentro en nuestro país, donde el diálogo de las balas y las bombas lacrimógenas tiene que convencernos que sólo pueden aspirar a producir inútil sangre derramada y luto normalmente para quienes no participan del poder.


Seguimos sin entendernos entre las distintas sangres que conforman nuestra denostada patria, en un mundo globalizado que cada vez nos deja menos margen para aceptar que se ningunee la diferencia y a los diferentes. Pero, la experiencia del poder, a veces puede hacer “tropezar con la misma piedra”. Eso sucedió ahora con el presidente García, que pensó que imponer la “autoridad” podría ser más fácil en una zona lejana de Lima metropolitana y el Callao.

Cómo se ve que no hemos superado muchos de nuestros prejuicios. Seguro pasó desapercibido, pero se volvió a reflejar en hechos como que varios de los cadáveres de los indígenas Awajun caídos en la confrontación yacieran regados “a un lado de la pista” (la marginal de la selva, donde ocurrió la principal “batalla”), hasta horas de la noche (muchas horas después de ocurridos los hechos). Por más “enemigos” del Gobierno o del Estado peruano que se les pudiera considerar, estábamos frente a peruanos como todos. Es un detalle quizás insignificante pero que también nos habla de cómo nos relacionamos. Y casualmente se dejó un número de tres cadáveres tirados para que algún incauto periodista pudiera hacerla coincidir con la cifra oficial de muertos civiles que inicialmente diera el gobierno.

Genera tremenda indignación que problemas como consultar debidamente a las organizaciones de comunidades de la selva sobre asuntos que les afectaban con relación al manejo de sus recursos forestales, tierras, agua y otros no pudiera lograrse “civilizadamente”. Y no porque no lo quisieron los “pueblos indígenas” (como internacionalmente se les reconoce conceptualmente) sino porque se pensó que se les podía “mecer” desde el poder central y ganarles por cansancio u olvido. Sin medir el grado de irritación que se fue generando en las bases mismas de sus organizaciones, las mismas que no estaban dispuestas a aceptar cualquier actitud o decisión del presidente de la república o del Congreso.

Buena manera de compensar a los otrora valerosos guerreros del Cenepa; no me refiero al falso “general victorioso” que hace más de una década se promocionó, sino a los mismos Awajun que en Bagua cayeron e hicieron caer a inocentes policías que seguían sólo órdenes de un poder inefable y con una autoridad muy contrarestada. Porque como algún expresidente diría hace varios lustros, ellos son nuestras efectivas “fronteras vivas” y tenemos que saberlo reconocer en todas sus consecuencias.

¿Quién esta defendiendo intereses extra nacionales? Los pueblos indígenas que han reclamado sus justos derechos o aquellos que defienden con mayor habilidad de boy scout (“siempre listos”) a los intereses de las grandes empresas transnacionales y la voracidad del mercado, por encima del sentido común y la integridad de un desarrollo como país que nos incluya a todos y no sólo a unos cuantos o a unos “pocos muchos”. No estamos contra la inversión privada razonable pero tampoco nos pueden contar los cuentos del “perro del hortelano”, como muy bien nos lo ha recordado Fernando Eguren, donde uno se encuentra expresiones como la siguiente: “Hay millones de hectáreas para madera que están ociosas, otros millones de hectáreas que las comunidades y asociaciones no han cultivado ni cultivarán, además cientos de depósitos minerales que no se pueden trabajar y millones de hectáreas de mar a los que no entran jamás la maricultura ni la producción.” Como si tuviéramos un país cuyo destino inmediato es la subasta.

Estamos todos, como sociedad, obligados a recapacitar. Nadie puede sentirse ajeno o irresponsable de lo sucedido. Ojalá nos de mejores pautas de convivencia y justicia. Que lo dominante no termine siendo “¿Quién tuvo la culpa?”; “Castigo para los culpables”; “Nada con los indios”. Necesitamos personas razonables y decisiones razonables.





Publicado en blog “Horizontes




PRONUNCIAMIENTO LLCCHH UNMSM


Frente a los hechos ocurridos desde la madrugada del 5 de junio de 2009 en la provincia de Bagua, los docentes universitarios de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, expresamos lo siguiente:

1. Respecto a la Amazonía no solo reina el malentendido, sino también el deliberado desconocimiento por parte de las clases dominantes, criollas y mestizas. No se quiere saber de su población, de su cultura ni de sus formas de vida, como si fueran incomprensibles e ininteligibles: ella siempre ha sido extraña y amenazadora para esas clases. Sin embargo, si bien es cierto que en los últimos tiempos se ha producido un acercamiento y una aceptación, y se ha pensado en políticas de asimilación —etnocéntricas—, lamentablemente con las políticas del APRA se ha retornado de un modo absolutamente cínico a modos de planificación de estirpe colonial, bajo el sustento de un modelo económico que supone que el único sistema concebible y el único mundo posible es el formado alrededor de la economía de mercado.

2. Lo dicho explica la falta de voluntad política, el desinterés y la incompetencia de las autoridades -el Congreso, el Ejecutivo, el presidente de la República, el premier, la ministra del Interior —para resolver el conflicto social que se inició hace más de 55 días, el cual ha llegado a un triste desenlace con la terrible muerte de policías y civiles.

3. Explica también la actitud condenable del presidente Alan García y del gobierno aprista por no asumir autocríticamente su responsabilidad política en estos terribles hechos, y limitarse, por un lado, a culpar de lo ocurrido a una conspiración extranjera que según ellos estaría manipulando a las poblaciones nativas y, por otro, a difundir sistemáticamente una propaganda torpe y encubridora.

4. Por eso nos solidarizamos con los pueblos indígenas de nuestra Amazonía, que desde hace más de un año vienen luchando por la derogatoria de decretos inconstitucionales que atentan contra sus legítimos derechos y que han sido aprobados sin atender al derecho que sus pobladores tienen de ser consultados sobre decisiones que afectan sus vidas, desconociendo convenios internacionales como el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de las Naciones Unidas.

5. Hacemos un llamado a la unidad de las fuerzas realmente democráticas para apoyar a los pueblos de la Amazonía y enfrentar a los grupos interesados en tomar posesión de sus territorios.


Lima, 12 de junio de 2009


Santiago López Maguiña (Literatura)
Dante Dávila Morey (Filosofía)
Dorian Espezúa Salmón (Literatura)
Mauro Mamani Macedo (Literatura)
Javier Aldama Pinedo (Filosofía)
Aníbal Campos Rodrigo (Filosofía)
Milagros Carazas Salcedo (Literatura)
María Cortéz Mondragón (Linguística)
Manuel Conde Marcos (Linguística)
Gonzalo Espino Relucé (Literatura)
Camilo Fernández Cozman (Literatura)
Carlos García – Bedoya Maguiña (Literatura)
Carlos García Miranda (Literatura)
Oscar García Zárate (Filosofía)
Antonio González Montes (Literatura)
Guisela González (Literatura)
Miguel Maguiño Veneros (Literatura)
Carlos Mora Zavala (Filosofía)
Javier Morales Mena (Literatura)
Hildebrando Pérez Grande (Literatura)
Miguel Polo Santillán (Filosofía)
Rosalía Quiroz Papa (Bibliotecología)
Humberto Quispe Hernández (Filosofía)
Saúl Rengifo Vela (Filosofía)
Álvaro Revolledo Novoa (Filosofía)
Moisés Sánchez Franco (Literatura)
Marcel Velásquez Castro (Literatura)
Yolanda Westphalen Rodríguez (Literatura)

sábado, 6 de junio de 2009

ARISTÓFANES Y SÓCRATES EN CONFLICTO, UNA VEZ MÁS



Gonzalo Gamio Gehri


El último debate planteado desde Puente Aéreo y Nómos frente a Anomos en torno al tradicionalismo y el antisemitismo ha reafirmado mi convicción de que el llamado “pensamiento reaccionario criollo” no es genuinamente filosófico, sino eminentemente ideológico (debo decir que hubiese querido que la discusión no hubiese traspasado los límites del estricto intercambio de argumentos, lamentablemente no fue así). No lo anima una actitud crítica frente al horizonte de sus creencias y valores, sino la preservación dogmática de sus supuestos. No obstante, tal esquema ideológico asume el ropaje de la filosofía para legitimarse. De hecho, considero que se trata de una perspectiva que huye de la filosofía para guarecerse en el mito del retorno a la tradición. Una tradición que en lo sustancial no existe (si es que alguna vez existió). A pesar de que dicen remitirse a Aristóteles como fuente de inspiración, es Aristófanes quien aparece como uno de sus verdaderos héroes. No me referiré al canon metapolítico de Eduardo Hernando (puesto que no discutiré aquí ninguna forma de Realpolitik o de decisionismo); estoy pensando en la otra versión de la “reacción antimoderna” – mucho menos seria que la que representa Hernando - , aquella que difunde la vana “retórica del retorno al mundo clásico”, la misma que engañosamente se desliza en algunos blogs ultraconservadores. Encuentro en ese tradicionalismo alguno que otro motivo aristofánico planteado, por supuesto, de una manera simplificada. En realidad lo suyo es la agitación y la propaganda.

Las Nubes puede leerse como una especie de manifiesto antifilosófico, pues muestra el carácter corrosivo del pensamiento crítico frente al respeto devoto de las tradiciones. Se acusa a la filosofía de introducir una reflexión que desestabiliza la cohesión que debe imperar en la comunidad, pues sus miembros deben manejar un “catálogo de valores” que permanezca fijo e incuestionado en sus mentes y corazones. La filosofía – el socratismo – incorpora el culto de nuevos dioses, socavando el ‘verdadero’ panteón divino. El tábano socrático convierte a los jóvenes en espíritus insubordinados al recto pensar y obrar. El héroe aristofánico, en contraste, es el venerable antiguo guerrero que es capaz de transmitir a los jóvenes la rancia virtud de la disciplina militar y el “sentido épico de la vida”, a diferencia del filósofo que invita – desde “El Caviladero”, la Escuela de Sócrates – a la relajación de las costumbres.

Pues entre los hombres que discurren yo, precisamente por esto, recibí el nombre de Argumento Peor, porque fui el primerísimo al que se le ocurrió contradecir las costumbres establecidas y los litigios justos[1].

El filósofo desafía la autoridad de las creencias imperantes en el grupo. El héroe aristofánico defiende la tradición contra toda especulación inútil que transmita el “virus de la duda” en los jóvenes. Infunde entre sus discípulos la militancia prematura, el desprecio de las libertades ordinarias, la sospecha frente a quienes se congregan en el espacio público para el ejercicio de la interrogación. Plantean más bien el cultivo de las “virtudes aristocráticas” de una élite de individuos que desprecia la presunta "inferioridad moral" de la muchedumbre que puede verse seducida por la charlatanería de los pensadores diletantes, Ellos aprenderán del recio veterano de guerra – el llamado Argumento Mejor - el viejo grito comunitario: “¡Oh Atenea, saqueadora de ciudades!”, y celebrarán la obediencia a la verdadera fuente del Bien, y a la verdadera ‘Religión’, por así decirlo. Nótese que el modelo de virtud aquí se presenta como un antiguo soldado antes que como un agente político.

Hasta aquí llega, por supuesto, la analogía. Por supuesto, el paralelo supone distancias importantes, y resulta evidente que – más allá de su encono contra la filosofía - Aristófanes es un genio de la comedia. Al menos la tradición que predicaba Aristófanes existía en el mundo griego (en realidad, vivía los últimos momentos de su forma política, y el comediógrafo invocaba el retorno a un pasado superior, que representaba la gloria de Atenas, gloria que a su juicio estaba disolviéndose). Nuestros ultraconservadores han sustituido los ideales del hoplita griego por una extravagante vuelta a la ‘espiritualidad del trono y del altar’, un retorno al Antiguo Régimen y sus esquemas jerárquicos. Ese modelo político se aloja exclusivamente – por fortuna – en su bóveda craneana. Como bien ha apuntado Daniel Salas, se trata de una concepción puramente estética, disparatada, comparable a aquella que considera que los ovnis existen, cuya “visión” constituye el preámbulo del “evento” de la llegada de los extraterrestres a la tierra y la construcción de una Asociación Interplanetaria que traerá finalmente paz a la Galaxia. De igual forma, el retorno del “Sacro Imperio” no es otra cosa que un producto de la imaginación de un grupo de entusiastas (entregados con frecuencia a "conspiraciones de manicomio" y a opúsculos de poca monta). La pregunta es: ¿Cómo es posible que esa clase de ideales pueda encender el ánimo de algunos pequeños círculos de jóvenes, ávidos de “certezas”? Cuando ciertos profesores insisten en que esta clase de institucionalidad jerárquica constituye la encarnación política de la ‘verdadera Religión’, al punto que la construcción del igualitarismo liberal aparece como “pecado” y trasgresión al “orden natural de las cosas”, entonces los “discípulos” encuentran un sublime discurso que busca justificar las formas de dominación y desigualdad existentes. Y si el discurso converge con un “sentido común autoritario” que campea en diversos sectores sociales, entonces el festín antidemocrático está servido.

El anhelo de dogmas para la vida práctica (que brinden seguridad al individuo) y el talante autoritario terminan dándose la mano. Es en este sentido quedigo que este ideario rechaza la actitud filosófica, abrazando militancias excesivamente tempranas, en personas que ni siquiera han culminado sus estudios (o apenas habiéndolos iniciado); antes de diversificar sus lecturas ya han asumido un credo reacio a la crítica, lleno de etiquetas y giros retóricos comunes. El impulso liberal – todavía extraño por estas tierras – se manifiesta supuestamente como una invitación a la laxitud moral, a la complacencia con los “inútiles”. Ante la mirada distorsionadora del “pensamiento reaccionario criollo”, impostadamente aristocrático, el ideario aparece como “relativismo” o “nihilismo”. Tan “disolvente” y “peligroso” como era percibido el socratismo ante los ojos del fallidamente autodenominado “Argumento Mejor”. Se trata del tradicionalismo que huye de la libertad de pensamiento como de su peor enemigo.

El intento paleoconservador por vendernos ilícitamente Nostradamus por Heidegger no es lo que yo encuentro más condenable en esa prédica ideológica (aunque Heidegger fue un genio y es recusable la distorsión y manipulación de su pensamiento). Ellos pretenden hacerse pasar por buenos cristianos que difunden la “buena nueva”, cuando en realidad predican el “¡Viva la muerte!” de Millán Astral y sus legionarios adictos a Franco, y postulan la erradicación de los Derechos Humanos. Ese credo pernicioso es contrario al mensaje del cristianismo, que sostiene que la muerte nunca vence sobre la vida. Como oí decir a un notable teólogo jesuita, para el cristiano la muerte jamás tiene la última palabra.

Ricardo Vásquez Kunze ha sostenido en un comentario a mi post anterior que carece de sentido darle un tiempo precioso cuestionando la perspectiva de lo que él describe duramente como “un grupúsculo intelectual cuya influencia académica, social y política es tan grande como una nuez”. Añade que “No sólo es una pérdida de tiempo discutir con quienes no representan a nadie, ni política ni académicamente, sino que la discusión, como decimos en Derecho, carece de objeto. Y carece porque la realidad no le otorga ninguno”. Sin duda, establece un buen punto. Su juicio sobre el tema es muy valioso. Sé que conoce muy bien a ese círculo, y he leído las duras críticas que les ha dirigido desde los medios. Yo también he pensado que quizá esta crítica recurrente al conservadurismo monarquista les brinda alguna publicidad, que es lo que ellos buscan. Sin embargo, pienso que ese pensamiento delirante a veces se modifica y se adapta fortalecer alternativas autoritarias, para coaligarse con el fujimorismo o con el grupo de interés ultramontano que busca intervenir la PUCP desde fuera. Por eso creo que, con todo, cuestionar esta perspectiva puede tener alguna utilidad. Por eso aplaudo los esfuerzos de espíritus lúcidos como Daniel Salas, que discute con los reaccionarios incansablemente, ofreciendo buenos argumentos, pruebas empíricas, y que procura recurrir a las fuentes para interpretar las tradiciones con rigor. Si sirve para que algunos jóvenes despierten y asuman un camino diferente – el que decidan seguir por sí mismos, en el que encuentren buenas razones para seguir – en buena hora.



[1] Aristófanes, Nubes 1039-40

lunes, 1 de junio de 2009

¿ALGO MÁS QUE PREFERENCIAS LITERARIAS Y ESOTÉRICAS?




Gonzalo Gamio Gehri


El blog de Gustavo Faverón Puente Aéreo ha desencadenado un debate intenso – y, por momentos, violento – en torno a la figura de Julius Evola, a su presunta afinidad con el fascismo y, más allá de este autor, a la marcada preferencia del profesor Eduardo Hernando Nieto por autores que han sido vinculados (de manera fundada o no) con el antisemitismo, el nazismo y, en general, con ideologías oscurantistas que predican la supremacía racial y una concepción jerárquica de la vida social. Por breves momentos, la discusión se ha desplazado hacia la idea que Hernando tiene sobre la idea de “metapolítica”. El tema central ha sido el del “canon metapolítico”.

"La metapolítica puede exhibir nombres de escritores como Mishima, Celine, Tolkien o Drieu la Rochelle, ensayistas como los hermanos Jünger, metafísicos como Evola, Guénon, o Coomaraswamy, sociólogos como Spann o Freyer, antropólogos como Eliade, poetas como Pound, economistas como Sombart, historiadores como Spengler, directores de cine como Tarkovski etc, etc. ¿Quiénes los conocen?, ¿Quiénes los han leído?"

Faverón encuentra en esta lista de autores una constante vindicación del tradicionalismo y la discriminación racial o cultural; a su juicio, muchos de estos escritores, pensadores y esoteristas estuvieron en la frontera misma de declarar una adhesión manifiesta al ideario de Hitler o Mussolini. En muchos de los casos tiene la razón (no puedo decir nada acerca de la obra de Evola). Se pregunta la razón de estas preferencias, y su conexión con un ideario totalitario. Hernando y sus seguidores – algunos anónimos con una redacción nítidamente identificable – responden que las acusaciones que penden sobre estos autores son fruto de campañas ideológicas que se libraron en su contra con el fin de destruir su reputación. Añaden que muchos de los críticos no han leído a estos escritores, y que eso facilitaba la tarea de entregarse sin más a la corriente de opinión mayoritaria. Faverón sostiene que las acciones de muchos de estos personajes los condenan. Reitera que las simpatías de Hernando por quienes predicaban o cultivaban el antisemitismo deben ser explicadas, que es probable que sus colegas y alumnos estén atentos a su explicación.
"Lo que he hecho es preguntar si es una simple coincidencia la cantidad de nazis, fascistas y antisemitas que suman dos tercios de los nombres que él colocó en su nómina de intelectuales y artistas destacados dentro de la visión personal de la "metapolítica" que él defiende y promueve. Y no encuentro ninguna respuesta más o menos articulada sobre ese punto."

En fin. El tema se complica aún más, dado que alrededor de Hernando se ha tejido una pequeña red de blogs neoconservadores que postulan un extraño retorno a las tradiciones, un rechazo sistemático a la doctrina liberal de los Derechos Humanos y a la democracia constitucional, así como una invitación a la recuperación del catolicismo preconciliar, con todo y tufillo franquista. Aparentemente, la prédica antimoderna está captando algunos adeptos, y algunos entre ellos no dudan en dedicarle extraños posts a Hitler. Resulta algo desalentador que un muchacho de veinte años – que ha votado sólo una vez y que está estudiando – señale de manera categórica y sin dejar un mínimo espacio para la duda que “la democracia es el gobierno de los inútiles”. Una convicción tan desmesurada llama la atención e invita a la reflexión. Es preocupante que ciertos profesores alienten esas militancias tan tempranas y sin matices (y que crean que esa clase de aliento ideologizante y doctrinero pueda recibir el nombre de “filosofía” ¿Y el duro y paciente trabajo del concepto? ¿Qué "magisterio" es ese? ). A algunas personas preocupa con cierto fundamento esta creciente afición extravagante por el totalitarismo de derechas. En una sociedad como la peruana, al interior de cuyas presuntas “élites” impera cierto sentimiento autoritario y clericalista, es un hecho que quizá no debería sorprendernos. Lo que sí hay que hacer es someter a una dura crítica estas presuposiciones, y mostrar sus consecuencias políticas opresivas y tiránicas.

Que la lectura de ciertos libros puede abonar el terreno para determinados carismas fascistoides es algo que no me quepa la menor duda. Los libros están para leerlos, para discutirlos y para interpelarlos. Creo también que Hernando haría bien en responder a la pregunta directa – y muy bien formulada - que le hace Faverón sobre ese extraño y profundo feeling por los autores “fronterizos” con el nazismo (a mí también me causa curiosidad la razón de ese “canon literario personal”. Sospecho que se trata de algo más que preferencias literarias y esotéricas, aunque respeto su derecho a elegir su propia lista de autores). Sin embargo, también considero que no debemos caer en aquello que criticamos, esto es, en la exclusiva denuncia ideológica. Me parece que muchos de los comentaristas del acerado post de Faverón (alineados en uno y otro bando) permanecen en la lógica del “desenmascaramiento ideológico”, y no avanzan en la discusión acerca de los fundamentos conceptuales o en las posturas políticas de tales ideologías; ambas partes se acusan mutuamente de ignorancia e intolerancia. Allí están los libros, disponibles para el que quiera leerlos, y analizarlos; de eso se trata la libertad de pensamiento. Allí están los propios textos de Hernando para examinarlos críticamente. No es suficiente señalar que manifiestan un “talante fascista”. Las etiquetas no equivalen a una refutación (y creo que es necesario pasar a la discusión racional, y a la refutación). Les aseguro que Eduardo Hernando no oculta sus puntos de vista – de hecho, defiende un arcaico estamentalismo y a la vez una teoría renovada (y represiva) del “derecho penal del enemigo”, esquema próximo al pathos de Bush en el tema Guantánamo – pero no rehuye el debate. De hecho, lo considero el más dialogante y transparente de los tradicionalistas peruanos, y sin duda el menos virulento. Estoy en desacuerdo con todo lo que escribe, y considero que muchas de sus ideas son nocivas y poco claras, pero debo decir que hemos debatido siempre en un clima de respeto y cordialidad. Mientras otros conservadores se ocultaban tras las sombras de cierto anonimato – pero les enseñaban a los soldados que “los Derechos Humanos no existen” o hacían campaña en pro del fujimorismo, o defendían la impunidad en el caso La Cantuta -, Hernando decía lo que pensaba sobre la democracia y el sistema de Derechos, y admitía la crítica. Debatamos con él, más allá de poner solamente en evidencia su ‘imaginario literario’. La ideología "reaccionaria" debe ser combatida intelectualmente desde sus cimientos. No basta con señalar que determinados rótulos encajan con el ideario (aunque lo hagan).

Hay que ir más allá de denuncia ideológica de los conservadores, y pasar a la confrontación de las ideas, incluso las que nos resultan inaceptables. Me explico. El nazismo y el fascismo son ideologías nefastas que afortunadamente han sido vencidas definitivamente en el campo de batalla, en la arena política y en los espacios académicos. Hoy sólo son comidilla de skinheads y otros grupos de antisociales y violentistas, incluso en el Perú. Creo que lo que lo que existe en el país es un más bien tradicionalismo religioso trasnochado (generalmente de inspiración franquista), que se alía a menudo con los sectores políticos de extrema derecha, próximos al militarismo, asumiendo figuras sincréticas. Probablemente estas ideas retrógradas tienen una connotación fundamentalmente “estética” - por así decirlo - y son notoriamente extravagantes, pero desgraciadamente tienen alguna acogida en ciertos círculos políticos y mediáticos. Este es el conservadurismo criollo del que estamos hablando (y en el que sólo a veces Hernando encaja, aunque tiende a asociarse con sus exponentes). En ocasiones, esa extrema derecha tradicional echa mano de Schmitt (frecuentemente sin demasiado rigor, como anotan algunos lectores rigurosos de este autor, como Carlos Pérez), otras veces se escudan tras la obra de MacIntyre o de algunos postmodernos; sus referencias bibliográficas pueden obedecer más a la utilidad que a la devoción. Sin embargo, creo que los defensores de un pensamiento más liberal tenemos todos los recursos conceptuales para cuestionar racionalmente y desarticular el estamentalismo o el confesionalismo que profesan, y señalar sus inconsistencias con la mayor claridad.

Mientras Hernando invoca una desencarnada Realpolitik – que yo encuentro completamente discutible, pero cuyas líneas generales detecto en ciertos autores de la escena académica contemporánea, en contraste con los restantes tradicionalistas, apologistas del Antiguo Régimen – los demás ultraconservadores criollos entonan un estrafalario cántico cortesano rococó, o plantean leer la historia en la clave de la lucha cultural y religiosa sin exhibir una mínima argumentación. Si tengo que debatir con estos antimodernos nacionales, prefiero a los straussianos, antes que a los ultramontanos locales. Después de todo, Allan Bloom sigue siendo – a pesar del tiempo transcurrido desde su muerte - un interlocutor importante en los debates sobre la educación moral; no podemos decir lo mismo de los falangistas.

No creo que vayamos demasiado lejos intentando descubrir si Hernando es nazi o antisemita, o si niega el antisemitismo por convicción o solamente para guardar las apariencias. De hecho, yo no creo que Hernando sea un antisemita, en sus textos no he encontrado nada parecido. Las simpatías por ciertos motivos fascistas están allí en sus textos – el elogio de la “vida heroica”, la defensa de las jerarquías, un pintoresco caudillismo - aunque resultaría difícil determinar si esa simpatía revela una suerte de ‘militancia’ (hay que decir que no se trata de motivos exclusivamente fascistas, sino comunes a diferentes versiones del tradicionalismo y la extrema derecha). No creo que ese sea un ejercicio positivo o productivo. Creo que es mucho más interesante revisar Pensando peligrosamente y discutir a fondo sus tesis, detectar inconsistencias (que las hay, y muchas) y argumentar en contra del integrismo moral y político que postula. Ese es el trabajo conceptual que hay que llevar a cabo, el de la crítica severa y la refutación. Como he dicho, él está dispuesto a la confrontación; ello lo distingue de otros extremistas de derecha, quienes juegan a la mera agitación ideológica y padecen de esnobismo crónico. Los autodenominados “reaccionarios” gustan que caigamos en su juego, que los denunciemos públicamente y etiquetemos como “herejes”. Ser identificado como un exponente de lo “políticamente incorrecto” – en este mundo postmoderno – les da a algunos un frívolo “toque de distinción” que tratan de explotar; de hecho, algún blog conservador por allí se precia de librar un combate con el “pensamiento único”, en circunstancias en las que defiende el modelo teológico-político de la “cristiandad” premoderna y el retorno de los privilegios aristocráticos. Luego nos echarán en cara que practicamos aquello que les reprochamos, que somos nosotros quienes no admitimos las diferencias: “¿Ven? ¿Quiénes son ahora los intolerantes?”. No incurramos en su “lógica”, en la línea del cuento de Borges Deustches Réquiem. Esa es la virulencia que percibo en algunos comentarios al post citado. Y claro, los "reaccionarios" concluirán que lo que existe finalmente es un grupo de ideologías rivales que compite por el poder. Afirmarán que nuestros Derechos Humanos equivalen a sus tribunales de la Inquisición, que nuestra democracia no es mejor que su sistema feudal o que su soñada comunidad orgánica. No usemos sus propias armas. Allí donde ellos recurren a la agitación y la propaganda – a esa pomposa retórica, desfasada e hiperbólica – repliquemos con argumentos. Contamos con muchos y de calidad.